Caelestia Lunam

Capítulo 4: VENTISCA (Parte II "La danza del hielo")

Parte 2 “La danza del hielo”

Pude sentir la sangre agolpándose en mis oídos, fluyendo furiosa tras las palabras dichas por el chico delante de mí. Quería bajar en ese mismo instante y desfigurar sus facciones a golpes limpios, hacerlo tragarse palabra a palabra lo que había dicho hasta que entendiera que estaba hablando de vidas como si se trataran de caramelos.

Su egoísmo estaba transgrediendo fronteras, y algunas eran bastante peligrosas. La tribuna y el real capitán sonrieron en distintos tonos de satisfacción mientras sus codiciosos ojos vibraban en la misma sintonía que los de Aiden antes de que una mujer respondiera a su petición.

— Creo que sería un acuerdo justo e incluso necesario. — Aiden sonrió también ladino y se encogió de hombros.

— Entonces no hay nada más que decir. Mañana les enviaré la información acerca de los grupos que dejen la fortaleza. Espero que su palabra sea suficiente para no romper el trato. — El ojiazul no esperó a que alguien respondiera, sencillamente se dio la vuelta y marchó hacia una de los accesos al redondel que lo llevarían a la salida y de vuelta a la base del arte de la guerra, a fingir ser un cordero cuando en realidad sería el lobo que los condenaría a todos. Nos condenaría a todos.

Una seña por parte del hombre del consejo más cercano al comandante fue necesaria para que este se desmaterializara en humo blancuzco que se perdió en la misma dirección por la que había salido Aiden. Probablemente lo seguiría confiando en encontrar un punto ciego por donde pudiera colarse una de estas noches. Aquel espectáculo, aquellas palabras dichas por el peli plata eran sencillamente imperdonables, suponían alta traición y un severo trastorno psicológico por reclamar la atención de todo el mundo.

Mis manos enguantadas se cierran lentamente en puños gemelos mientras el aire helado de madrugada me llenaba los pulmones, dejando que la furia y el clima se combinaran para darme la valentía de avanzar, haciendo ondear el borde de la gabardina mientras mis ruidosas pisadas sobre la roca escalonada atraía la mirada de la tribuna que no acababa de sumirse en sus respectivas pláticas aún.

— Archangel, es una sorpresa verte aquí. Creímos que serias más difícil. — Aquel comentario pretende ser simpático y atrae la atención necesaria de todos los presentes como para ignorar el cielo cubierto de las nubes necesarias para proporcionar la nieve, descendiendo de manera poco natural.

— ¿Realmente planean cumplir el trato que le ofrecieron?

— Ya veo que nos has escuchado, no podremos negar nada ahora ¿Verdad? Si, resulta conveniente un trato de esa índole cuando se trata de un aeroquinético tan especial como él. — Una media sonrisa se forma en mi rostro mientras alcanzó el último peldaño, sin llegar a descender al redondel.

— Entonces no creo que haya nada que puedan ofrecerme a mí.

— Al contrario, Aiden no es una persona de entera confianza. Tú, por otro lado, podrías ajustarte más a nuestros requerimientos. — La mujer que había hablado presionó su labio inferior entre sus dientes mientras miraba en mi dirección, a lo que yo acabe jalando del borde de la capucha con el pretexto de la luz tocándome.

— Solo hay un problema en esto.

— ¿Cuál es ese problema? Si necesitas más clausulas de las que has podido escuchar que hemos ofrecido a Aiden podemos debatirlas en ese momento.

El silencio siguiente dura apenas unos segundos en los cuales mi garganta va tomando impulso y valor para reír de manera ascendente, terminando por levantar la vista a carcajada abierta mientras las nubes grises se colaban entre los arcos de aquel coliseo, serpenteando como niebla densa y húmeda que mojaba superficies al tacto.

— El problema es justo ese, altos del consejo, Aiden tiene un precio para la traición. Yo no. — Hago una pausa mientras algunos de los hombres se ponen de pie, mirándome con los ojos entornados —. Por la gloria y su nombre en letras de oro es capaz de ponernos a todos una soga al cuello, traicionar al arte de la guerra y dejar morir a una especie entera de este mundo. Si esa es su oferta, si su piedad tiene un coste que se paga con sangre no lo quiero. Lo único que me llevaré esta noche son sus vidas.

Las doce personas estaban ya de pie, notando la presencia de las grumosas nubes sin saber que pensar, perdiéndose entre los remolinos grises pero quedando aún visibles para mi percepción, sintiendo los lugares donde el viento chocaba con sus cuerpos mandándome así una señal inequívoca, como si de un sónar se tratara.

— ¿Qué piensas hacer? ¿Matarnos? En el momento que utilices un solo don aeroquinético serás detectado y la armada vendrá en camino. — No puedo evitar volver a reír, despegando los pies del suelo en una suave levitación.




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