Caelestis Ignis. Donde todo comenzó

CAPÍTULO 12

Esta vez fue Alexa la que irrumpió en el cuarto de Evan. Antes del amanecer, como todos los días. Llevaba puesto un jean negro, un croptop de lana blanca, y sus zapatillas de siempre. Unos lentes de sol vintage, su cabello recogido. Se cubría del viento matutino con una campera de cuero entallada.

-¿He muerto?- preguntó Evan, incorporándose.- ¿Acaso me encuentro en el cielo lleno de ángeles?

-Espabila, Grey.- buscó un recipiente en el baño, lo lleno de agua, y se lo vertió en la oreja. Él pegó un salto.

-Me matarás del susto.

-Pensé que habías muerto...- se quitó un poco los lentes, solo dejaba ver sus negras pupilas, y le ofreció una mirada llena de complicidad. Él refunfuñó. Ella le tiró por la cabeza un jean y una remera negra.- Vamos, Grey.

-¿Dónde?

-¿De Víctor?

-¿Dónde es eso?

-A dos pueblos de aquí.

-Bien. Yo conduzco.

  Escondido tras la enorme estructura llamada Castillo, había un garage escondido. Alexa se reprendió no haber estudiado bien el terreno. Había unos seis autos. Él, pasaba, como si fuera normal. Pero incluso para ella, era costoso ver tantos millones de dólares, encerrados en un cuarto de tercera. Mientras caminaba, veía pasar la marca de los autos, y se le representaban todos los ceros que conllevaban tenerlos.

Un jeep. Un Bugatti Chiron negro. Dos camionetas blancas BMW. Un audi, color gris mate A8. Evan se dirigió al último auto, al parecer era el suyo. Un ferrari portofino en color rojo.

-¿Un poco pretencioso, Grey?

-Somos los hijos del diablo, Dumont. Hay que aprovechar...

  Ambos subieron a la nave. Cuando Evan encendió el auto, sonaba ACDC back in black. Subió el volumen. Abrió la puerta del estacionamiento, con un control remoto; una parte de la muralla se movió para que pasaran. Alexa decidió que debía conocer cada centímetro del predio.

  Salieron a un camino pavimentado rodeado por árboles. Tomaron un desvío, y pronto se encontraban en la ruta, desprovista de humanos. Considerando la llamativa carrocería en la que iban, era mejor. Evan parecía ser un amante de la velocidad, y tenía gustos musicales definidos.

-Eres más divertido de lo que pareces...- mencionó Alexa, casi gritando sobre la música. Ambos se miraron, ella se divertía, él dejó un segundo el volante para quitarle los lentes, muy serio.

-Como osas a pensar eso.- ocultaba sus ganas de reír, tras un semblante frío.

-No lo sé. Eres un misterio, Evan Grey. Eres uno de los tantos misterios del universo.

-No lo tomes personal. Creo que terminé siendo una incógnita para mi mismo.- tamborileaba sobre el volante, al ritmo de Thunderstruck.

-Es bueno saberlo, Grey.

 

  La casa de Tori quedaba en un pueblo cercano a Hermandad de unos pocos habitantes. Sin embargo, nada de todo eso, era zona fantasma. Por lo tanto, ya no se sentirían tan cómodos, ni tan invencibles. No había que buscar problemas con nadie; habría que mantener un perfil bajo.

  Víctor era uno de los brujos menos ostentosos que Alexa conocía. Vivía en un monoambiente, en un edificio de mala muerte. Rozaba la indigencia. La puerta de entrada, de vidrio y un material blanco, se encontraba rodeada de basura, pero para su suerte, no tuvieron que forzarla. Ya estaba abierta. Por la cantidad de bolsas, y de paquetes de plástico, impedían el cierre completo de ésta. El único ascensor, se encontraba fuera de servicio. Utilizaron la escalera, como medio más seguro. El lugar parecía abandonado. La cuadra entera parecía haber sido abandonada. Dos departamentos por piso; algunos lugares tenían agujeros en las paredes, por los cuales eras capaz de ver lo que sucedía allí dentro. Puertas sin cerraduras. El olor a podredumbre hizo que ambos se cubrieran sus bocas y narices con sus prendas de ropa.

-Tercero A.- hablaba con dificultad.- Debería ser el piso siguiente.

-¿Segura que aquí vive?

  El tercer piso, parecía manipulado con magia. Su aspecto mejoraba notablemente. Luces blancas fueron remplazadas por luces cálidas. Las paredes, no eran muy altas, lo normal. Se encontraban decoradas por cuadros replicados por Alexa. Frente a la puerta, una alfombra roja. Podían apostar a que olía a rosas. Las puertas eran de una bella madera clara. Se pararon frente a la que decía A. Evan y Alexa, se taparon los oídos. De allí adentro salía una música que trastornaba sus oídos. Las paredes retumbaban. Sus nervios estaban al borde de explotar. La puerta se abrió, por la presión que ejercían los ruidos. Salió un humo cargado de sustancias. Todo estaba oscuro. Salían algunos destellos de las luces; Dentro, las criaturas bailaban, saltaban, se besaban, se tocaban. Ambos dudaron, pero terminaron entraron. Alexa a la cabecera, y Evan en la retaguardia.

-Trata de no inhalar mucho humo, ni consumas nada de extraños.- le recordó Alexa, a su compañero, en el oído.

-Esto no me agrada.

  Todos estaban fuera de sus casillas. Ella se perdió en el tumulto, buscando a su protector. Las drogas en el aire la relajaban. Lo encontró, desnudo, en una cama, con muchas personas desnudas. Cuando dio media vuelta, vio como un grupo de vampiros tocaba a Evan. Una muchacha, lo besó, y le dejó una pastilla en la boca. Mentanfetamina, tal vez. Alexa, fue encerrada por un grupo de brujos combatientes, a la vez. Una de ellas, la besó. Una bruja combatiente, dejó en su lengua, un cartón.

  Los jóvenes se resistían todo lo que podían a los efectos. Lograron escapar, y se chocaron. Se reconocieron, pero no eran capaces de hablar. Sus sentidos estaban al mil. Perdieron el control, y explotaron en llamas. Ella, siendo infernal. Y él, siendo celestial. Bailaban entre la multitud, perdidos. Se hizo un círculo alrededor de ambos. Las criaturas los adoraban.

  Al vislumbrar esa situación, se le esfumó toda la droga de su organismo. Víctor, con un chasquido, trasladó a todos a sus casas. Encendió todas las luces, y ordenó todo con un ademán. Se colocó una bata, mientras la música seguía, y los jóvenes eran dos llamaradas vivas.




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