Caelestia Lunam

Capítulo 10: HURACÁN (Parte III "Caelestia Lunam")

Parte 3 “Caelestia Lunam”

La mirada de las tres albinas se clavó en mí, con las pupilas dilatadas y el asombro estampado en todo el rostro. Aquella reacción me sorprendía y se alejaba de mi comprensión pero no quería retractarme, no cuando al sumar dos más dos había supuesto que yo serviría también para sellar el hechizo, aunque tuviera que esforzarme a mi máximo.

— Podría funcionar — Concedió Celam, mirando de reojo a Laetita quien asintió una sola vez, pasando el relevo de atención a Caelestia quien volvía a tener los ojos llorosos.

— Archangel, no lo hagas. Por favor.

— Es la única oportunidad para ellos — Respondo señalando con la cabeza a quienes permanecían atados en los pilares —. Y también para ustedes. No voy a dejarlo pasar como lo hizo Aiden. — Los ojos eléctricos de Caelestia permanecieron con aquella apariencia acuosa mientras yo pasaba mi vista de regreso a Celam —. ¿Qué tengo que hacer?

La preparación fue en realidad relativamente rápida, Seth y Thaliel en compañía de los sobrevivientes de la armada se encargaron de alejar los cuerpos, finados e inconscientes, de la placa semilunar de mármol en el suelo. Yo permanecí sobre esta, con la espalda apoyada contra el negro pilar que debía atar a Aiden y que ahora resultaba mera decoración.

— Deberías saber que no hay garantía de que sobrevivas a esto — Dijo Celam mientras se acercaba a mi lado, cruzando los brazos

— Lo supuse, pero aún así voy a hacerlo.

— No se cuales sean tus motivos reales para sacrificarte en un ritual que no te responde, Archangel, pero te lo agradezco. — Yo no respondo aquello, solamente paso la vista a los inconscientes aeroquinéticos a unos cuantos metros de mí

— ¿Por qué la luna no los está dañando?

— Porque el hechizo está focalizado esta noche justo sobre nosotros — Celam señaló el haz de luz que caía justo sobre nuestras cabezas y yo asentí —. Solo ver la luna directamente podría tener algún efecto. — Yo suspiré y moví los ojos hacia Laetita y Caelestia, quienes se habían mantenido al margen de todo aquel revuelo.

— Ella realmente llegó a amarte, no solo como su protegido.

— Lo sé, esa es una de mis razones para hacer esto.

— Que te pongas en riesgo de muerte no es algo que ella vaya a tomar como una cortesía.

— No lo hago para impresionarla con actos  de heroísmo, si elijo este camino es porque sé que ella no pertenece aquí. Está en mis manos liberarla de sus ataduras y no dudaré en hacerlo.

Celam solo asintió y tras pasear la vista en la periferia del semicírculo llamó a las otras dos Albinas, pidiendo al resto que se mantuvieran al margen al lo más posible, y por ninguna razón se interpusieran en lo que estábamos por hacer.

Había recibido instrucciones repetidas solo un par de veces pero aquello fue suficiente para memorizar lo que tenía que hacer, así que en ese momento ya no hay más preludios, los cuatro nos acomodamos en un rombo que tocaba cuatro puntos diferentes de la media luna y a continuación extendemos los brazos a nuestros costados.

Las tres mujeres emiten un cantico hermoso, dicho en palabras de un idioma que desconocía y evidenciando que ahí yo era poco más que un intruso. A medida que aquel canto tomaba fuerza y avanzaba en las estrofas que no conocía la luz que caía sobre nosotros se volvió cálida, pasando de su pálido aspecto celeste a un azul índigo intenso, como si respondiera al llamado de las tres chicas.

La mirada de Celam me dio la señal correcta para identificar el momento exacto en el que debía mover las manos y crear una manipulación aérea en forma circular, ascendente, como el cuerpo de un tornado cuya base no fuera en punta.

La energía aguamarina de las tres albinas se fusionó con la mía en aquella formación que serpenteaba lentamente en la misma trayectoria que la luz venida del cielo. Aquello ya me costaba un esfuerzo grande, pero ni siquiera permito una sola mueca, dejando que los cánticos de las tres espíritus me anclaran a no soltar la manipulación.

El problema reside cuando aquel cilindro hueco parece atorarse con algo, como si hubiera llegado al límite. Los cuatro sobre la loza nos sacudimos, tambaleándonos de forma notoria pero sosteniendo aquella manipulación casi por mera suerte.

— Lo ha reconocido — La voz de Celam se levantó por sobre el ruido que producía el aire silbante —. Sabe que no es Lita, nos ha puesto un centro opuesto, no podremos llegar a la luna.




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