Caehal #1 - Imperio Agilán

CAPÍTULO III: LOS MISTERIOS DEL PRÍNCIPE

    ILAN MILLER

    Estaba sentado en la cama, mi espalda se apoyaba en la pared y sostenía en mis manos aquel diario. No debería leerlo. No debí tomarlo en primer lugar. Sus esquinas doradas estaban arrugadas; es solo oro falso, y también el material del diario era blando y de aspecto frágil. Dejé el libro de lado y encendí la lámpara de aceite que estaba encima de la mesa de noche; un mísero rayo de luz que alumbraba poco para mi vista, puse mis pies sobre el frío suelo de piedra y me acerqué a la ventana para cerrarla y volví a mi cama. 

    Tomé nuevamente el libro entre mis manos y mantuve mi mirada entera en los detalles del título, entonces me dije: «Sí, parece real», abrí el libro y me posicioné en la primera hoja que decía:

    DÍA I

    Llevo tres días en medio del bosque, aún recuerdo el momento en el que mi padre me asesinó… tuve mucho frío en ese entonces, todo me parecía terrible, ¿quién diría que todo fue parte del teatro y el titiritero ideó mi “muerte” para que solo fuera como una niebla que escondía el verdadero suceso? No sé bien qué sucedió, pero aquí estoy escribiendo estas memorias. No he conseguido aún nada de comer, pero un poco de agua del río me ha ayudado a mantenerme firme; mis poderes han estado debilitados por la espada de mi padre por eso no he podido llegar velozmente a Shaox o a un pueblo donde pueda comenzar mi vida. 

    ¡Al fin! Han pasado unas doce horas desde que escribí esto, no sé por qué pienso que alguien leerá esto, en fin, ¡capturé un pez! Usé los cristales de oxymir que alberga el calor ardiente y asé el pez sobre los cristales. Exquisito por cierto. Ahora, ¿qué fue lo que sucedió con exactitud aquella noche? La verdad, después de ser atravesado por la espada y estar abandonado, sí morí, pero reviví por la ayuda de un celeste (Lo cual es extraño pues no interactúan de manera directa con los seres humanos), estaba frente a mí y ella me susurró: 

    Aún no es tu hora de morir. Despiértate y huye.

    Odio a los celestes, a pesar de su poder divino y universal, son arrogantes por lo mismo. Pero le debo el respeto a aquella dama que me salvó y me trajo de vuelta a lo que era. La herida de espada desapareció, estaba sano, el único defecto eran mis poderes que prácticamente no los lograba sentir. Desde ese día corrí hacia el bosque y ahora estoy en la frontera mágica de Prahux; lastimosamente no puedo cruzar pues seré detectado por mi sangre imperial y es por eso que debo quedarme en el bosque probando un hechizo de camuflaje interno y externo. 

    Han pasado unas cuantas horas desde que hice el hechizo y funcionó, mi sangre solía tener destellos aguamarinas por ser heredero, pero al cortarme y ver mi sangre, aquellos destellos desaparecieron por completo. Eso era lo que me preocupaba, mi sangre. Es entonces cuando me dirigí con mucho miedo al portal de ingreso al país; recuerdo la mirada de los guardias al hablarme, toscos y fríos cortaron la palma de mi mano para observar mi sangre y efectivamente, solo se manchó del líquido rojizo sin ninguna marca representativa. ¿Por qué hacen esto? Mi cuerpo fue dado desaparecido luego de ser asesinado, revisan a todas las personas, incluso a los cadáveres o al menos los recientes. Logré alquilar una habitación de uno de los pequeños hoteles por un mes, quería comprar una casa en este lugar o en Shaox. Dejaré este pequeño libro y en unos días cuando suceda algo nuevo, volveré aquí. 

    La lluvia comenzó a caer, no sé qué hora es exactamente pero la pequeña gota de somnolencia que tenía, se desvaneció, un interés similar al que pude sentir del cántico surgió en mi corazón. Tengo mis dudas respecto al contenido de esto, pero ¡no puede ser más real! Debía terminar de leer el pequeño diario. 

    DÍA II

    El rumor de que los hoteles plebeyos tenían poca higiene, es cierta. Apenas pude dormir en la  cama pegajosa y húmeda; el hedor que expedía tampoco era agradable. Pude conocer la verdadera vida de un plebeyo; tuve que trabajar en una repostería (algo milagroso, por cierto) los jefes eran una pareja de ancianos con un linaje de pan inmenso y de gran sabor, en cambio, los reposteros del imperio no lo hacían del todo bien. Aquellos ancianos me contrataron por mis bellos atributos físicos, no los pude contradecir —nótese mi ironía—. Aquel lugar se inundó de clientas que buscaban todos los días y tres veces en el mismo día; aman los panes o pasteles recién hechos, aunque también debo admitir que la fama no es solo porque mi rostro esté en la puerta cuando entran. 

    Con el pago de ese lugar pude comprarme una casa justo después de ser echado a la calle por mora en el pago; reunía todo lo que pagaban y comía mediocremente. Pero mi objetivo se logró: aquella casa de dos pisos construída de piedra lisa y algunos detalles de madera, era físicamente hermosa, tenía un pequeño balcón, la cocina era medianamente grande y la sala logró albergar dos sillones y una silla mecedora se encontraba en el antejardín. Para una persona era perfecto. 

    Volviendo al tema importante, mis padres. 

    Los emperadores de Caehal, cada año tienen reuniones en un capitolio para tomar decisiones, aquellas reuniones la denominan La Gran Asamblea. Hubo una reunión cuando tenía diez años, estaba en camino a ser elegido como príncipe imperial de Agilan, pero mi hermana predominó todas las tareas que se nos encargaron; todo lo hacía con la excelencia que la caracteriza. Mis padres perdieron la fe en mí, solo me colocaban en las cosas qué hacer para cumplir con el reglamento impuesto por ellos mismos, no tenía opción contra mi hermana, ella iba a ser la denominada princesa imperial. 




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