Cadenas Del Alma

Un Amor Prohibido

En el corazón de un bosque antiguo, donde los rayos del sol apenas lograban penetrar la densa niebla cubierta de hojas, se encontraba un ser de extraordinaria belleza. Con cabello blanco como la nieve que contrastaba con sus ojos verde esmeralda, sus alas, aunque de plumas blancas y negras, eran una reminiscencia de su pureza perdida. Su nombre era Arael, un ángel caído, desterrado del cielo por desafiar las leyes divinas.

Arael, ahora sin hogar ni propósito claro, vagaba por la Tierra buscando un significado a su existencia. Fue en este bosque donde encontró una paz momentánea, un lugar donde podía reflexionar sobre sus errores y su rebelión. Sin embargo, su tranquilidad no duraría mucho.

Una noche, mientras la luna llena iluminaba tenuemente el bosque, Arael sintió una presencia oscura y poderosa. De entre las sombras emergió Lilith, una demonio de belleza seductora, con ojos rojos brillantes y una melena de fuego. Sus alas de murciélago se desplegaban imponentes, y una sonrisa misteriosa jugaba en sus labios.

— Así que tú eres el famoso ángel caído, Arael — dijo Lilith, su voz un susurro seductor que parecía envolver el aire mismo — He oído muchas historias sobre ti.

Arael, acostumbrado a enfrentarse a seres oscuros, mantuvo su postura firme, aunque la presencia de Lilith despertaba algo inusual en él.

— Y tú debes ser Lilith, la temida demonio de la noche. ¿Qué te trae aquí?

Lilith se acercó lentamente, sus ojos no se apartaban de los de Arael.

— Curiosidad, supongo. La misma que te llevó a desafiar a tu creador. Quería ver si los rumores sobre tu belleza y tu dolor eran ciertos.

Arael no respondió de inmediato, sus pensamientos se mezclaban con emociones que no lograba comprender. Lilith no era como otros demonios que había conocido. Había en ella una mezcla de tristeza y desafío que reflejaba su propia lucha interna.

— Si has venido a tentarme o a luchar, no te será fácil —advirtió Arael, aunque una parte de él deseaba algo más que un enfrentamiento.

Lilith rió suavemente, un sonido que era a la vez encantador y aterrador.

— No he venido a luchar, Arael. He venido a ofrecerte algo diferente. Ambos somos seres desterrados, incomprendidos por nuestros propios mundos. Tal vez podamos encontrar consuelo el uno en el otro.

Las palabras de Lilith resonaron en el alma de Arael. Por primera vez en siglos, sintió que alguien comprendía su dolor y su soledad. Contra su juicio, Arael permitió que Lilith se acercara más, hasta que sus cuerpos casi se tocaban.

Las noches pasaron y los encuentros entre Arael y Lilith se volvieron frecuentes. En lugar de luchar, compartían sus historias, sus miedos y sus sueños. Lilith reveló su propio pasado trágico, de cómo había sido traicionada por aquellos en quienes confiaba y cómo había sido condenada a la oscuridad. Arael, a su vez, le contó sobre su rebelión, su caída y el dolor de la separación de su hogar celestial.

A medida que pasaba el tiempo, la relación entre el ángel caído y la demonio se profundizó. Lo que comenzó como una curiosidad mutua se transformó en algo mucho más poderoso y complicado: un amor oscuro y prohibido que desafiaba las leyes del cielo y del infierno.

Sin embargo, no todo sería fácil para ellos. La noticia de su relación se extendió rápidamente por ambos reinos. Ángeles y demonios, enfurecidos por esta unión impía, comenzaron a conspirar para separarlos. Ambos sabían que estaban caminando sobre una cuerda floja, pero el amor que sentían el uno por el otro era más fuerte que cualquier amenaza externa.

Una noche, mientras descansaban juntos bajo el dosel estrellado, Lilith miró a Arael con seriedad.

— Sabes que no podemos quedarnos aquí para siempre. Nos encontrarán y nos separarán por la fuerza.

Arael asintió, consciente del peligro que se avecinaba.

— Lo sé, pero no puedo perderte. Encontraremos una manera de estar juntos, sin importar lo que cueste.

Decidieron huir a un lugar donde ni el cielo ni el infierno pudieran alcanzarlos. Un lugar perdido en el tiempo y el espacio, conocido solo en las leyendas. Con la ayuda de antiguos hechizos y sacrificios, abrieron un portal hacia ese refugio secreto.

Antes de cruzar, Arael tomó la mano de Lilith y la miró a los ojos.

— Prométeme que, pase lo que pase, nunca nos rendiremos.

Lilith sonrió, con una mezcla de tristeza y esperanza.

— Lo prometo, Arael. Juntos, enfrentaremos cualquier adversidad.

Y así, el ángel caído y la demonio desaparecieron en el portal, dejando atrás un mundo que nunca comprendería su amor.

Pero en ese nuevo y misterioso lugar, encontraron la paz y la libertad que tanto anhelaban. Unidos por un amor más allá del bien y del mal, desafiaron al destino y escribieron su propia historia, una historia de amor oscuro y eterno.
 




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