La despedida con Jess y Nadia fue dura. Se podría resumir en muchas lágrimas y muchos pañuelos junto a algunas risas.
Las dos se presentaron en la puerta esa tarde con comida y bebida. Al ver el estado de mi habitación que acaba de vaciar no aguantaron más y se me tiraron encima y empezaron a llorar.
Por suerte mi hermano estaba allí y logró tranquilizar a las dos antes de que empezara yo también con los lloros. Mi hermano, Adrián, el salvador del mundo.
La noche la pasamos contando historias y riendo. Aunque el ambiente era triste todos sabíamos que esta situación era inevitable e intentamos llevarla lo mejor posible. Para terminar nos tumbamos todos, entre mi cama y el suelo, y pusimos películas. Fue la única forma en la que conseguí dormir.
Se quedaron toda la noche y a la mañana siguiente nos ayudaron a cargar el coche de alquiler de mi hermano justo antes de despedirnos.
- Nos llamas todos los días y nos cuentas todo lo que pase- dijo Nadia
- Además, como no sabemos donde vas, si tienes la oportunidad quiero que nos escribas o nos dejes un mensaje o algo. Si es posible queremos saber de ti- añadió Jess.
Las tres nos abrazamos y nos despedimos mientras me caían las lágrimas. Había tenido mucha suerte al conocerlas.
Una vez en el coche Adrián puso rumbo a casa. Mientras dejamos la universidad me pareció ver a alguien parado mirándonos salir pero no me dió tiempo a identificarlo.
Durante los primeros minutos solo se oía la radio pero veía a mi hermano nervioso, como si tuviera que decirme algo.
- He estado hablando con Mamá, le conté lo que me dijistes, de que querías prepararte de alguna forma.
Ah, con que eso era. Desde que me había enterado de la noticia no había hablado con mis padres, no quería contarles esto por teléfono aunque ya lo supieran. No se merecían esa conversación así.
- Quiere ayudar, me ha dicho que buscaría algo que te pueda ser útil vayas donde vayas- lo dijo mirándome, como si no supiera mi reacción.
La verdad es que había pensado en tenerlos apartados de esto, no quería preocuparles más pero sí ayudarme era lo que ellos querían no iba a evitarlo. Después de todo, me quedaba poco tiempo con ellos.
- Gracias, - eso era lo que menos se esperaba, porque me miró enarcando las cejas, preguntándome a que se debía - por ayudarme.
Ante eso suspiró.
- No te íbamos a dejar ninguno sola en esto, tranquila. Estaremos hasta el final- dijo mientras me cogía la mano.
Después de cinco horas en coche lo único que quería era bajar de él. Aunque habíamos hecho una parada a mitad camino, mis piernas ya no se acordaban de ella y querían estirarse.
- También me han dicho que hable contigo y te diga que están pensando en invitar un día a la familia pero depende de ti.
Me quedé pensando en ellos mientras llegábamos a casa. Por la ventana ya empezaba a reconocer las casas, la mía estaba en la siguiente calle.
Al girar lo primero que vi fueron a mis padres en la puerta. Adrián les había avisado de la hora de llegada cuando retomamos el viaje y allí estaban ellos, esperando.
A mi hermano no le dio tiempo a parar el coche, antes de que pudiera hacerlo yo ya había bajado corriendo hacia ellos. Lo primero que hicieron fue darme un abrazo, un largo abrazo.
Podía notar a mi madre temblando, se estaba evitando las lágrimas. Mientras que mi padre me apretaba como si no hiciera falta aire para respirar. Sabía que los dos estaban muy preocupados pero no había llegado a comprenderlo realmente hasta ese momento.
-Ada... - empezó mi madre.
- No pasa nada, estoy bien. Tranquila. - En ese momento me dediqué yo a consolarlos.
Durante ese día nos dedicamos a hablar, era como si no hubiera pasado nada. El primer día de vuelta de las vacaciones. Comimos todos juntos y contamos historias que habían pasado desde la última vez que nos habíamos visto.
Lo duro empezó al día siguiente.
- Queremos saberlo todo, lo que hablaste con la Agencia y lo que has decidido.
Estábamos los cuatro en la mesa y la conversación que estaba evitando ya había llegado. El primero en empezar fue mi padre y allí estaba yo, contándoles toda la historia desde el principio.
- Hemos estado hablando tu madre y yo, sabemos que quieres prepararte de alguna forma. Creemos que lo mejor que puedes hacer es volver al gimnasio y enfocarte en el físico. No sabemos lo que pasará pero eso nunca viene mal.
Ya lo habían preparado todo. Se habían puesto en contacto con un amigo suyo del barrio que tenía un gimnasio, ya habían pagado las tasas y me habían conseguido un entrenador personal. Empezaba el siguiente día.
- Ada, por cierto, - me dijo mientras cenábamos esa noche - te dijo Adrián lo de los abuelos, ¿no? - asentí - ¿qué piensas?
- Es el cumpleaños de la abuela en breves, ¿no? Decidles que vengan y lo celebramos.
Lo había pensado mucho y había decidido hacerlo. No me apetecía mucho pero era más por ellos que por mí. Por eso había pensado en el cumpleaños de mi abuela, era una oportunidad de no tener el foco en mí.
Esa semana empezaron a llegar familiares: mis tíos, mis abuelas y todos mis primos. Mientras la gente venía yo me dediqué a pasar tiempo con ellos y entrenar.
Poco a poco llegaron todos a mi casa y pudimos celebrar el cumpleaños. Aunque mis intenciones eran pasar desapercibida no lo conseguí. Mi abuela insistió en que me compraran el pastel y los regalos fueran para mí. Por mucho que me negué no conseguí convencerla de lo contrario. Cuando hablé con ella descubrí por que.
- Ada, cariño - estábamos sentadas en el sofá, una al lado de la otra mientras me abrazaba - siempre he creído que tu seguirías aquí y podríamos celebrar los cumpleaños que tuvieras mientras viviera pero ahora te vas. No quiero que te vayas sin un buen recuerdo y si tengo que invertir mi cumpleaños en celebrar el tuyo porque no estarás lo voy a hacer. - me cogió de las mejillas mientras lloraba - Por favor, dame este regalo de cumpleaños.