-¡Otra vez!- gritó Evan, como un soldado. Siempre que entrenaban se ponía en ese papel.
-¿Otra...?- preguntó Alexa agitada. Se presionaba bajo su costilla; su bazo sanguíneo dolía tanto que parecía que iba a explotar.
-Otra, Dumont. ¡¿Acaso estas sorda?!
Hacia ya varias semanas de Alexa y Evan entrenaban en el búnker. Comenzaban antes de que salga el Sol; calentaban. Hacían pesas. Lucha cuerpo a cuerpo; a veces le agregaban la primer arma que encontraban; mejoraban sus habilidades con katanas, shurikens, palos. Intentaron usar sacos de boxeo que terminaban rompiéndose de lado a lado por su fuerza; desistieron de esa idea. Practicaban como caer desde los andamios; ella simplemente detestaba esta actividad.
-Pues, no lo haré de nuevo.- se quejó desde andamio de unos once metros.
-Bien... subiré. Te tiraré. Bajaré antes de que toques el piso, y te esperare con un ataque sorpresa.
-No eres tan rápido.
-Yo que tú no apostaría.
-Bien. Pero luego de esto, nos vamos. Tengo hambre.
-Como quieras, Rayito.
Evan llevaba puestos unos shorts deportivos, sus zapatilas urbanas, e iba sin remera con sus marcas a la vista de todos. Se sentía realmente cómodo estando cerca de ella; no hacia más preguntas de las necesarias, no juzgaba. Alexa llevaba un top negro, y unos joggins con sus vans. Llevaba el oscuro cabello recogido. Su aspecto había cambiado mucho. Su piel tenía un color más agradable, tirando a rosáceo. Sus labios, carnosos y rojizos, como sus mejillas y la punta de su nariz. Donde antes había huesos, ahora había músculos. Se sentía realmente bien. Sus heridas sentimentales aún dolían, y ninguno de todos sus problemas se habían solucionado. Pero la compañía de Evan era un gran calmante; durante unas horas en su cabeza aparecía la idea de controlar su fuego, ganar fuerza para derrotar a Nathaniel cuando quiera verla dos metros bajo tierra. Simplemente sobrevivir. Y esa parecía que iba a ser su vida desde ahora. Adaptarse para sobrevivir.
Ella, como por octava vez, lazó su esbelto cuerpo por los aires; cayó sin hacer ruido alguno sobre su estructura ósea, en posición de lucha. Rodillas flexionadas, brazos elevados para detener o lanzar cualquier golpe, mente despierta en aquel muchacho todo sudado con los cabellos pegados a su frente. La adrenalina corría por sus venas, retumbaba su corazón en su interior. La hacía sentir parte de un todo. Todo estaba a su alcance, todo estaba en control.
Evan lanzó una cuchilla directo a su cabeza. Ella la esquivo, y con una katana que encontró tirada en el piso la cortó a la mitad mientras volaba por los aires. El pequeño cuchillo, cayó al suelo haciendo un gran ruido. Él tiró otra; Alexa se agachó, y partió a la mitad un blanco de madera colgado en la pared. La última del combo, se dirigía directamente a su frente, pero la desintegró con una llamarada.
-Podría haber esquivado eso con los ojos cerrados, Cielito. ¿No tienes nada mejor?
-Oh pequeña e inocente niña.- le lanzó un pañuelo que sacó de su bolsillo. Alexa la tomó con sus delicadas manos.- ¿Acaso lees mi mente?
-Eres un monstruo.- gruñó mientras ataba aquel retazo de tela negro alrededor de sus ojos.
-¿Qué harás si tus ojos quedan inhabilitados en la lucha?
-Corro.
-Error.
-Me hago la muerta.
-¿Algo que implique esfuerzo?
-No subestimes el poder de relajar tu corazón para que parezca que estas tocando el arpa.
-No
-¿No?
-No. Lucharás. Sin ojos. Tienes mas sentidos, seguro puedes hacerlo.
Ella se tentó profundamente. La risa salía a carcajadas. Hizo un movimiento con sus manos, confundida.
-¿Cómo se supone que...
Evan se acercó y Alexa alzó su cabeza. Ambos respiraron. Él comenzó a moverse a su alrededor sin hacer el mínimo ruido. La chica giraba su cabeza, y luego su torso hacia el lugar donde lo percibia. Corrió hacia ella para tumbarla, pero se movió justo antes de que la atrape.
-Así, Alexa. Así luchas cuando no tienes tu visión activa.
Miró hacia el lugar donde provenía la voz. Ambos estaban más cerca de lo que esperaba. Chocó contra el formidable pecho del muchacho.
-¡Bien!- le calculó a ciegas donde estaba su cara.- Ya comprendí.
Él era muy silencioso al moverse, como una pluma al caer. Además era uno de los lobos más rápidos que Alexa había conocido. De lo único que podía asegurarse era de los latidos de su corazón; ya que su olor dulce la inundaba.
-¿Puedo quitarme esta cosa?
Evan lanzó una bola de fuego directo a su cabeza. Ella la esquivó agachándose, y tocó su cabello para asegurarse de que no se había quemado. Suspiró aliviada. El halo de calor seguía dando vueltas.
-¡Maldito desgraciado!- gritó, desde el piso.
El silencio reinaba en la sala. Oía dos pares de latidos. El suyo y el del muchacho detrás de ella, pegado. Sintió como un cuchillo cortaba el aire. Se dio media vuelta, expulsó una llamarada. Evan se echó hacia atrás, el arma se le resbaló. Alexa lo agarró, antes de que cayera al suelo, y atrapó al muchacho. Lo inmovilizó en el suelo, y se quitó el pañuelo.
-Ya no más.- rogó ella. Mientras la mole se removía bajo su cuerpo. Pero él, la superaba en fuerza. Se incorporó, con la chica colgada de su cuello.
-Ya puedes bajarte, Rayito.- le dijo, mirándola de reojo.- A menos que te guste lo bueno.
-No te dejare ir, a menos que me dejes ir a mí. Tengo hambre...
-¿Para que usarías esto?- Alexa bajó de su espalda, y lo miró. Tenía un palo de lucha.
-Para partirtelo por la cabeza.
-No.- suspiró. Llevó su mano a la frente.- Ya vete.
Alexa saltó de la alegría. Sus cuerpos, se encontraban transpirados, y sucios, pero ella lo abrazó profundamente.
-Pero mañana correremos.
-Si...si. Como digas.
Gracias a los cielos, había muchísimas entradas y salidas de Inferno. Y no debían escalar ese horrible agujero por el que habían entrado la primera vez. Uno de los túneles de la zona fantasma, daba directamente al bosque, a las afueras de la fortaleza.
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Editado: 06.06.2020