Caelestis Ignis. Donde todo comenzó

CAPÍTULO 2

        El ruido de los pájaros funcionaba como un buen despertador. Alexa volvió a la vida, y abandonó sus tenebrosos sueños que la habían atormentado las pocas horas de sueño que había tenido.

      Un rayo de sol entraba por su gran ventana, y la enceguecía. Respiró profundamente. Su celular marcaba las siete de la mañana. Corrió a ducharse, y se vistió con lo primero que encontró. Peinó su largo cabello; colocó en su mochila una libreta y una lapicera.

     Intentó que nadie la interceptara en su camino... pero eso no fue posible.

-¡Alexa!- exclamó James aliviado, y apresuró su paso para abrazarla. Largó un pequeño gemido de dolor, y ella recordó un poco sobre la noche anterior. Su mente estaba llena de lagunas, imágenes poco claras llenas de fuego...

-Tus brazos...- susurró ella con tristeza.

-Nada les ocurre. Tori me quitó el mayor dolor, ahora solo queda regenerar la piel.

-Lo siento...

-No...

-Yo no sé que sucedió conmigo, y verdaderamente soy un peligro para todo y todos...

-Sabes que tiene razón...- dijo Charles, mientras bajaba la escalera vestido con un camisón de seda.- Debes volver a la cama cariño...

-Debo irme.- Alexa largó un suspiro.

-Deberías comer algo.- opinó charles.- estas raquítica...

        Pero ella se dio media vuelta, e ignoró el comentario de mal gusto. Nunca entendió porque la gente se ensañaba en comentar sobre la vida o el aspecto de los demás. Incluso ella misma lo hacía sin darse cuenta. Supuso que venía incluido en el paquete de un mundo donde todo pasa por la vista, y la imagen que a la que uno debía aspirar ya estaba predeterminada.

        Tal vez si careciéramos de todo sentido, excepto el tacto, sería mucho más sencillo vivir, o no. Siempre encontraríamos formas de encasillar, dividir, clasificar.

        Alexa caminó hasta su escuela. Quedaba en el centro del pueblo; a dos kilometros de su casa. Sin embargo la distancia no suponía un problema para su super velocidad; era capaz de llegar en cinco minutos.

        En una línea de pensamiento, podríamos llamar lógico, suponemos que si el pueblo estaba poblado de gente rica, la escuela sería de en sueño... pero el mundo para los ricos funcionaba de otra manera: la escuela se caía a pedazos, y ellos lo único que querían era acumular más dinero... Alexa no podía renegar de ese desapego, ya que uno de sus mayores deseos era que la escuela se derrumbe para que no haya más clases...

       De lejos divisó el cartel de unos dos metros por un metro de largo, clavado al suelo con unos postes, que decía: Escuela Integral Hermandad... No duraría una temporada más sin que aplaste a algún pobre y demacrado alumno. La fachada no tenía nada de especial... mucha piedra, columnas, altas ventanas, alguna que otra gargola, más piedra, a y banderines representativos de la escuela.

        El patio de en frente ocupaba media manzana, se encontraba lleno de adolescentes insoportables... sentados en mesas en grandes grupos, jugando al futbol en canchas improvisadas con buzos y mochilas, otros estaban solos... La otra parte de la manzana la ocupaba la institución.

        Alexa había olvidado lo que era estar rodeada de tanta gente. Los olores penetraban sus fosas nasales y la desconcertaban, los ruidos la aturdían... sus sentidos sensibles jugaban en su contra en estas circunstancias. Aún no sabia como manejarlos en su totalidad.

         Un aroma particular invadió sus sentidos. Ya conocía esa esencia... dulce como el ananá, pero con un toque de frialdad, como si fuese menta. Frente a ella se encontraba el portador de tan característicos olores. La miraba fijamente con sus ojos grises, como si leyera su alma. Tenía puesta una camiseta blanca que dejaba ver sus tatuajes en sus brazos, y cuello. Se apoyaba en una motocicleta bmw. Su cabello rubio tirando a blanco, todo en él se asemejaba a un ser extraído de la soberbia y de la pureza celestial. Él tenía el aspecto de un maldito ángel. En cambio, Alexa, llevaba en sus oscuros ojos la marca de la furia del diablo, su largo cabello negro como la noche, y su porte, dejaban en ella un aire pecaminoso.

       Tras aquel muchacho que Alexa juraba conocer, se encontraba una muchacha... llamó más su atención. No eran pareja, se notaba a leguas que eran hermanos, pero no de sangre; como si fueran de la misma manada. La chica se encontraba sentada en la parte trasera de la moto, la brisa marina revolvía sus rubios y cortos cabellos; ojos salvajes... eran de un color verdoso. Ambos tenían un mismo tatuaje.

        Luego de cruzar miradas, Alexa siguió su camino. La escuela por dentro estaba más destruida aún. Paredes despintadas, sin casilleros, infraestructura cayendose a pedazos.

        Ella entró a su salón,y se sentó última de todos. Nunca había entablado relaciones con ningún humano, aún manteniendo su secreto. Los lobos comían a los humanos. No podrías ser amigo de quien luego transformarías en tu presa.

        El profesor había empezado su clase, Alexa no oía, se encontraba muy ocupada dibujando el símbolo que había visto en el antebrazo de aquel muchacho y de aquella muchacha.

-¿No es así, Alexa?-preguntó el profesor, dejando en evidencia la poca atención que ella ponía en determinados asuntos. Ella levantó su mirada, y reconoció a la chica rubia. Supuso que como el único lugar libre era al lado de ella, sentarían a la nueva allí.

-Claro que sí.- respondió Alexa.

-Samantha Ramos, te presentó a Alexa Dumont. Tu nueva y despistada compañera de banco.

           Ambas mantuvieron el silencio todo el día. La nueva rompió el aura de paz y tranquilidad que habían construido.

-Eres muy buena dibujando...- Samantha colocó su brazo sobre el escritorio, y dejó al descubierto su tatuaje en el antebrazo. Alexa sabía que ella sabía que había estado dibujando eso, pero no sabía como... se había encargado de guardar bien todo antes de que su compañera se sentara...




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