AXEL AGILAN
Mis pasos en la tierra húmeda después de una llovizna en las tierras de Agilan era el único ruido perceptible a los oídos de cualquier persona que estuviese allí. ¿Quién diría que alguien como yo lograría estar de vuelta? Aquel traje ficticio que usé en mi escondite comenzó a desvanecerse y dio paso así a mi verdadero yo; mi verdadero cuerpo en estado de adultez.
Hace pocos minutos que crucé la frontera de Sleilitone, aún estaba lejos del palacio pero el aroma único de este lugar trajo a mí recuerdos memorables que había ocultado en lo más recóndito de mi corazón. «Tal vez la reacción de mi padre no sea la mejor, pero le exigiré lo que me corresponde», pensé cuando logré ver a lo lejos las montañas y aquel lago de renombre en las historias y cuentos, «estoy cerca». Había oído por parte de esa mujer sobre la coronación de mi hermana y por ende me apuré, quise que todos se dieran cuenta de mi llegada de la muerte.
(...)
Estaba frente a los guardias del castillo que parecían estupefactos y por ende no querían darme el paso, pero no tenía tiempo que perder así que alcé mi mano y dos muros de cristal emergieron del suelo y separaron a los guardias de la puerta de entrada. Seguí de largo sin importar las muchas advertencias que me dieron ambos cuando toqué el suelo de ese lugar; las personas que estaban en el jardín comenzaron a murmurar y no dejaron de verme pero tampoco hicieron nada para detenerme. Llegué a la puerta del palacio y la abrí sin más, todo el bullicio fue silenciado repentinamente; todas las miradas fueron puestas en mí y algunas de las criadas antiguas al notarme corrieron para abrazarme; admito que no me abstuve de hacerlo y solo les correspondí el abrazo con inmensa fuerza a cada una de ellas; hasta que entonces se abrió paso como un sendero y Sophia me observó desde donde se encuentra el trono.
—Hermanita —dije antes de caminar con lentitud hacia donde estaba ella; los murmullos no paraban de decir cosas como: “¿es Axel Agilan?” o “¿No estaba muerto? ¿Qué hace aquí?”. Procuré no darle cabida a ninguna de esas cosas y solo me acerqué a ella; noté que las lágrimas caían de su rostro, estaba paralizada y aterrorizada por mi repentino regreso; a pesar de que sabía que estaba vivo la última vez que nos vimos yo tenía solo diecisiete años y en ese entonces tenía casi los cuarenta años—. No te preocupes, ya estoy de vuelta y me tendrás aquí para siempre. Hablaré contigo después.
Quise irme pero ella me sujetó con fuerza del brazo, pero antes de dirigirme la palabra le habló al público:
—¡La reunión se acabó! Cada quien a sus respectivas habitaciones. —Las criadas y algunos caballeros ayudaron a las personas a dirigirse a sus lugares; entonces ella dirigió su mirada hacia mí y me dijo de una manera seria y firme—. ¿No podías escoger un mejor momento para llegar, Axel? Es mi día y pronto será mi coronación, te pido por favor que me dejes cumplir con ello.
La observé con pena y le susurré al oído:
—Lo lamento, pero no puedo permitirlo. Tomaste el trono porque tus hermanos estaban muertos, pero ahora uno está vivo, ¿dónde queda la justicia que tanto enseñaste si me niegas ese puesto, Sophia?
—Eso no es justicia. Tendrás tus propias razones para tomar el trono, pero no lo permitiré y si llego a descubrir por qué estás aquí en busca de la corona, te juro que me iré, no sin antes dejarte lo suficientemente en claro la culpa que cargarás —escupió cada palabra.
—Perfecto.
Nuestra tensión no se comparaba a la de ninguna otra pelea entre hermanos, no sé si lo que decía era verdad pero quise darle a entender que tampoco me daré por vencido en esa lucha por la corona. Entonces los fuertes y pesados pasos por el pasillo que daba con la biblioteca, generaron eco en mi mente y en el lugar, era mi padre, creí que estaba seguro de verlo nuevamente pero a mi mente llegaron los recuerdos de aquella noche en la que casi perdí mi vida.
—¿Qué sucede aquí, Sophia…? —Mark me observó con detalle y obtuve justo la reacción que quería: decepción e ira—. ¿Axel? ¿Cómo estás aquí?
Me alejé de mi hermana y caminé hacia él. Entonces miré la corona que tenía puesta y la señalé con mis ojos, el deseo que estos mostraban por aquel objeto brillante era inconmensurable.
—Quiero que me des el anillo de legitimidad, padre —pedí.
—Te di por muerto; cruzaste el dintel del palacio sin mi permiso; más aún pides el anillo que le cedí a tu hermana mientras soportaba el dolor de sufrir tantas pérdidas. ¿Cómo puedes pedir algo así, Axel? —Él se alejó de mí y se puso del lado de Sophia para decirme con la mirada furiosa—. Vete. Ahora. Es una orden como tu emperador, no como tu padre.
Giré a verlos y en mi mente solo se proyectaba el hecho de ganar. Me crucé de brazos y la codicia que invadió mi ser fue mucha; debía idear un plan antes de que él hablara nuevamente y todo tenga un peor destino. Di unos pasos hasta quedar unos cuantos metros más cerca de ellos; y acaricié el rostro suave de mi hermana y dije:
—Te reto a un duelo y el que gane será merecedor de la corona. —Me volví a apartar y esperé que ellos dijeran algo positivo ante lo que había dicho.
—¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿Planeas luchar contra tu hermana, sanguinario?! —vociferó Mark y se puso frente a Sophia.
Carcajeé con levedad y solté un exhalo.
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Editado: 08.05.2024