Caehal #1 - Imperio Agilán

CAPÍTULO V: FAMILIARIDAD

DÉMIAN MILLER 

    En el año ciento diecisiete después de la era de la Evolución, me encontraba en Sleilitone, en ese entonces el país más poderoso en todos los aspectos; económicos, militares, en riquezas. Tenía todo para conquistar a los otros imperios inferiores. Ilan entrenaba contra dos hechiceros de Zoar y contra el gran psíquico de la corte imperial, los tres atacantes sudaban como nunca, estaban nerviosos y muy agotados. Por otro lado, mi hermano parecía contento con lo que hacía, atacar y atacar con grandes movimientos secos y fuertes.

    Entonces dieron fin al entrenamiento por agotamiento de los tres; estaba en las sillas de ladrillo en una altura donde podía observar todo lo que sucedía en el coliseo. Ilan desde allá dirigió una mirada de agrado y yo solo sonreí, ¿siempre ha sido tan orgulloso? Desde lejos pude notar la mirada frívola de Gyran, el psíquico, sobre aquel Miller que hizo mostrar su lado más blando «Idiota», pensé. En unos minutos bajé hasta llegar a la zona de descanso donde estaba Ilan, entonces lo halagué:

    —El guardián élite y líder más importante que he conocido en mi vida. 

    —Te lo dejaré pasar porque eres mi hermano, Demian. —Sonrió con cierto deje de aburrimiento. 

    —¿No estás feliz de ir a tu primera misión como élite del mismo emperador? —Me acerqué a él y con un movimiento leve, le desordené el cabello que mi madre con tanto esmero le había hecho  

    —Sí, pero siento que algo va mal. —dijo como si nada en ese momento le importara.

    —¿Pero qué dices? —vociferé con molestia falsa—. ¡Tienes todo en la mesa para marcar un antes y después en las historias imperiales e incluso de Caehal! No te dejes llevar por pensamientos molestos. 

    Solo sonrió y después de una despedida de abrazo terminé solo en aquel mísero monumento de roca. 

    Esa misma noche los escogidos de élite salieron para la misión, en eso estaba mi hermano, sabía que iba a regresar pero no iba estar allí pues también estaba en una misión muy lejos de Sleilitone. Cuando pasaron las semanas y regresé al mismo lugar; no esperé que el corazón de un imperio se opacara tanto; estaban en recuperación de una catástrofe que había avanzado, mi rostro alegre se oscureció al ver los cuerpos que se quemaban pues no había suficiente espacio para enterrarlos a todos. No esperé para llegar al palacio e informarle al emperador de la misión; corrí con todas mis fuerzas a pesar de que la armadura ya lastimaba cada centímetro de mi cuerpo, me dirigía a casa de mis padres, ellos y mi hermano deben estar allí. Mi cuerpo se paralizó cuando me enteré que la casa en donde crecí, en donde pasé los mejores momentos de mi vida; aquella casa estaba destruida en su totalidad y tres lápidas estaban frente a ella; un sentimiento depresivo ahogó mi mente y presionó mi pecho; lloré, siempre he sido alguien que esconde todo lo que siente pero en ese entonces no quise hacerlo, solo lloré. 

    A mis oídos llegó el rumor de lo que había sucedido; mi hermano se había convertido en anoah poco tiempo después de que llegara de la misión. Cualquier se podría airar pero sabía de dónde provino tal conversión, entonces mi corazón se nubló de remordimiento y llegué a uno de los ducados más importantes del imperio Agilan; pero no fui discreto; por donde iba hacía notar mi paso; casas y casas eran destruidas, algunas personas heridas. Destruí la entrada del palacio del duque que dominaba las tierras de Auvrun, y entonces él gritó:

    —¡Yo lo sabía! Los Miller son la peste del imperio, deberían dejar de existir. —Lanzó unas esferas de luz azulada que podrían congelar mi cuerpo en instantes; usé un poder de reflejo que sólo devolvió aquella esfera con más potencia y tamaño, por ende el duque no pudo esquivarlo y parte de su cuerpo se congeló enteramente.

    Me acerqué al cuerpo del duque; mi oído sensible escuchaba los pasos de la caballería que llegaba al lugar. Debía ser rápido. Toqué su frente y de inmediato todo el poder y sus elementos fueron transferidos a mí; sonreí leve cuando escuché el último suspiro de vida de aquel hombre que se convirtió en un saco de huesos con piel descolorida. Lo había asesinado y no me enorgullezco por eso, pero para lograr mi plan debo estar al nivel de mi hermano.

    Y entonces me arrestaron y me condenaron a ser aserrado en privado. 

Era la medianoche del tercer día de la semana, los guardias del palacio de Khamos disfrutaban de su salario en las tabernas en rededor; el bullicio y las carcajadas sonaban fuera de los lugares de licor. El tema principal de las conversaciones eran: "mujeres y riquezas", tenían la rudeza de referirse a sus esposas como débiles y dependientes. La gran mayoría de la población varonil del mundo opaca a las mujeres y no permite que estas —sin algún derecho— tomen cargos nobles. La puerta de la taberna se abrió y dio paso a un hombre vestido de telas finas; solo tenía metal en sus hombreras color gris, no demostraba ser rudo, más bien fingía tener un aire de fragilidad, típico de los duques o marqueses. Por supuesto, yo, Demian Miller era ese hombre que con solo su presencia hizo callar las bocas de todos en el lugar. 

    —Patéticos. —No disimulé en mi hablar, lo dije con la intención de que todos escucharan. Me senté frente a la barra y pedí una cerveza dulce, no tardaron ni cinco segundos para que todos se acumularan a verme actuar, al lado mío se hizo un hombre con la piel de almendra y sus ojos frívolos que solo provocó reírme en su rostro.




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