Alguien me había cogido en brazos.
- Tranquila, Ada, shh- no no no - Roja, soy yo.
La segunda vez habló con más fuerza.
Roja.
Era Diego.
Estaba a salvo. Podía relajarme. Todo volvió a quedarse a oscuras.
Calor.
Volvía a sentir calor. Esta vez mi cuerpo estaba entumecido pero no de frío si no por claro. Tenía encima de mi todas las mantas que me pudiera imaginar, pesaban mucho.
Al abrir los ojos me di cuenta, estaba en mi habitación pero no pude mantenerlos abiertos durante mucho tiempo. Me dolía todo el cuerpo pero sobretodo me dolía la cabeza. Me costó volver a abrir los ojos, tuve que probar varias veces, alguien se había dejado una luz encendida y mi cabeza no podía soportarlo. Todo me daba vueltas.
Sentada en la mesa delante de mí se encontraba Alice que al verme despierta dió un salto y se acercó.
- Ada, cariño. ¿Estás bien? - intentó cogerme la mano pero no pudo, estaba atrapada debajo de tantas mantas.
- Necesito... respirar - me costaba hablar, mi voz salía baja y entrecortada, mis labios estaban secos, dolían. Encima tenía la garganta seca.
Al escucharme empezó a retirar alguna de las mantas y las dejó en la silla en la que estaba sentada.
- Teníamos miedo de que pasaras frío. Cuando te trajo Diego estabas a punto de quedarte azul. - ¿Cuándo me trajo Diego? - Espera un momento, voy a decir que te preparen algo de comer, llevas mucho tiempo inconsciente. Te sentará bien.
Pude oír como bajaba rápido las escaleras y las voces de dos personas más, supongo que Henry y Diego. No tardó mucho en volver a subir.
- ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo llevo en la cama?
Ante esto se me quedó mirando.
- ¿No te acuerdas?
- Mi memoria está un poco difusa. - No podía concentrarme en los últimos momentos de la noche anterior.
- Llevas más de un día en la cama, Diego te trajo hace dos noches.
Dos noches. No había estado tanto tiempo durmiendo nunca.
- ¿Y me trajo de...?
- Esto... - no quería responderme, sus ojos miraban a todas partes menos a mí.
Antes de que pudiera seguir preguntando llamaron a la puerta. Por ella entró Diego con una bandeja de comida y me la dejó en el regazo.
Pude ver como Alice me miraba con el ceño fruncido. Parecía que estaba esperando algo, que saltara o me pusiera a gritar. No pude aguantarle la mirada y me centré en la bandeja.
En ella había un sandwich de jamón y queso con un zumo al lado. Empecé a comer un poco y cuando me di cuenta ya no quedaba. Escuché como Alice y Diego se reían.
- ¿Quieres otro, Roja? Puedo bajar a la cocina rápido.
No respondí, notaba como mi cara ardía y mi única reacción fue taparme la cara con la bebida. Eso solo ocasionó más risas.
Diego se había quedado parado en medio de la habitación mirándome con media sonrisa pero después del sándwich se convirtió en una entera.
- Me alegro de verte bien, Roja. Me habías pegado un susto. - Mientras hablaba ocupó el sitio que había dejado Alice.
- Me han dicho que te lo tengo que agradecer a ti, tú me trajiste.
- Creo que he perdido años de vida. Me asustaste bastante cuando te vi en el suelo.
- ¿Cómo lo supiste?
Se cogió la cabeza con las manos, como si estuviera pensando como continuar. Alice se acercó y le puso la mano en el hombro
- Os voy a dejar solos, si necesitáis algo más me avisáis.
Diego esperó a que saliera para empezar a hablar.
- Cuando llegué a casa esperaba que estuvieras aquí pero no te encontré entonces volví a la oficina a buscarte. De camino me encontré con unos amigos- hablaba como si le costara decirlo, con un tono enfadado. - Antes de llegar a la oficina vino uno de ellos corriendo diciendo que sabías donde estabas.
Paró un momento antes de seguir.
- ¿Recuerdas algo?
- No, ¿que pasó?
- Te encontraron tirada en el suelo. Me dijeron que habían visto como un hombre te zarandeaba y al verlos te dió un golpe en la cabeza.
-¿El hombre? - a medida que lo contaba me empezaron a venir los recuerdos de esa noche.
Mis manos empezaron a temblar. Tendría que haberle dicho a Alice que no se llevara las mantas, por lo menos Diego no me estaría mirando con esa cara de preocupación.
Miraba fijamente mis manos, tanto que intenté esconderlas debajo de mi cuerpo.
- Mientras él corría ellos se quedaron contigo, me llamaron y te traje a casa.
Mientras Diego hablaba me había caído el pelo en la cara. Al intentar apartarlo me toque la sien y eso me hizo saltar.
Auch.
- Con cuidado - Diego se encargó de retirarme el pelo y recogerlo. - Tienes un moretón en la frente y... en más sitios.
- ¿Dónde?
- Voy a por un espejo al baño, así te ves.
Trajo el mismo espejo que la primera vez que vine a esta casa. Al cogerlo pude ver como mi ojo derecho estaba de color morado y mi labio estaba partido, por eso me dolían los labios.
Los ojos se me empezaron a encharcar, intenté parpadear para pararlo.
- Lo siento.
- ¿Lo siento? ¿Por qué?- se levantó sorprendido del sillón, acercándose hasta la cama.
- Me dijiste que no saliera por la noche, que te esperará y mira lo que ha pasado. - Podía notar las lágrimas cayendo por mis mejillas, no las podía controlar.
Para evitar que me viera me hice hacia un lado, dándole la espalda. Eso hizo que suspirara y se sentara a mi lado. Noté como su mano se apoyaba en mi hombro.
- No es culpa tuya, ¿lo sabes verdad?- Pude notar su aliento en mi nuca, se había acercado mucho.
Pero yo ya no podía hablar, no podía dejar de pensar en esa noche y lo que podía haber pasado si no hubieran aparecido los amigos de Diego.
Las lágrimas se convirtieron en sollozos, no sabía ni porqué lloraba, si por lo que pude haber sido o no fue, por molestar o porqué no podía moverme sin que me doliera todo el cuerpo.