Caelestia Lunam

Capítulo 1: TORNADO (Parte I "Fantasmas bajo la cama")

"Un tornado es una masa de aire con alta velocidad angular; su extremo inferior está en contacto con la superficie de la Tierra y el superior con un cúmulo de nubes. Se trata del fenómeno atmosférico ciclónico de mayor densidad energética de la Tierra, aunque de poca extensión y de corta duración"

 

Parte 1 "Fantasmas bajo la cama"

La noche había engullido el cielo hacía un buen rato, el manto negro cubría el cielo entero del continente de forma majestuosa enviando todas las miradas de los habitantes al cielo nocturno. Esta noche, particularmente esta noche, las estrellas no adornaban la negrura del cielo y dejaban como único punto focal a la reina y diosa de aquella tierra predilecta suya. Hasta ese día.

Los llantos infantiles ahogados eran llevados por el viento a varios metros de distancia, fuera de aquella arboleada que le servía de refugio, que conseguía ofrecerle un hueco entre las formas de las raíces que rompían el suelo al infante. Ella siempre había sido benevolente, siempre le había parecido hermosa pero aquella noche su luz dejó de ser plata para tornarse de un azul celeste que helaba la sangre solo al verla. Era una lástima que no solo tuviera ese efecto.

El niño lloraba inconsolable, su voz era un grito de tristeza profundo que desgarraría a cualquiera, si hubiera alguien que lo escuchara. Su pena ardía en su cuerpo de tantas formas, en tantos sentidos que al final ni el mismo sabía que le daba fuerza a seguir llorando. Su corazón se encogía más y más en su pecho mientras la imagen latente de su madre en el suelo ordenándole correr se repetía en su mente.

Su piel que siempre había exhibido un tono moreno suave fue ennegreciendo en líneas sin patrón, como si un lazo de fuego invisible le rodeara, fue hasta que la última voluntad del cuerpo de su madre apuntó a la luna azul que él comprendió que la diosa era la culpable de aquello.

No tuvo el valor para quedarse mucho más cuando el último aliento de la fémina fue dado y su cuerpo enteramente negro yacía en el suelo desmoronándose en terrones que no parecían siquiera carne. Las heridas abiertas y negruzcas dolían, las memorias dolían, todo a su alrededor se arremolinaba llevándose a su paso cualquier cosa que para su memoria era grato, ¿Qué había hecho él para hacer enfadar a la pálida diosa luna? ¿Qué clase de pecado había cometido para merecer semejante castigo?

Sus ojos se quedaron secos y el polvo flotando alrededor penetró hasta su garganta haciendo que sus sollozos sonaran ásperos, casi como un quejido animal. — ¿Estás bien? — Él no escucha, no ve, no presta atención, es por ello que la voz femenina debe levantar el tono haciéndose escuchar.

— Archangel, ¿Estás bien?

— ¿Qui-quién eres? ¿Dónde estás?

— Me llamo Caelestia, por favor, dime si estás bien — Él pudo percibir el tacto de dedos sobre su antebrazo derecho pero ante sus ojos no había nada que lo tocase. Hizo una mueca que reprimió de inmediato.

— Duele — Murmuro con los infantiles labios apretados, él casi percibió la sonrisa de su interlocutora.

—Estás bien. Por ahora debemos quedarnos aquí, pero en cuanto la luna se oculte nos iremos, te lo prometo.

— ¿Dónde estás? No te veo.

— Eso es porque no debes verme. Jamás podrás verme, pero siempre estaré contigo.

— Caelestia...

— ¿Si?

— Quédate conmigo hasta que la luna deje de ser azul. Prométemelo.

—Lo prometo.

El último vestigio del dialogo de diluyó como tinta en el agua haciéndose confuso mientras el sueño llegaba a su fin, teniendo el fin habitual de un golpe contra el suelo que me hace emitir un gruñido áspero. Mi diestra viaja hacia mi nuca para frotar mi cabello desordenado mientras abro los ojos en forma de dos estrechas rendijas.

— Estabas soñando de nuevo — La voz femenina en tono de reclamo me hace imaginar la silueta de la mujer con las manos sobre la cadera y los labios fruncidos por la molestia.

— Si, eso pasa cuando estás dormido.

— Pero no te debería pasar a ti. Lo tienes prohibido

—No puedo evitarlo — Me pongo de pie solo para volver a desplomarme de espaldas sobre la cama de base fija donde había estado dormido hasta que, muy probablemente, Caelestia tuvo el detalle de arrojarme.




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