Cadenas Del Alma

Sombras En La Mente

Javier siempre había sido un joven normal, introvertido pero amable, con una vida tranquila en su pequeño pueblo. Todo cambió cuando conoció a Laura, una chica nueva en la universidad.

Al principio, parecía inofensiva, con una sonrisa tímida y un interés genuino en la poesía y la música, pasatiempos que ambos compartían. Sin embargo, pronto esa simpatía inicial se convirtió en una oscuridad que empezó a consumir la mente de Javier.

Laura no tardó en mostrar un interés obsesivo por él. Lo seguía a todas partes, aparecía en los lugares donde él iba, incluso en aquellos que solía visitar solo para escapar del bullicio del mundo. Cada vez que Javier levantaba la vista, allí estaba ella, mirándolo con ojos brillantes y una intensidad que lo incomodaba profundamente.

Las primeras señales de alerta llegaron cuando Javier empezó a recibir mensajes extraños. Al principio, eran cartas anónimas llenas de poesía y frases de amor apasionado, pero luego se tornaron en declaraciones inquietantes.

Laura le confesaba cómo lo vigilaba, cómo conocía sus rutinas y cada detalle de su vida. Javier intentó hablar con ella, pedirle que parara, pero Laura siempre encontraba una forma de justificar su comportamiento, haciéndolo parecer casi normal.

Con el tiempo, la presión de la presencia constante de Laura comenzó a afectarlo profundamente. Sus noches se llenaron de pesadillas en las que ella lo observaba desde las sombras, con  esos ojos que brillaban como faros en la oscuridad. Durante el día, la paranoia lo consumía, haciéndolo dudar de cada persona y cada sombra a su alrededor.

Empezó a fallar en sus estudios, incapaz de concentrarse mientras una sensación de pánico constante lo invadía. Se volvió distante con sus amigos, temeroso de que Laura pudiera estar observándolos también.

Cada vez que sonaba su teléfono, su corazón latía desbocado, temiendo otro mensaje perturbador. Cada vez que oía pasos detrás de él, sentía un escalofrío recorriendo su espalda.

Los primeros signos físicos del estrés comenzaron a aparecer. Javier empezó a perder peso debido a la falta de apetito. Su rostro, antes lleno de vida, ahora estaba pálido y demacrado. Las ojeras profundas bajo sus ojos delataban noches de insomnio. Sus manos temblaban constantemente, y su cuerpo se sentía débil y exhausto.

La situación llegó a su punto crítico una noche, cuando Javier, exhausto y al borde del colapso, decidió confrontar a Laura en su apartamento.

Quería poner fin a la tortura psicológica que lo estaba destrozando. Al llegar, encontró la puerta entreabierta y entró sin dudar. El lugar estaba lleno de fotos suyas, recortes de sus redes sociales, y objetos personales que había perdido meses atrás. La obsesión de Laura estaba en todas partes, palpable y aterradora.

Laura lo sorprendió desde las sombras, su rostro iluminado por una sonrisa torcida y sus ojos llenos de una locura peligrosa. Ella intentó convencerlo de que estaban destinados a estar juntos, que todo lo que había hecho era por amor. Pero para Javier, sus palabras eran como dagas que se clavaban en su mente, aumentando su confusión y su miedo.

En un arrebato de desesperación, Javier empujó a Laura y huyó del apartamento. Corrió sin rumbo, el corazón martilleándole en el pecho, hasta que sus piernas no pudieron más. Se desplomó en un parque vacío, el silencio de la noche roto solo por sus sollozos.

Los días siguientes fueron un borrón de miedo y paranoia. Cada sombra parecía acecharlo, cada sonido lo hacía saltar de terror. No podía dormir, no podía comer, solo podía pensar en los ojos de Laura, siempre observándolo. Sus amigos y familiares trataron de ayudarlo, pero Javier estaba perdido en su propio infierno mental.

El agotamiento mental y físico lo llevó a un punto de quiebre. Su mente era un torbellino de pensamientos oscuros, llenos de inseguridades y miedos irracionales. No podía distinguir la realidad de las pesadillas. La imagen de Laura, con su sonrisa torcida y su mirada fija, lo perseguía incluso cuando cerraba los ojos. Empezó a experimentar ataques de pánico, sintiendo que el aire le faltaba, que las paredes se cerraban sobre él.

Finalmente, después de meses de tormento, Javier fue internado en una clínica psiquiátrica. Los médicos diagnosticaron un trastorno de estrés postraumático severo, pero para Javier, las palabras de los médicos no podían capturar la verdadera magnitud de su sufrimiento. Laura había plantado una semilla de terror en su mente, una sombra que nunca podría deshacerse completamente.

Mientras Javier se sentaba en su pequeña habitación, mirando por la ventana con ojos vacíos, solo podía pensar en una cosa: la sonrisa de Laura y los ojos que lo seguían a todas partes, incluso en sus sueños más profundos.

Y en algún lugar, lejos de la clínica, Laura sonreía para sí misma, sabiendo que su amor por Javier nunca se desvanecería, y que siempre encontraría una manera de estar con él, incluso si eso significaba destruirlo desde dentro.

FIN
 




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