Caelestis Ignis. Donde todo comenzó

CAPÍTULO 11

-¿Qué hora es, Evan?- preguntó Alexa, mirando como su mano se curaba en segundos. Estaba sentada sobre la isla de la cocina, y los pies le colgaban como una niña. Él le había dicho que por hoy terminaba el trabajo, no vaya a ser que quiera romper más de las copas de colección de Kat, y los manden al calabozo.

-¿Como las dos de la tarde? Tal vez.

-Corramos.

-¿Qué?- la miró fuera de eje.

-Si. ¿Acción de mover las piernas rápido? Tenemos toda la tarde.

-Deberías descansar.

-No lo deseo.

-Y deberías hablar con ella.

-Bien ¿Vienes o no?- preguntó, tomando una manzana de la frutera y dándole un mordisco. Se miraron, y sonrieron.

-¿El que pierde es un huevo podrido?

Ella comenzó a trotar, él la alcanzó.

-No me hagas poner ruda, Grey.

-¿Así que puedes aumentar tus niveles de chica bullie?

Alexa lo empujó; y aumentó su velocidad. Las paredes del pasillo pasaban a los costados de su visión, y se perdían.

-Tramposa.

-¡Nunca!

Ambos rieron, y salieron por la enorme puerta. Corrieron hacia la verja de hierro, y se perdieron en el bosque.

Evan y Alexa debido a su composición sanguínea, mitad demonio, tenían una gran resistencia. Sin embargo, su parte humana necesitaba ser escuchada, no eran invencibles, y debían desarrollar sus habilidades; nadie nacía dotado en el círculo de los lobos. Ésta vuelta lograron sólo correr cien kilómetros; pero comenzó a lloviznar, y decidieron volver a su ¿hogar? Ninguno sentía sus piernas, o ninguna de las partes de su cuerpo. Cosa que la muchacha agradecía. El dolor funcionaba como analgésico para sus pensamientos. Se despidieron, y cada uno se fue a sus respectivas habitaciones.

El pasillo circular se había vuelto familiar para Alexa, además de su terminada habitación. Al entrar, siempre cerraba las puertas. A su derecha, un gran armario empotrado en la pared, era de una madera blanca y gastada. Frente a este, su cama de enormes medidas, con dosel; para no perder la costumbre, dejó un muro enteramente libre de contaminación visual para poder hacer algún diseño algún día. Frente a este muro, había dos ventanas con hermosas vistas hacia el bosque. Entre medio, un escritorio repleto de pinceles sucios, lápices, diarios, bocetos, acrílicos... Lienzos por toda la habitación, algunos terminados, otros a medias. El atril se encontraba apoyado en una ventana, vacío. Como su mente, y como su corazón. La puerta del baño, a la derecha del armario, escondía un bello baño restaurado bajo las mágicas manos de Tori. Hacia un par de días que no lo veía, pero debía ir a visitarlo pronto. Convencer a Evan de que es bueno, y que es de confiar, para comentarle nuestra situación. De sus tíos había dejado de recibir cartas, se sintió mal por no haber abierto ninguna; algún día iría a visitarlos. Algún día. 

Encendió la lluvia. Esta vez, decidió ducharse con agua caliente, al ritmo de Take me to church de Hozier. Sentía como sus músculos se relajaban, y se volvían tejidos inservibles. El agua corría, y la limpiaba; llevaba sus pecados y su tierra. Por la cañería se iba todo lo que no le pertenecía. Cerro sus ojos negros, y se fundió con lo que la rodeaba. Se relajó. Y continuó durante bastantes minutos así.

Cuando se dignó a salir, se encontró con unos rizos rubios mirando por la ventana. En silencio, buscó ropa en su armario. Unos jeans negros, un buzo para combatir el frío, y sus zapatillas. Cuando exhalaba, el humo blanco salía de su boca. No había estufas. Se encontraba encerrada en un cubículo de hielo.

-Impresión.- fue la primera palabra que soltó Sammie. Alexa, ya vestida, la miró, aún contemplaba algo por la ventana.- Sol naciente.

-¿Monet?- se dirigió hacia su cama.

-Quedaría bonito en el muro blanco.- se sentó a su lado. Alexa se encontraba totalmente destrozada. No tenía ánimos para nada.- ¿No lo crees?

-Claro.- Miraba sus manos. Sammie intentó tomarle una, con cuidado. Ella se dejó. Sabía que así no se sentía el amor, pero aún resguardaba un poco de esperanza.

-Pues bien. A trabajar.

Sus miradas chocaron. Samantha por algún motivo se estaba esforzando, y la joven ya no tenía nada que perder.

-¿Cómo esperas que replique un cuadro de Monet en una pared de ocho metros de alto, por quince de ancho?

-Con mi ayuda de fotógrafa, y una escalera, preferentemente larga.

La noche llegó de pronto. Los días cada vez eran más cortos. En abril comenzaba ese período que tanto amaba Alexa, de pura tristeza, hojas caídas, días nublados, y fríos, ropa oscura. Se habían pasado todo el resto de la tarde pintando. Robaron una escalera que se utilizaba para buscar libros en la gran biblioteca de la sala. Sammie había comprado pinturas por litro. Y Alexa con sus ágiles manos, sus pinceles, y su creatividad había comenzado a trabajar en aquel proyecto. Aún faltaba mucho por hacer.

Harvey rompió su burbuja de felicidad. Entrando a la habitación sin tocar. Ambas se encontraban manchadas de pintura por la cara, las manos. Había diarios tirados por el piso para no manchar. Estaban despeinadas, y eran cómo realmente se deberían ver los jóvenes. Despreocupados, alegres. Estaban viviendo, a su manera.

-¿Qué haces con este bicho?- le preguntó.- Te he estado buscando por todos lados. Debemos ir a cocinar. Kat lo ordena.- Él, siempre llevaba ropa negra, y su pálida piel asustaba. Sus jeans rotos cubrían sus flacuchas piernas, sus remeras de bandas de rock, sus borceguíes. Su corto y oscuro pelo, le daban aire a emo. En cambio, Sammie adoraba usar suéters de colores, calzas, y zapatillas. La tomó por el brazo, para alejarla de Alexa, que se encontraba detrás de su amada; les sacaba una cabeza de altura a ambos, y aún así se sentía pequeña.

-Estoy ocupada, Harvey. ¿Acaso eres ciego?

-Si te sigues juntando con ella, se te pegará lo rarita.- la señaló con un dedo. Alexa, corrió a Sammie, y se enfrento ante él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.