Estaba vestido como Henry y Diego, un traje con chaqueta negro y solo lo había visto de perfil pero no podía negarlo, ese era Ray. Lo había visto una vez en mi vida, ese día en el salón de la universidad cuando por primera vez había visto la lista, pero no se me iba a olvidar nunca. Ese pelo rubio y ojos oscuros no dejaban dudas. Además, era el mismo hombre que me había ayudado la noche del ataque, por eso no me habían contestado cuándo pregunté, me lo habían estado ocultando.
- Me he pasado todo el tiempo que ella ha estado aquí sin verte, sin pasar tiempo con mis amigos. Ahora no vas a echarlo todo a perder porque te hayas encoñado de ella.
Sí, era Ray. Esas palabras sólo podían salir, como poco, de otro viajero.
- No hables así...
No seguí escuchando la conversación. Podía sentir las lágrimas bajar por mis mejillas, no podía escuchar nada más. Tenía que salir de ahí.
Despacio di media vuelta y me dirigí hacia la puerta. Abrí cuidadosamente, tenía que pensar, no podía ni quería que me oyeran. Una vez fuera me quedé parada, ¿dónde podía ir?
Sin saber un destino mis pies empezaron a andar. Noté como algunas personas se quedaban mirándome, no quería ni saber las pintas que llevaba. Sin darme cuenta llegué al lago dónde había pasado tanto tiempo los primeros días. No pude hacer más que sentarme en el banco, mirando el horizonte.
De repente empecé a reír. Como cambian las cosas. Hace una hora estaba en el despacho, ilusionada pensando en venir a cenar aquí con Diego y aquí estaba llorando porqué las personas en las que había confiado me habían traicionado.
Subí las piernas al banco y doblé los brazos sobre ellas. Me quedé allí durante horas con la cara apoyada sobre los codos. No intenté secarme las lágrimas, solo las dejé caer. Pude notar como se secaban en mis mejillas y cómo el viento cortaba mis labios.
¿Qué iba a hacer ahora?
Tenía claro que no podía confiar en nadie pero no sabía que podía hacer. Aunque...
Me quedé dormida apoyada en la silla mientras pensaba en mis siguientes pasos. Estaba agotada.
No me había despertado en tantos sitios extraños desde que llegué aquí, eso lo tenía claro.
Al abrir los ojos sentí una presencia a mi lado. Alguien me había puesto una manta encima y se había sentado, esperando a que me despertar en el banco. Cuando me di la vuelta vi a Diego. Estaba enfadado, se le notaba en la cara. En cualquier otro momento me habría abrazado y se hubiera pegado a mí, pero en este caso no lo hizo. En parte lo agradecí, no sabía como iba reaccionar a su cercanía.
Me miró mientras me incorporaba, pude notar como sus ojos recorrían mi cuerpo, desde mi cara con los rastros de lágrimas hasta mis manos que se aferraban a la manta. Había caído la noche.
Estuvo un rato mirándome solo, ninguno de los dos quería comenzar la conversación.
- Creía que teníamos un trato, creía que estarías en el despacho - estaba serio, en su voz se notaba como se contenía.
Me quedé callada, ¿quería que supiera que los había escuchado? No, eso lo tenía claro y más si iba a seguir con mi idea.
Suspiró ante mi falta de respuesta.
- Ada, ¿sabes lo preocupado que estaba?- su voz se cortó mientras hablaba y carraspeó antes de seguir- me he pasado horas buscándote.
Se frotó la cara con las manos y respiró por unos momentos. Todavía no me había movido, seguí observando, prefería que él acabara de hablar. Así aclaraba mis ideas.
- Llegué al despacho y lo encontré vacío, todo revuelto. - Así lo había dejado yo cuando salí. - Me imaginé lo peor.
En ese momento estiró la mano para tocarme pero no pude evitar saltar, esquivándola. Me miró fijamente con la mano en el aire, sin esperar mi reacción. No le hice caso, volví a mirar al frente. Eso lo hizo volver a suspirar.
- Tuve suerte de que cuándo salí de ahí, buscándote como loco, me encontré con una de las vecinas y me dijo que te había visto correr hacia aquí.- En ese momento se giró completamente hacia mí y volvió a intentar cogerme la mano. Le dejé. -¿Vas a decirme qué ha pasado?
Intenté tranquilizar mi respiración, esta se había disparado mientras hablaba no podía dejar de pensar en la conversación que había escuchado.
La estáis engañando.
Eso es lo que había dicho, él había participado.
Mi voz temblaba un poco cuando empecé a hablar.
- No podía estar más ahí dentro - no lo miraba, muchas veces me había dicho que no sabía mentir pero no podía dejar que descubriera la verdad. Ahora mismo no podía enfrentarle. - Las hojas y los papeles no conseguían distraerme ya. Es el cumpleaños de mi abuela.
No sabía de donde había salido esa mentira, el cumpleaños de mi abuela acababa de pasar cuando llegué a Fothram, había sido el 3 de enero. Pero debió de colar porqué su única respuesta fue abrazarme.
- Antes de que me diera cuenta estaba aquí - me forcé a pensar en la conversación,una lágrima cayó, solitaria. - Los echo mucho de menos, solo quiero volver a verlos.
Le estaba dando la oportunidad de decirme la verdad, quería creer que Diego podía ser sincero sobre este tema. Todo lo que había pasado no podía ser falso y esta era su oportunidad de demostrarlo.
Sentí como sus brazos se tensaban a mi alrededor y cogía una respiración más profunda pero no dijo nada. Solo pude maldecir en silencio, ¿por qué no decía nada?
Más lágrimas llegaron a mis ojos. Lo poco bueno que había encontrado en este sitio habían sido las personas, él en especial pero se me estaban cayendo todas poco a poco. Al verlo discutir con Alice y con Ray sobre el tema pensé que podía estar de mi parte, pero no.
- ¿Sabes lo más gracioso?
- Dime - casi no podía escuchar su voz, hablaba pegado a mi pelo, en susurros.
- Que mientras corría hacia aquí me ha parecido ver a alguien de la universidad, pero eso es imposible, ¿verdad?