Caelestia Lunam

Capítulo 3: TORMENTA DE POLVO (Parte I "Noches camino al norte")

"Las tormentas de polvo, o de arena, son un fenómeno meteorológico en el que grandes y poderosas corrientes de aire elevan una concentración significativa de polvo y/o arena, creando grandes olas de polvareda que pueden extenderse varios kilómetros, restando visión y poniendo en riesgo la vida de quienes están en su trayecto consecuencia de la inhalación de los materiales arrastrados"

Parte 1 “Noches camino al norte”

— ¿Puedes apagar el cigarrillo por favor? — El resoplido del rubio a mi derecha no se dejó esperar mientras una nubecilla de humo abandonaba sus labios, confundiéndose con su aliento en forma de vaho que dejaba en evidencia la temperatura baja.

El chico, mayor que yo por unos tres o cuatro años, tira el resto de su cigarrillo al suelo y lo aplasta bajo la suela de una de sus botas de combate mientras se deba la vuelta.

— Como ordene, general. — Con un marcado desagrado en la voz marchó dejándonos solos a Lycaios y a mí, con los codos apoyados sobre la semi destrozada baranda que antes compuso el balcón frontal de una hermosa residencia.

El pelirrojo a mi lado se frota las manos una contra otra brevemente antes de devolver su apoyo a sus codos. Ambos habíamos vivido toda nuestra vida en ciudades pertenecientes al centro de la segunda franja, las semanas del entrenamiento habíamos residido en la primera así que nuestro cuerpo estaba acondicionado a temperaturas cálidas, no al frio que se dejaba sentir cada vez con más intensidad mientras nos acercábamos al límite entre la segunda y tercer franja.

— Deberías dormir.

— En realidad tengo la segunda guardia, así que no dormiré hasta que se den las cuatro. — Lycaios me mira por sobre el hombro antes de negar con la cabeza y volver su vista al frente.

— A pesar de las bajas somos los suficientes para poder rotar las guardas, podrías dormir algunos días ¿Sabes? — Una sonrisa ladina se dibuja en mi rostro mientras dejo caer la cabeza con suavidad, mirando hacia el suelo en lugar de al frente.

— No he podido dormir bien, si voy a mantenerme despierto prefiero que sea en algo útil.

Habían pasado tres semanas desde nuestra partida de la base que había pertenecido al arte de la guerra, Bleedom ahora enfrentaba uno de los pocos periodos de crisis social que su historia pudiera registrar.

La misma mañana de nuestra partida conseguimos llegar a la segunda franja que ahora lucía como un rincón mugriento de saqueo y llantos ahogados. Solo algunos hombres de la armada se encontraban en la ciudad capital y fueron tomados prisioneros para extraer la información necesaria. Dos días más tarde todos había preferido recurrir al suicidio tal y como lo marcaban sus preceptos en un manual que nadie había escrito.

Marchamos a lo largo de la segunda franja, persiguiendo a la armada y frustrando sus asaltos, al principio era un juego en el que nosotros perseguíamos y ellos cambiaban a la siguiente ciudad pero cuando el consejo de los altos emitió el mensaje en el que se declaraba a los pertenecientes al arte de la guerra como renegados y enemigos peligrosos la armada reclutó a cuantos pudo para hacernos frente.

Estaban pulidamente entrenados, sus habilidades atendían el grado de la maestría y aún los que inconfundiblemente eran nuevos reclutas podían defenderse sin ayuda de nadie. Quisiéramos admitirlo o no ellos seguían siendo la élite.

El consejo llamó a aquella batalla por la caza de los aeroquinéticos “Cruzadas”, inspirados en aquella información extraída de su predilecto planeta tierra. Los enfrentamientos eran recios, a matar o morir, un despliegue total de habilidades para el que ya mayoría de nosotros no estaba preparado. 732 hombres y mujeres salimos al despuntar del alba en el primer día y aquella noche rebasábamos por poco los 500.

La necesidad de dividirnos, organizarnos y medir paso a paso dado nos llevó a hacer escuadrones pequeños de 10 personas y dejar a los comandantes y miembros de alto rango en grupos específicos que podrían enfrentar incluso a los miembros originales de la armada.

Lycaios fue elegido como capitán de escuadrón durante la segunda semana y nadie había podido decir que era una mala elección, él había demostrado habilidad y dominio en cada batalla, haciendo dúo conmigo o no el pelirrojo atrajo la atención de los comandantes prontamente. Mi nombramiento como capitán llegó un día después pero denegué la petición para poder permanecer en el escuadrón liderado por Lycaios.

No necesitaba ser el líder ni llevar un estandarte de cabecilla para desempeñarme de buena manera, por no agregar que no tenía intenciones de romper la dupla formada con Lycaios.

El pueblo de Bleedom estaba dividido en muy relativas mitades que solían moverse e inclinarse hacia un lado u otro muy seguido, apoyando al consejo o a nosotros según consideraran conveniente. Quienes se oponían a nosotros cerraban las puertas de su casa a nuestro paso y se negaban a intercambiar agua o alimento cuando así lo solicitábamos por lo que había días buenos y malos, incluso para llenarse el estómago.




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