Antes de irse Alice se aseguró de dejarme ropa y decirme que tardara lo que quisiera. Quería que estuviera cómoda.
La ropa que me dejaron era muy similar a la de Alice. Consistía en una camisa negra junto a una falda larga que se ceñía a la cintura, también negra. El estilo me gustaba pero no era uno que me pondría yo por la calle sino para ir a una fiesta de disfraces.
Me señalaron donde se encontraba el baño y allí me dirigí. Cuando lo vi me sorprendí. Se trataba de una bañera, si, pero no la había visto así nunca.
En vez de la clásica bañera junto a la pared con un grifo o una cascada de esas por donde pudiera salir el agua había algo más viejo.
Estaba situada en el centro de la habitación, tenía forma de bañera pero le faltaba todo lo demás. Ya estaba llena de agua caliente, tanto que se podía ver el vapor salir, pero no veía por donde se había llenado. No tenía entrada de agua, alguien había traído el agua con cubos. Después de pasear la mirada por la habitación los encontré en la esquina. Alguien los había dejado allí.
Una vez me metí dentro del agua me puse a pensar. Lo que temía había pasado. Bienvenida a lo que hay tras Lux.
En mi cabeza había muchas preguntas pero lo que tenía que hacer antes era conseguir unas respuestas. Iba a escuchar a esta gente y a intentar aprender todo lo que pudiera porqué muchas de las cosas que había visto no tenían sentido.
Me quedé en el agua hasta que se enfrió y un poco más. No podía obligarme a salir de la bañera pero al final tuve que hacerlo.
Me costó salir del agua, fuera hacía mucho frío. Había un gran contraste respecto a la habitación en la que me había despertado, la chimenea se notaba.
Una vez fuera me puse la ropa que me habían traído. La ropa interior me la habían acercado más tarde y era la primera vez que la veía.
En vez de ropa interior me habían traído una especie de corset y una especie de calzones. Me tomó media hora averiguar cómo ponerme el corset. La suerte que tuve era que se ataba por delante y pude hacerlo sola. No quería imaginarme la vergüenza que habría pasado si hubiera tenido que buscar ayuda de alguien.
Una vez puesto, me sorprendió la comodidad. Había escuchado que apretaban y dificultaban el respirar pero este era cómodo, no estaba muy apretado.
Salí de la habitación un poco perdida. No sabía donde me encontraba pero parece que Alice me consideraba lo suficiente lista para buscarlos yo sola, o por lo menos me creía incapaz de crear problemas en su casa.
Descubrí que la casa tenía dos pisos cuando vi las escaleras. Al bajar empecé a oír voces e intenté seguirlas.
La casa era como un laberinto con muchos pasillos, unos pasajes anchos y espaciosos que en la pared tenían colgados diferentes cuadros y piezas de cerámica. Todo ello debía haber costado una fortuna.
- ... no podemos hacer eso. - Era un hombre, parecía cabreado y cansado, como si hubiera repetido lo mismo ya treinta veces.
- Diego, tienes que pedírselo. No podemos seguir así- esa era Alice. Seguía hablando con toda la calma del mundo, como si no le importara que el tal Diego estuviera cabreado o como si supiera que al final cedería.
Estaban en una salita pequeña, una especie de salón. Dentro se encontraban tres personas: dos hombres y Alice. Uno de ellos era un hombre joven, de mi edad, mientras que el otro sería mayor que Alice, de unos 50 años o así. El primero que me vió fue el mayor.
- Señora, caballero. Parece que tenemos compañía - dijo mientras me miraba. - Deja de discutir, Diego y saluda a nuestra invitada.
Entonces el joven era Diego.
Los tres iban vestidos con el mismo estilo de ropa. Alice se había cambiado su falda a otra del mismo estilo mientras que los dos hombres iban vestidos con traje y chaqueta. Diego se había quitado la chaqueta y se había quedado en chaleco y camisa. Llevaba una cadena colgando que parecía de un reloj de bolsillo y seguía de espaldas a mí, paseando.
El otro hombre, en cambio, estaba sentado frente a Alice y transmitía la misma calma que ella y vestía muy parecido a Diego solo que no se había quitado la chaqueta del traje.
- Bienvenida Ada, siéntese y coja lo que quiera de la mesa. Soy Henry James - me dijo mientras se levantaba para dejarme sitio.
Henry y Diego se quedaron los dos de pie mientras yo me senté.
- Por lo menos ya sabe hacer algo más que las últimas que vinieron.
Henry y Alice se giraron sobresaltados, mirando los dos a Diego, quién me miraba de arriba a abajo, evaluándome.
- Diego, te hacíamos con más educación. Haz el favor de comportarte- a Alice se le había acabado toda la paciencia que había mostrado antes y lo miraba con reproche.
Todo el disimulo salió de mi cuerpo. Si él iba a evaluarme sin importarle que lo viera, yo iba a hacer lo mismo. Era alto, pero eso ya lo había descubierto desde la entrada. Lo impresionante eran sus ojos, un vivo azul eléctrico, claro y resplandeciente acompañado de un pelo negro como la noche. Era una cara llena de contrastes con rasgos afilados y él lo sabía.
- ¿Qué? Es verdad, ella por lo menos sabe vestirse - no le importaba lo que Alice le había dicho. Llevaba una sonrisa engreída dibujada en la cara. En ese momento parecía un niño caprichoso.
¿Sabe vestirse? Como si tuvieran que enseñarme, tampoco es tan difícil.
- Déjala, las otras acababan de llegar. Ahora ya saben lo que hacen, no es su culpa lo que les pasa - después de eso se giró hacia mí.- Ada, querida, perdónale. No sabe cuando callar.
- Mira, no me importa lo que diga alguien que ni conozco ni me conoce pero quiero respuestas. Me dijiste que era difícil explicarme dónde estoy. Pues ahora tenemos tiempo, hazo.
No tuve intención de que mis palabras salieran cortantes, me habían tratado muy bien, por lo menos Alice pero así es como sonaron.