Caelestia Lunam

Capítulo 4: VENTISCA (Parte III "Antagonistas reales")

Parte 3 “Antagonistas reales”

La noticia corrió como pólvora apenas el sol había aparecido en el horizonte. Algunos de los viajeros o residentes cuyas rutas pasaban cerca de aquel coliseo se vieron asombrados ante el espectáculo de formaciones cristalinas que parecían entrar y salir de los arcos exteriores sin ningún patrón en particular. Todos los boletines escritos e informes dispersados por proyecciones sobre las tres franjas solo ponían una noticia: El consejo de altos había sido asesinado en pleno la noche anterior.

Alguien, al parecer el asesino, había tenido el detalle de dejar un interesante relato entre los cuerpos que, al ser encontrado por exiliados fue dispersado y transmitido en comunicados no oficiales que asombraron a la mayoría de los amedrentados habitantes. El consejo había intentado negociar las vidas de los condenados y pertenecientes a los rebeldes del arte de la guerra a cambio de asegurar la supervivencia personal, no se especificaba de quien o quienes se hablaban.

La autodenominada princesa de Bleedom había transmitido su pulcra imagen vestida de púrpura, el color del luto en el continente, condenando aquel ataque y rechazando la versión en la que el consejo había intentado intentando comprar aeroquinéticos a cambio de entregar al arte de la guerra.

Cualquier persona que había podido ver el mensaje original dejado en la escena del crimen sabía que esas palabras no habían sido dichas por el misterioso asesino, así que la princesa se había colocado el filo de la espada contra el cuello, confesando lo que nadie le había acusado.

El toque de queda fue dado, solo los hombres de cada familia podían salir en un corto lapso durante el medio día para abastecerse de lo necesario. Cualquier persona caminando por las calles o terrenos de las franjas sin pertenecer a la armada sería ejecutada en el acto, de la misma manera se ofreció una recompensa por la captura y entrega de los 11 aeroquinéticos quienes por primera vez desde el inicio de las cruzadas fueron señalados directamente por su nombre.

La tercera franja se volvió territorio rebelde casi infranqueable en la que el toque de queda era una mera sugerencia y quienes caían abatidos eran los miembros de la armada cuando intentaban infiltrarse y lograr llegar al cuartel del arte de la guerra. Por primera vez en meses la balanza estaba realmente equilibrada.

Conocía los dos únicos accesos fuera de la puerta principal que se encontraban en la fortaleza, y mientras la tensión estaba puesta en una nueva fila de jóvenes reclutas venidos de una ciudad devastada en la segunda franja yo aprovecho para colarme casi pecho tierra hasta poder estar en uno de los amplios patios traseros que servían para entrenar.

La noche anterior había vagado hasta quedarme sin energía, levitando tan alto como podía y dejándome caer de alturas alarmantes solo para refrenarme a centímetros del suelo. Había gritado a la luna, a Caelestia, a mi padre y Lycaios, rogando por la guía que no tenía en ese momento. La luna quemaba en mi rostro pero cuando el escozor tuvo lugar solo sobre las dos marcas ya existentes dejé de hacerme lio y bajé la capucha, me daba igual que aquellas negras marcas se tornaran tan negras como el carbón, ya estaba marcado de cualquier manera.

Subí a la torre donde dormía y arroje la gabardina a un lado. Aún con ello el ligero olor a alcohol, ginebra para ser exactos, permanecía impreso en mi piel producto del préstamo pedido a mitad de la madrugada y sin antelación a una de las bodegas de refugio ocultas entre la nieve de la tercera franja.

Mi imagen desfila delante del pequeño espejo en la pared regalándome la silueta de mis pupilas contraídas hasta ser solo un pequeño punto en un mar de gris acero brillante, refulgente y casi móvil, como sarcillos de aire. Las marcas en mi rostro se habían endurecido y tomado un tono más negro, ahora las que me corrían por los brazos parecían líneas y curvas desgastadas. Tenía hambre, debería bajar a desayunar.

El comedor era un caos, gente dando un bocado y comentando los boletines, oficiales y no oficiales, hablando acerca de las palabras de más dichas por la princesa en su intento de intervención y tergiversando la historia de cómo habían sido encontrados los doce altos dentro del coliseo. Las más descabelladas hablaban incluso de quimeras manipuladas por necroquinéticos quienes habían encontrado a las bestias congeladas hacia semanas y las habían usado para desmembrar al consejo.

Quiero pasar tan desapercibido como siempre, aún con la ausencia de mi gabardina y la exposición de las marcas de mis brazos, no era la primera vez que lo hacía y confiaba en que aquello no atrajera más de un par de miradas indiscretas, pero termino equivocándome garrafalmente y apenas pongo un pie dentro todos dejan lo que hacen para verme, apretando los labios y entornando los ojos cuando notan que mis pupilas no se dilatan como deberían hacerlo naturalmente.

— Bastardo— El tono de voz me hace girar la vista hacia mi derecha donde uno de los comunicados yacía hecho una esfera de papel contraída en el puño del ojiazul que estaba esperando ver.




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