Completamente roja.
Así es como me quedé, menos mal que el camarero eligió ese momento para llegar con la comida. Mientras él dejaba los platos en la mesa, Diego me miraba, riéndose, y yo solo recordaba la sensación de sus labios en mi mano. Para distraerme me fijé en la comida que había pedido. Era la primera vez que la veía. Delante de mí, habían puesto una especie de estofado con patatas.
- ¿De qué es? - le pregunté a Diego pinchando con el tenedor la carne.
-No revuelvas. Es un estofado de ternera - podía ver en el plato la carne junto a cebolla y zanahoria. - Está bueno. Fíate de mí anda.
Bueno, no me quedaba de otra. Lo primero que probé fue la carne. Estaba tierna y jugosa y un montón de sabores vinieron a mi boca, junto a las patatas crujientes dejaban una combinación increíble.
Sin darme cuenta empecé a comer más rápido. Tenía hambre y estaba muy bueno. Al levantar la mirada vi a Diego mirándome y sonriendo. Cuándo abrió la boca para hablar me puse el dedo en los labios mandándolo a callar. No quería que comentara pero poco le importó.
- Tienes que aprender a confiar más en mí, Roja. - Al ver mi cara levantó las manos rápido, como si estuviera indicando un alto el fuego.- Vamos a seguir jugando va. Dime, ¿Quién es Ada Miller?
No sabía que responderle, así que empecé por lo fácil.
- Solo una chica de pueblo de 21 años.
Le dediqué una sonrisa inocente a lo que se rió.
- Venga, dame más.
- No, me toca. - Tenía ganas de preguntarle esto desde que Alice me contó su historia con él. -¿Por qué llevas el apellido Smith? Según tengo entendido eres un viajero, no su hijo.
Esto le hizo levantar las cejas, sorprendido, no se lo esperaba.
- Y empezamos fuerte - creo que no esperaba que escuchara eso. Carraspeó antes de seguir. - Soy un viajero, en eso tienes razón, pero llegué aquí muy joven. Era muy pequeño y era más fácil que un niño y una mujer compartieran apellido. Alice lo dejó todo listo con los papeles y lo hizo legal. Después de eso todos hicieron menos preguntas.
Eso me sorprendió, yo no habría cambiado mi apellido por eso. Lo único que quedaba de mi casa era lo que me ayudaba a dormir por las noches y mi apellido era una de esas cosas.
- ¿Por eso? Quiero decir, lo entiendo. Así era más fácil, pero era lo único que te quedaba de casa. ¿No lo echas de menos?
Parecía que solo yo lo echaba de menos, era el único que había conocido de casa y lo había dejado todo atrás.
Suspiró.
- Roja, en ese sentido no soy como tú. He pasado toda la vida que recuerdo aquí, con Alice cuidándome.
Me miró esperando que lo entendiera pero le hice un gesto para que siguiera.
- Ada, que Alice no sea mi madre biológica no la hace menos mi madre. Es la única que recuerdo que siempre ha estado allí. Para mí es mi madre. Cuando me propuso tener su apellido yo solo pude decir que sí.
Entonces me quedaba sola en mi situación. Diego solo recordaba su vida en Fothram y yo tenía personas que había dejado atrás y recordaba. Noté como los ojos se me empañaban e intenté despejarlos un poco. Para esconderlo me volví a centrar en la comida pero él se había dado cuenta. Me miraba con una especie de pena y algo más que no supe identificar.
Nos quedamos unos minutos callados, centrándonos en la comida. Solo se oía el ruido de los cubiertos contra el plato y las conversaciones lejanas de los demás.
Diego volvió a hablar cuando terminé con la carne.
- Dime, ¿quieres algo dulce? Aquí hacen una tarta de manzana increíble.
Durante semanas había sido conocida en la casa mi obsesión por el dulce. Algunas tardes, las peores, sólo era feliz si conseguía hacerme con un poco de helado o pudín. Durante esos días Diego no había estado presente pero no sabía si le había llegado la información, Alice se lo podía haber dicho; esto me lo confirmó.
Me miraba con esperanza en los ojos, quería que lo aceptara, quería animarme y ser él el que lo hiciera. No pude evitar devolverle la sonrisa y decirle que sí.
Antes de salir nos cruzamos con un grupo de nuestra edad. Algunos saludaron a Diego y se fueron pero uno de ellos se quedó a hablar con nosotros.
- ¡Diego! ¡Desaparecido! - Así que había desaparecido de todo el mundo. - Yo también quiero hacer lo mismo, desaparecer y volver con una señorita tan guapa como ella.
Era un chico alto, desgarbado. Cuando acabó la frase me guiñó un ojo, le gustaba bromear.
Su frase hizo que Diego soltara una carcajada.
- El trabajo ha estado ocupado, Ron. Prometo dejarme caer pronto por aquí. Nos tomamos unas cervezas.
- Te tomo la palabra amigo.
- Te presento a Ada Miller - me acercó a él con su brazo. - Está viviendo en casa de Alice ahora. Ada, este es Ronald.
- Llámame Ron, por favor, y ,por cierto, he oído los rumores - se acercó un poco para bajar la voz- pero entre tú y yo, eres más guapa de lo que decían.
- Encantada, Ronald. Ya creía que este vejestorio -¿vejestorio? ¿Cuántos años tenía? - no tenía amigos, con la forma que tiene de trabajar podía pasar perfectamente por alguien de 50 años.
Ah, entonces no era tan mayor. Si que era verdad que en determinados momentos se comportaba con más madurez de la que le correspondía pero conmigo había pasado poco. Siempre que lo había visto así había sido trabajando.
- Ja, Ja, Ja. - Diego intervino pero ninguno de los dos le hicimos caso.
- Tranquila que todos lo sabemos, yo soy el joven y guapo de esta relación.
Eso me hizo reír, Ron parecía tener algún año más que Diego y, aunque era atractivo, no podía rivalizar con él. Me dió la sensación que los dos lo sabíamos porqué cuando se giró a mirarme me guiñó uno de los ojos.
Este chico me iba a caer bien.
- Cuando decida que este chico no vale nada ven a buscarme. Te presentaré a alguna de mis hermanas, así tendrás mejor compañía.