«¿Cómo podría ignorar esto?», pensó Blake después de mirar el rollo con el sello violeta. Aquel sello tenía cuatro símbolos que hacían referencia a los imperios que lo citaban a la reunión; fue prudente el medio por el cual llegó el rollo porque no alarmó al emperador ni a sus guardias. Después de guardar bien el rollo, caminó desde su habitación hasta la biblioteca pues pensó que él estaría allí; creó todas las excusas que su mente pudo procesar. Entonces cuando cruzó el umbral de la biblioteca, efectivamente Jina y Alexander estaban allí; su lectura era la misma —sobre los astros—; se acercó con tranquilidad hasta la segunda planta, ellos al verlo sonrieron de manera cálida y volvieron a su lectura.
Frente a ellos había una tercera silla vacía y allí él se sentó y dijo:
—Me tengo que ir. —Jina lo observó confusa, fue una conversación iniciada de manera repentina—. Debo aprender unas cosas que están en la academia y se me olvidó traer los libros cuando estaba empacando.
—¿Qué dices? ¿Cómo te irás si apenas está comenzando todo? —interfirió Jina y cerró el libro que leía—. ¿No es sólo una excusa? ¿Qué estás evitando, Blake?
Blake observó con súplica a Alexander, parecía que no sabía qué más inventar. Entonces él suspiró profundamente y cerró el libro que sostenía, asintió con la cabeza y aclaró de una manera creíble:
—Él debe irse por lo que dice, no puede concentrarse estando aquí. ¿Irás por medio de las plazas de transportación?
Blake asintió y después mostró una sonrisa de gratitud.
—¿Lo dejarás así nada más?
—¿Y por qué no? Confío en él y sé qué hará lo correcto e irá a la Academia. —En esto último Alexander observó con franqueza algunos de los rasgos de Blake donde se sabía que iba a notar la mentira; igual le restó importancia y dejó que se fuera, no sin antes avisarle al emperador.
Unos instantes más tarde, aquel hombre empacaba las cosas en una de sus maletas porque no tardaría demasiado; mientras que los guardias lo esperaban en la puerta para guiarlo a la plaza más cercana. Al salir de allí ellos lo guiaron por la puerta de atrás para no interrumpir la reunión que tenían los invitados con el emperador, entonces al tocar el pasto Blake sintió el verdadero pánico; se iba a reunir con las personas que sostenían a Caehal de sus posibles catástrofes; debía medir sus palabras y ser cuidadoso en todo lo que diga.
En el rollo que guardaba en el zurrón estaba escrito el lugar de reunión: “La mesa redonda de Arvik”, la capital del imperio Hunt. «Iré a la boca del lobo», pensó minutos antes de colocarse de pie en aquella plaza; el problema es que los guardias estaban allí tal vez para asegurarse de que iría a Yorm pero no, no iba hacia allá.
—¿Hacia dónde desea ir, muchacho? —murmuró un anciano anoah quien estaba encargado de esa plaza. Pudo ver los guardias que estaban ubicados detrás de Blake y entonces notó la incomodidad de él. Sonrió y concentró su mente en la de los guardias quienes de inmediato quedaron aislados de la realidad; sus pupilas se volvieron blancas como la nieve—. Ya no debes preocuparte, no escucharán una sola palabra de ti.
Blake miró hacia atrás para confirmar lo que dijo el hombre y evidentemente los guardias parecían títeres; fijó su mirada en el anciano y dijo:
—Hacia Omish, muchas gracias.
Y así los anillos verdes lo rodearon y llegó de manera inmediata al otro extremo del mundo; allí donde la nieve es igual de abundante que la esmeralda en Yorm. El frío penetró en los huesos de Blake quien recibió aquel golpe climático en su cálido cuerpo; entonces se abrazó así mismo e intento seguir por donde su mente le decía, pues con el rollo no vino un mapa de la ubicación del palacio como tal.
Estaba perdido.
El agotamiento había llegado, sus piernas temblaban al soportar su propio peso; su vista se iba de poco a poco; esperó de alguna manera que alguien lo ayudara pero nadie llegó, estuvo solo durante ese tiempo y después de unos segundos se debilitó y cayó, cerró sus ojos con el motivo de descansar; había recorrido demasiados kilómetros y parecía no salir de esa falsa montañosa. Pero sonrió cuando su pecho sintió algo cálido. Mas sin embargo, no aguantó más y se desmayó. Un orsek se acercó, lo olfateó como si se tratase de una presa y después de unos segundos lo tomó del cuello para después perderse en la niebla que se esparcía por la eterna extensión rocosa.
(...)
Cuando logró abrir los ojos estos fueron impactados por la luz de una fogata que estaba frente a él; Blake estaba acostado en una cama de seda que le impartía el calor necesario para poder descansar; a su lado había una mesa de noche que tenía encima una taza de káme recién servido, quien sea que lo haya hecho no podía confiar en él o ella, estaba en el imperio Hunt y tal vez pueda sentirse como un prejuicioso pero prefirió eso que comportarse como un inocente ante lo obvio de la vida; detalló la habitación y solo habían pequeños marcos de pinturas espectaculares de lugares que él no conocía y pensó: «Tal vez no sea tan malo como parece», cuando giró la mirada hacia la puerta notó que estaba entreabierta y una voz tarareaba una canción muy conocida para los caelanos, él se animó a irse porque notó que había una sola ventana en la habitación pero aquella idea se esfumó pues percibió los pasos venir hacia la habitación, entonces de manera rápida se hizo el dormido.
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Editado: 08.05.2024