Parte 3 “Marionetas sin hilos”
Supimos que todo iba mal cuando dejamos detrás dos ciudades calcinadas, con sus habitantes llorando entre las cenizas por el patrimonio perdido, o en los peores casos por los nombres finados. Nuestro paso solo enardecía a las masas, clamando por venganza contra la armada, que derramáramos la sangre de aquellos culpables y trajéramos algo de justicia al cada vez más golpeado pueblo de Bleedom.
Cuando dimos alcance a la horda de incendiarios y el ataque se volcó sobre ellos sin piedad, un escuadrón por cada flanco, los cuerpos fueron cayendo casi sin defenderse, como plumas arrancadas de un pájaro.
— ¡Estos cuerpos están muertos! — Había dicho uno de los reclutas mayores cuando examino a uno de los abatidos enemigos —. ¡Les han injertado almas, no son guerreros reales!
La notificación a que estábamos peleando contra fantasmas, literalmente, detuvo los ataques para percatarse de que la manipulación en masa hacia a aquellos hombres moverse lento, solo con la meta de prender fuego ahí donde pudieran, pero sin ordenes de defenderse.
Los hechiceros con habilidades telepáticas y necroquinéticos pronto siguieron la línea de rastreo hasta una segura posada en un pueblo relativamente cercano. Un pequeño grupo nos lanzamos a la caza mientras le dejábamos a los necroquinéticos tomar posesión de aquellas almas en los cuerpos y liberarlas, abatiendo a aquel ejercito de títeres muertos en minutos.
Cuando alcanzamos la posición de los titiriteros estos estaban en plan de huida pero sus pasos fueron coartado cuando su sangre marcó los adoquines rosados de aquel lugar. Volvimos con el grupo, con demasiadas interrogantes que responder mientras uno de los generales nos extendía su reprimenda al no tomar prisioneros para interrogar.
Todos nos dimos un breve respiro y nos permitimos escuchar las teorías más descabelladas entre reclutas y comandantes. La verdad terminó apareciendo delante de nosotros, después de un corto y molesto zumbido que sirvió para manifestar las pantallas de transmisión delante de nosotros.
— Les deseo buena tarde, habitantes de Bleedom. Antes que nada he de lamentar los hechos que llevaron a la calcinación de dos de nuestras preciosas ciudades, fueron un precio necesario a pagar a cambio de la justicia que perseguimos. De forma exitosa se ha retenido dentro de su base de operaciones a los rebeldes y traidores del arte de la guerra. — La pelinegra con actitud altiva y la expresión confiada me hace apretar los puños casi de manera inconsciente.
— Si intentan salir o algo pretende entrar será detectado por el vasto ejército de vivos y muertos que custodia la fortaleza. Estos ofensores a los principios del gobierno que cuida y vela por sus habitantes serán forzados a una muerte por hambruna, tal y como la diosa luna lo querría. Las fuerzas “élite” de los rebeldes fueron forzados a salir y se encuentran entre nosotros, donde será más sencillo darles persecución y caza. Si cualquier habitante tiene noticias de su paradero actual será recompensado, lo mismo si se consigue darle muerte a cualquiera de sus miembros. Bleedom se alza hacia la victoria y la libertad que siempre debió tener.
La transmisión global acaba y las pantallas desaparecen, dejándonos a todos con la sensación gélida de un escalofrío subiéndonos por la espalda. Nadie se atreve a romper el silencio, a admitir que hemos caído en una trampa o que todos aquellos en la fortaleza estaban condenados.
No había certeza de cuantos o quienes habían intentando escapar a estas alturas o de cómo sería la resistencia que bordeaba la fortaleza. Nos habían dejado a sus más inexpertos necroquinéticos para hacer el sitio con los que realmente valían la pena. Aiden es el primero en reaccionar, pateando uno de los cuerpos inertes en medio de una rabieta. Uno a uno hombres y mujeres lanzaron maldiciones al aire y rogaron por aquellos por quienes se preocupaban y habían dejado atrás en la fortaleza.
Entre todo aquel caos los comandantes tardaron en intentar poner un orden, pensar en una solución y movernos cuanto antes en busca de un lugar donde pudiéramos ocultarnos antes de hacer el siguiente movimiento. Habíamos retrocedido al inicio de las cruzadas, y todo en cuestión de una hora.
Inmóvil y en silencio meditaba acerca de lo sucedido y de la pésima suerte que parecía acompañarme desde la mañana en que la selección tuvo lugar. Es por eso que me toma con la guardia baja cuando un violento abrazo llega desde mi espalda, lastimando mi costillar mientras suspiro para mí mismo.
— Me alegro que no te hayas quedado en la fortaleza. — La frente de Caelestia se apoyó entre mis paletillas, relajando ligeramente sus brazos sin apartarse de mí.
— No iba a dejarte solo, aunque estés molesto conmigo.
— Si rehaces tu promesa puedo aceptarla de nuevo. — Ella da un suspiro, cosa a la que no estaba acostumbrado.
— Pero está vez debe de ser diferente. Si yo cuido de ti hasta que la luna deje de ser azul, ¿También me cuidarás a mí?
— Si necesitas que cuide de ti, lo haré. Lo prometo.
— También lo prometo, Archangel.
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Editado: 14.01.2019