Cadenas Del Alma

El Eco En La Oscuridad

En la penumbra de su alma, el adolescente enfrentó a Azazel. La figura demoníaca se manifestaba con una imponencia descomunal, sus ojos rojos ardían como brasas y su presencia era un peso opresivo, como una sombra infinita que engullía cada rincón de luz.

El momento de la posesión había sido súbito y devastador. Había comenzado como un susurro, una tentación sutil que se infiltraba en sus pensamientos. Azazel había prometido poder y control, una rebelión contra la vulnerabilidad que tanto temía.

El adolescente había sentido la fuerza oscura infundir en su ser, disfrutando del poder, pero también había experimentado la pérdida de control, dañando a aquellos que amaba. Era como una danza peligrosa, una melodía hipnótica que lo llevaba al borde del abismo.

— ¿Por qué luchas contra mí? — preguntó Azazel, su voz venenosa como el susurro de una serpiente en la penumbra — Soy tu verdadero yo, liberado de las cadenas de la moralidad y la debilidad.

El adolescente, su rostro una máscara de férrea determinación, respondió:

— No eres mi verdadero yo. Eres una sombra que intenta consumirme, pero no te dejaré ganar.

Azazel se rió, un sonido que resonó como un eco de locura en la mente del joven.

— Soy el que te hace fuerte, el que te da poder. Sin mí, eres débil y vulnerable.

El adolescente cerró los ojos, permitiendo que los recuerdos fluyeran. Vio las veces en que había cedido a Azazel, disfrutando la adrenalina de la rebelión y el efímero sentimiento de control. Pero también recordó los momentos de dolor, cuando había perdido el control, hiriendo a los seres queridos. Esa no era la fuerza que deseaba.

— No — dijo, abriendo los ojos y mirando directamente al demonio —Ese no es el poder que quiero. Quiero ser fuerte sin perder mi humanidad.

La furia de Azazel creció, su presencia se intensificó como una tormenta en la mente del adolescente, una tempestad de oscuridad. Pero el joven se mantuvo firme, visualizando una luz blanca que crecía dentro de él, una llama de esperanza y determinación que expulsaba la oscuridad.

—¡No puedes vencerme! — rugió Azazel.

— Sí puedo — respondió el adolescente, su voz una roca inquebrantable — Porque soy yo mismo, y no te dejaré definirme.

La luz blanca se expandió, brillando con una intensidad cegadora. Azazel retrocedió, su presencia disminuyendo hasta desvanecerse en la oscuridad. El adolescente se sintió libre, como si hubiera despertado de una pesadilla opresiva.

Pero sabía que la lucha no había terminado. Azazel seguiría acechando, esperando su oportunidad para regresar. Sin embargo, el adolescente estaba preparado, armado con la determinación de ser él mismo, sin permitir que la oscuridad lo consumiera.

De repente, la luz que había utilizado para expulsar a Azazel comenzó a menguar. Un frío helado recorrió su columna vertebral. La voz de Azazel resonó de nuevo, no desde la oscuridad, sino desde la misma luz.

— Pensaste que podrías deshacerte de mí tan fácilmente. Yo soy parte de ti, una dualidad que nunca podrás erradicar. Siempre estaré aquí, en la luz y en la oscuridad.

El adolescente comprendió que la verdadera lucha no era expulsar a Azazel, sino aceptar su presencia sin dejarse dominar. Era un equilibrio frágil, un eco constante de la oscuridad que debía aprender a manejar. Con una nueva resolución, prometió no solo luchar contra Azazel, sino coexistir con él, sin permitir que ninguna de sus facetas definiera completamente quién era.

Con este nuevo entendimiento, el adolescente salió de su mente, preparado para enfrentar el mundo con una sabiduría renovada y una fortaleza auténtica, consciente de que la verdadera fuerza reside en la aceptación de uno mismo, tanto de la luz como de la oscuridad.

FIN




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.