En una pequeña aldea rodeada de montañas, vivía una joven llamada Elena. Su vida era sencilla, llena de los pequeños placeres que la naturaleza ofrecía. Sin embargo, su corazón siempre había anhelado algo más, algo que no podía describir con palabras.
Una noche, mientras la luna iluminaba suavemente el paisaje, Elena decidió pasear por el bosque cercano. Mientras caminaba, se encontró con una figura brillante y etérea en un claro. Era un ser de una belleza indescriptible, con alas que resplandecían con una luz celestial. Su nombre era Seraphiel, un ángel enviado a la Tierra por un propósito desconocido para él mismo.
Elena, maravillada y un poco asustada, se acercó lentamente.
— ¿Quién eres? — preguntó, su voz temblando ligeramente.
— Soy Seraphiel — respondió el ángel con una voz que resonaba como una melodía — He sido enviado aquí, aunque no sé exactamente por qué. Tal vez sea para encontrar algo, o alguien.
Elena sintió una conexión instantánea, como si sus destinos estuvieran entrelazados de alguna manera.
— Soy Elena — dijo con una sonrisa — Quizás estás aquí para encontrarme a mí.
Los días se convirtieron en semanas y Seraphiel permaneció en la aldea, conociendo a Elena y compartiendo su tiempo juntos.
Cada momento con ella era un descubrimiento, una nueva emoción que él, un ser celestial, nunca había experimentado. La risa de Elena, su bondad y su valentía comenzaron a llenar un vacío en el corazón de Seraphiel que nunca supo que existía.
Elena, por su parte, se enamoró perdidamente del ángel. Cada mirada, cada toque de sus alas la hacía sentir más viva que nunca. Pero con el amor vino también el dolor, ya que ambos sabían que su amor era imposible. Un ángel y un humano estaban destinados a vivir en mundos separados, y cualquier unión entre ellos estaba condenada a terminar en tragedia.
Una noche, mientras contemplaban las estrellas, Elena miró a Seraphiel con lágrimas en los ojos.
— Sé que no puedes quedarte para siempre — dijo con tristeza — Pero no puedo imaginar mi vida sin ti.
Seraphiel tomó la mano de Elena, su corazón lleno de un dolor indescriptible.
— Tampoco puedo soportar la idea de dejarte — respondió — Pero las leyes del cielo son claras. Mi tiempo aquí es limitado.
Decididos a luchar por su amor, Elena y Seraphiel buscaron una solución, un modo de desafiar el destino. Consultaron con sabios y ancianos, exploraron viejos textos y leyendas, pero todo parecía inútil. Su amor, aunque fuerte, no podía cambiar las reglas del universo.
Finalmente, un anciano sabio les contó sobre un antiguo rito que podría permitirles estar juntos, aunque solo por un breve momento. Era un sacrificio que implicaba renunciar a una parte de sus almas, una prueba de amor verdadero que los uniría más allá del tiempo y el espacio, pero que también los separaría para siempre después de ese momento.
Elena y Seraphiel decidieron llevar a cabo el rito. En una noche oscura y silenciosa, en el corazón del bosque, se entregaron mutuamente sus almas, sabiendo que cada segundo juntos era un regalo preciado. En ese instante, el mundo desapareció y solo existían el uno para el otro, en una burbuja de amor puro y eterno.
Pero, como les había advertido el anciano, el rito solo duró una noche. Al amanecer, Seraphiel sintió el llamado del cielo, una fuerza irresistible que lo alejaba de Elena. Con lágrimas en los ojos, se despidió de su amada, prometiendo que su amor viviría para siempre en sus corazones.
Elena, aunque devastada, encontró consuelo en los recuerdos de esa noche mágica. Supo que, aunque Seraphiel ya no estuviera físicamente a su lado, su amor seguiría siendo una fuerza poderosa en su vida.
Y así, vivió el resto de sus días con la certeza de que había experimentado un amor verdadero, un amor que trascendía los límites del cielo y la tierra.
Seraphiel, de vuelta en el cielo, observaba a Elena desde la distancia, su amor por ella brillando más intensamente que cualquier estrella. Sabía que, aunque no pudieran estar juntos en este mundo, su amor había dejado una marca eterna en ambos, una conexión que ningún poder del universo podría romper.
FIN