Caelestia Lunam

Capítulo 5: SIMÚN (Parte I "Exilio en casa")

“Un simún (en árabe samûn, de samm "viento venenoso") es un temporal fuerte de vientos cálidos y secos que forman una tormenta. Se mueve en forma súbita y circular (como un ciclón), transportando nubes de polvo y partículas, lo que produce en personas y animales un efecto de asfixia e hipertermia.”

Parte 1 “Exilio en casa”

La suave y helada brisa golpeaba mi rostro, invitándome a permanecer encaramado en aquel hueco que debía ser una ventana de las altas torres erigidas dentro de los límites de la fortaleza. Todo se tenía que hacer con prisa y a velocidad luz, era por ello que algunos detalles quedaban sueltos, como era el caso de la cobertura a aquel amplio marco de roca sobre el cual ahora estaba sentado, con la espalda apoyada en uno de los bordes verticales.

Habían transcurrido dos semanas desde el incidente del consejo y a raíz de ello mis días se dividían básicamente en tres lugares: Los calabozos, las áreas de entrenamiento y la torre en la que me encontraba en ese momento.

Mis acciones no habían sido mal vistas por todo el pleno del arte pero dado el peso social de Aiden y la orden de mi padre a permanecer aislado de cualquier escuadrón durante un mes casi nadie me dirigía la palabra.

La soledad absoluta y las miradas de crítica me traían malos recuerdos pero con el pasar de los días pude acostumbrarme e incluso tomarle aprecio. Nadie se metía en mi camino, nadie me molestaba cuando entrenaba hasta el agotamiento antes de subir a la torre para relajarme y encontrar mi centro antes de bajar a los calabozos para pasar la noche.

Hubiera querido que nada en mi cambiara después del genocidio cometido contra quienes habían sido los doce más altos escalafones políticos de Bleedom, pero sería una mentira. El impacto psicológico que todo ello tuvo en mi me hizo caer muros que no me había atrevido a tocar y que ahora me abrían un nuevo abanico de posibilidades, un despliegue rico de habilidades que tal vez antes había temido mostrar pero que ahora quemaba por probar en batalla.

Aiden había sido interrogado por los comandantes del arte pero no confesó nada, su credibilidad entre los moradores de la fortaleza se desmoronaba a terrones grandes cada vez que un escuadrón de la armada era detenido en el punto ciego por donde había entrado el ojiazul aquella noche, o mensajes de contacto eran interceptados intentando pasar desapercibidos.

De cualquier manera, fuera de la resistencia el pueblo seguiría creyendo las palabras de aquel niño que consideraban un elegido, sin saber que podía venderlos sin remordimiento alguno a cambio de gloria personal.

— ¿Archangel? — La voz tímida y femenina hizo eco en el techo cupular de la torre pero yo no giré siquiera la mirada, permaneciendo con los ojos clavados en el paisaje blanco y roca debajo de mi —. Archangel, por favor, han sido demasiados días. — Su voz era casi un ruego, pero de cualquier manera tardo un par de minutos en darle respuesta, sin saber siquiera si sigue ahí.

— En ese caso ya debería haber quedado claro el mensaje.

— Lo siento, ¿Si? No quise alejarme, es solo que no toleré verla cerca de ti.

— Me dejaste solo por motivos egoístas, Caelestia, tú elegiste el camino, no yo. — Puedo escucharla dar un amago de sollozo y si bien jamás he tolerado escucharle llorar mi resentimiento es mayor en aquel momento.

— Ha sido culpa suya

— No, es culpa tuya y solo tuya. Tú me dejaste solo, tú te alejaste, tú me ignoraste todo aquel día aún cuando estoy seguro de que estabas escuchando. Me dejaste pelear esa batalla solo y decidí que prefiero que sea así.

— No, Archangel, fue un error, pero no quiero dejarte solo. Somos un equipo, te prometí que me quedaría contigo hasta que la luna azul terminara.

— Yo ya estoy solo, Caelestia. Estoy liberándote de tu promesa y de mí, no necesito una compañera que me abandona cuando estoy cerca de otra persona. Puedes seguir ignorándome, te regresaré la atención.

Su sollozo es más fuerte y le siguen varios de menor intensidad. Mi costumbre por saber cómo se mueve me lleva a percibir el momento en el que se deja caer de rodillas, imaginándome sus manos cubriéndole el rostro. Balbucea cosas que no entiendo antes de volver a los sollozos pero sencillamente me niego a darle siquiera el beneficio de una mirada accidental así que sigo viendo al exterior con el semblante tranquilo.

Los minutos pasan y mi nombre se entiende poco a poco en labios de la chica sin que yo vuelva a responderle. Sus sollozos bajan pero sé que sigue en el lugar así que yo no me muevo, prolongando mi estadía en la torre. Puedo escuchar pasos en la escalerilla pero apuesto a que se trata de algún par de ojos que, con morbo, buscan comprobar que las marcas en mi torso expuesto eran tal como les habían contado tras verme sin camiseta en mis entrenamientos solitarios.




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