Caehal #1 - Imperio Agilán

CAPÍTULO IV: ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

Una ventisca azotaba Yorm. Cada viento y copo de nieve golpeaba las tiendas; carteles e incluso personas; capas y capas de nieve se extendían por el bosque hasta el muelle; muchas de las tiendas por ende estaban cerradas. Ahí caminaban contra la corriente, Ilan y Mally, quienes buscaban la Tienda Osg, un lugar donde encontrarán todo tipo de libros de hechizos y magia, tanto maligna como benigna, aquel libro que buscaban los ayudaría a devolver los elementos de Ilan. El ambiente feroz del lugar oprimía cada uno de sus pasos que se hundían en la nieve; ambos luchaban contra el opaco ambiente y sus ojos cada tanto se cerraban porque parecían congelarse; es entonces cuando un rastro de esperanza llegó cuando en la poca vista, lograron visualizar el nombre del lugar. Caminaron con más fervor y entraron por esa puerta de madera rústica y el cálido ambiente hizo contraste en sus cuerpos.

Rodeados de grandes estanterías repletas de libros; poca iluminación y el segundo piso tenía unas cuantas mesas en las cuales servían para la lectura; un aroma anticuado se extendió por el lugar y así impartió la comodidad necesaria que necesitaban sus cuerpos; en eso una chica adulta pero de rostro juvenil abrió la cortina y dio paso a una sonrisa bellísima.

—¡Hola! Me presento soy Jina y estoy aquí para atenderlos. —Entrecruzó sus manos y esperaba una respuesta ante aquellos dos clientes que lucían aún asombrados por lo hermoso que era el lugar.

—Necesitamos el libro Hosten, ¿está aquí? 

—La copia. —Aseguró ella con una sonrisa nerviosa pues notó la mirada de desaprobación de Mally—. No se preocupen por el contenido, como librería nos encargamos de que todo sea exacto al original.

 

—¿No es eso ilegal? —inquirió Mally y se cruzó de brazos—. Hasta donde sé la falsificación es ilegal en el imperio Vetiew.

—El imperio nos provee los libros. —Mally indignada, estaba dispuesta a irse y viajar millas a mar abierto, solo para encontrar aquel libro original—. Además es un libro escrito por los celestes, el obtenerlo tiene un costo invaluable, estar agradecidos con los celestes de que se nos permite falsificar y que esté a la mano de todos quien quiera. —La sonrisa se mantuvo.

Ilan intervino como un ser pacifista:

—Mally, miremos si el hechizo está en el libro que ella dice si es así podemos llevarlo, ¿cierto? —Ilan observó a Jina quien admiraba algunos libros. 

—Por supuesto. —garantizó.

Jina al recibir luz verde de aquella chica pelirroja, asintió y se dirigió hacia la estantería de los libros mágicos, pidió ayuda de Mally para asegurarse de que ese fuese el libro que necesitaban. Ilan  por su parte se quedó en la entrada se dio cuenta que un poco de nieve de afuera lograba entrar por el hueco que está debajo de la puerta  a pequeños centímetros del piso. Él de pequeño siempre ha sido un amante de los libros, aquel objeto fue su gran acompañante cuando huyó de su hogar antes de ser transferido al linaje real, parte de su vida se basa en los libros leídos pues sus padres no se tomaron el tiempo de enseñarle sobre el camino que algún día correría, en cambio, los libros sí lo hicieron. Su mente estaba espabilada tanto así que había olvidado por completo el hechizo al cual estaba atado y es entonces cuando lo intentó: 

—¡Axel Agilan está…! —Su garganta se cerró y comenzó a asfixiarse, procuró mantener la calma pero era imposible. «Qué estúpido eres, Ilan Miller», pensó, cuando repentinamente sintió que sus cuerdas vocales volvieron a soltarse y soltó un gran “ah” de dolor, es entonces cuando el descanso llegó a cada centímetro de su ser.

—Craiggor. —Una voz anciana de una mujer llegó a los oídos de Ilan—. ¿En qué te has metido muchacho? —La mujer tenía un bastón que la sostenía, se acercó con lentitud y le tendió la mano a Ilan quien aún extrañado correspondió a esa ayuda, se alejó del chico  y se sentó en una pequeña silla de madera—. Debe ser terrible.

Ilan observó de pies a cabeza a la mujer, un aire de desconfianza llegó a su sentido de percepción pero la otra parte le decía: “tal vez es solo la dueña”. Se apoyó contra la pared del lugar y después le dirigió la palabra:

—¿Qué es terrible?

—El silencio y la reticencia que debes mantener por el hechizo.

—Debe serlo. —Aclaró su garganta. «¿Por qué se tardarán tanto?», la duda llegó a su cabeza con gran esplendor. Es entonces cuando percibe la incesante mirada de la anciana; por un momento incluso puede parecer algo tenebrosa—. ¿Qué sucede?

—¿Puedo contarle una historia mientras las chicas llegan? —Una sonrisa inocente se extendió con temblor, Ilan asintió y entonces ella comenzó a narrar—. Había una vez una niña que nació en cuna de plata; sus padres eran pertenecientes a la clase anoah pero eran de los únicos que tenían los títulos de barón y baronesa. Su vida era hermosa, hasta que por un acto que cometió su padre, hizo que perdiera aquel honorífico. Por ende su padre comenzó a emborracharse y a serle infiel a su esposa con más frecuencia, ambas estaban para él pero nada mejoraba. —La única ventana que permitía una vista hacia la tormenta de afuera, se abrió de par en par, Ilan por tal repentino estruendo corrió a cerrarla de una vez. La anciana ignoró tal suceso y simplemente continuó con su historia—. Una noche el jefe de la casa llegó en silencio por los pasillos y asfixió hasta la muerte a su esposa, la niña por su parte estaba en su habitación y él para soltar su dolor; desfloró a la niña tan solo a la edad de doce años. Huyó la pequeña en busca de una verdadera familia y de tanto recorrer logró llegar a las puertas de esta librería, me alegra haberla tomado como mi hija. 




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