-¿Sabes qué creo?- preguntó retóricamente Tori. Ambos se hallaban sentados en la cama
-¿Qué?- Alexa lo miró. La luz del sol poniéndose atravesaba la ventana, y los iluminaba, parecían dos figuras celestiales.
-Deberías aceptar la propuesta de ese tal Evan.
-No
-¿Por qué no?
-¿Qué me sucedería si alguien llegara descubrir lo que soy? ¿Que harían conmigo?
-¿Y el deseo de la libertad?
-No existe esa posibilidad para mi. Jamás seré libre. Al menos hasta que no controle lo que me sucede.
-No le des la razón a Charles.- Alexa rio. Tori era muy tierno cuando algo no le gustaba. Fruncía el cejo y sus ojos color violeta se abrillantaban a causa de sus ganas de romper en llanto. Era muy sensible.- Sabes...- relamió sus carnosos labios pensativo.- luego de tantos años en este insulso mundo condenado a los círculos viciosos, comprendí que las cosas son inevitables. Lo que tiene que suceder, sucederá. Y si tienes que ser un peligro, lo serás con o sin manada.
-No es sencillo.
-Es mas sencillo de lo que parece.
-Me chantajea. No cederé.
-El te necesita. ¿Para qué? Eso no lo se, pero el te necesita. Demuestra fortaleza cuando estes débil.
-Dijo que si me unía, el iba a olvidar lo que vio aquella noche en la cual me convertí en un infierno andante.
-¿Qué vio realmente?
Ambos guardaron silencio por el resto de la tarde. Les agradaba estar así.
La figura que ocupaba Tori, era muy controversial. El protector de Alexa. Elegido por los encargados de esa niña, y con quienes iba a tener que enfrentarse para defender los derechos de la protegida. Tener un protector es muy similar al término que utilizan los humanos... tener un padrino o una madrina. Se hacen cargo de vos, si tus padres no están, te acompañan en tus transformaciones, te aconsejan, y tienen el derecho a retarte. Alexa a sus cuatro años deseaba que su protector fuese un vampiro, y que de ellos, escribieran cientos de aventuras alocadas, pero le había tocado un brujo erudito. Y eso era tan genial como su deseo. Había muchos quienes creían que tener un protector era como si tus padres te pusiesen un niñero a tus diecisiete años. Eras un adolescente tonto que no sabe cuidar de su culo solo, y te transformabas automáticamente en un peligro potencial.
-¿Eso es verdad?- preguntó ella preocupada. La noche se había adentrado muy deprisa. Y los pensamientos de Alexa azotaban su lente como pequeños látigos.
-¿Qué?- preguntó él, mirándola. Se encontraban acostados uno al lado del otro. Tori detestaba el mes de Marzo, eso lo ponía muy inestable.
-Que quieres comenzar a mejorar drogas humanas para que nos hagan efecto...
-Al...- así la llamaban todos cuando intentaban que no salga disparada como una bala perdida. Hacia cualquier lado.
-¿Crees verdaderamente que eso pueda mejorar la situación? No se si te has enterado, pero estamos librados a la suerte que nos depare el cielo. No hay nadie que proteja a nadie.
-Tu podrías formar una superestructura... hacer una especie de consejo aquí, en Argentina. Hermandad es uno de los pocos pueblos que no se encuentra en guerra... brujos contra vampiros, lobos contra cazadores humanos, todos contra todos. Podrías darme el permiso de tener laboratorios asegurados, con brujos eruditos a mi lado, estudiando. Eres, literamente, la dueña de toda hermandad. Mujer lobo, con un territorio propio, de nacimiento.
-¿Quién soy yo para comenzar una especie de estado democrático?- Alexa rio con desgano.- Además, aquí, en tierras pacíficas...- abrió grandes sus ojos, y se incorporó de un salto.
-¿Que? ¿Ya sabes como te convertirás en la reina de este infierno?
-No tonto, no. La respuesta estuvo adelante de nosotros. Mejor dicho, nosotros pisamos la pregunta.
-¿Te drogaste si mi?
-No! No! Han venido a conquistar el pueblo.
-¿Quienes?
-Evan y su manada.
-No mas marihuana por hoy. Dios mío, que locuras dices.
-No es muy alocado.
James entró en la habitación. Tori y Alexa lo miraron a la vez.
-La cena esta lista...- dijo con un tono de incomodidad. El no era de irrumpir las conversaciones, pero se lo veía muy emocionado. Alexa se tranquilizó, sus brazos habían mejorado desde la última vez.- Hice mis famosas rapiditas.
James adoraba cocinar con los empleados de la casa, eran sus amigos, y se le daba muy bien la disciplina. Las rapiditas eran una especie de copia de los tacos provenientes de México. Tori y Alexa las amaban desde que Alexa era pequeña. Traían hermosos recuerdos a sus mentes.
"Año 2007. 21:30PM
La luz se había cortado en todo el pueblo debido a una fuerte tormenta. Las gotas de lluvia golpeaban todo lo que encontraban a su paso. Las calles se encontraban vacías. Rayos y truenos caían.
Era una agobiante noche de verano. Las velas para iluminar los hogares, empeoraban la situación. Todo provocaba mas calor.
La oscuridad había dejado de ser un temor para Alexa esa misma noche.
-Jesus, Maria, Jose, y todos los animales del pesebre.- exclamó su tio Charles, que tenía el mismo aspecto que en la actualidad.
-¿Que suced...?- intentó hablar James, pero no pudo, los paquetes de los aderezos húmedos resbalaron de sus manos. Observó a su sobrina.
Alexa con su regordeta cara de niña de cinco años, miraba a sus tíos asustada. Tal vez tenía monos en la cara, y nadie quería quitárselos. Muchos adultos usaban esa expresión, y nunca tenían nada en sus caras. Pero su susto persistía.
-¿Que?- dijo haciendo puchero con sus labios.
-¡Tus ojos, niña mía!- gritó Charles. Alexa frotó sus ojos con sus manitas. Ella no se daba cuenta del brillo que estos emanaban, del color que sus iris tenían. Naranja.
James se sentó a su lado.
-¿Sabes que te sucede? ¿Notas algún cambio?
-Veo como si hubiera luz.
-Eso es porque comienzas a desarrollar tu instinto nato de cazadora. Seguro comenzarás a oír a kilómetros, y olfatearás cosas que se encontrarán lejos.- James tenía un don especial para tratarla.
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Editado: 06.06.2020