Cadenas Del Alma

La Prisión De Miguel III

La Oscuridad Antes Del Amanecer

La brisa nocturna acariciaba los rostros de Michael y Elena mientras caminaban por el parque central, ahora restaurado y lleno de vida. Las estrellas titilaban como joyas en el manto oscuro del cielo, sus luces ofreciendo una serenidad que ambos anhelaban. Pero en la penumbra acechaba un nuevo enemigo, enviado por Astaroth para finalizar lo que él no pudo.

El enemigo, un demonio llamado Umbra, emergió de las sombras con la furtividad de una serpiente. Sus ojos eran pozos de oscuridad, y su presencia helaba el aire a su alrededor. Sin previo aviso, atacó a Elena con una rapidez devastadora. Michael apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ver a Elena caer al suelo, su cuerpo inerte, despojado de vida. Un grito de desesperación brotó de su garganta, resonando en la noche como un lamento desgarrador.

El dolor en el alma de Michael era insondable, como si cada fibra de su ser fuera arrancada y expuesta a una tormenta interminable. La tristeza lo embargaba, y en ese momento de vulnerabilidad, Umbra aprovechó. Con un gesto sibilante, el demonio lanzó a Michael a una prisión de sombras, un lugar donde la luz nunca penetraba.

La prisión era una caverna de desesperación, donde las paredes estaban hechas de los susurros de almas atormentadas. El suelo era un abismo sin fin, y el aire, denso y opresivo, se llenaba del eco de los gritos de dolor. Era un lugar donde el tiempo se desvanecía, y cada segundo se estiraba en una eternidad de sufrimiento.

Michael, atrapado en este laberinto de oscuridad, sentía cómo su esperanza se desvanecía lentamente. Sus pensamientos eran espinas que lo laceraban, recordándole su fracaso y la pérdida de Elena. Cada intento de liberarse era en vano; la prisión parecía absorber su fuerza, dejándolo más débil y desolado.

El dolor era un veneno que se filtraba en su alma, una sombra que devoraba su luz. Sus recuerdos de los tiempos celestiales eran como estrellas distantes, apenas visibles en el horizonte de su mente. Michael sentía que su ser se quebraba, cada grieta llenándose de la oscuridad de Umbra.

Pero en el momento más oscuro, una luz inesperada apareció. Luzbel, el ángel caído, descendió del abismo con una expresión de desafío en su rostro. Sus alas negras contrastaban con la luminosidad que emanaba de su ser, una paradoja andante entre la luz y la oscuridad.

— No lo hago por ti, Miguel, mi enemigo, — dijo Luzbel con un tono frío, sus ojos brillando con una mezcla de arrogancia y determinación — Sino porque odiaría escuchar a Astaroth vanagloriarse por toda la eternidad en el abismo si es que lograse vencerte.

Con un movimiento preciso, Luzbel deshizo las ataduras oscuras que retenían a Michael, liberándolo de su prisión. La luz celestial de Michael comenzó a brillar nuevamente, más intensa que nunca, mientras recuperaba su fuerza.

Juntos, ascendieron del abismo y confrontaron a Umbra, quien esperaba con una sonrisa malévola. El enfrentamiento fue feroz, como un torbellino de luz y sombra danzando en una batalla mortal. La espada de Michael, alimentada por su renovada esperanza y la inesperada ayuda de Luzbel, cortaba a través de la oscuridad de Umbra.

— ¡No podrán vencerme! —gritó Umbra, su voz resonando con una desesperación creciente.

— Siempre hay esperanza — respondió Michael, su voz firme y resonante.

Con un golpe final, Michael atravesó el corazón de Umbra, desintegrando su oscuridad en un estallido de luz pura. La paz regresó al parque, y Michael se arrodilló junto a Elena, sosteniéndola con ternura mientras la luz de su espada curaba sus heridas devolviéndola a la vida una vez más.

Luzbel observó desde la distancia, su expresión indecifrable. Antes de irse, lanzó una última mirada a Michael.

La ayuda siempre llegará de quienes menos nos esperemos, pensó Michael, observando al ángel caído desaparecer en la noche.

La ciudad, bañada en la luz del amanecer, despertó a un nuevo día, sin saber que en las sombras, una batalla épica había tenido lugar.

Michael, con Elena a su lado, sabía que la lucha contra la oscuridad continuaría, pero también que siempre habría aliados inesperados en los momentos más críticos.

FIN




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