Sammie irrumpió en la habitación.
-Ustedes no la cuidaran.- Evan y Kat la observaban extrañados.
-¿Qué?- preguntó Evan, juntando sus claras cejas en forma de confusión.
-Aléjense de ella.
-Vete, Sam.- esta vez, interrumpió Kat.
-Tú, Evan. Tú la trajiste a este infierno. Siempre haces lo que quieres.
-¿Qué quieres decir? Porque yo no era el que dormía con ella, y por las mañanas se escapaba por la ventana, y la desconocía.- ella le pegó en su cara, dejando una marca roja.
-Deja de decir idioteces.- gritó.
-Estoy intentando que su infierno no sea tan tortuoso. ¿No crees que me arrepiento? ¡La matará!- vociferó, y tiró de sus cabellos plata hacia atrás. Lágrimas caían por sus pronunciados pómulos.- ¡Nate la asesinará!
-Eso te pasa por ser el absurdo principito. Siempre te robas todo.- En la manada, todos llamaban a Evan por ese nombre. Príncipe. Principito. Esto sucedía porque era el favorito de Nate. Le cumplían sus caprichos, lo mandaban a las misiones importantes, tenía la información antes que todos. Incluso, cuando se mudaron a la Argentina, Evan quedó a cargo.
Kat, observaba atenta a sus hijos discutir.
-Oh, no. Samantha. No me vengas con eso de nuevo.
-Siempre te quedas con lo que anhelo.
-¿Qué deseas?¿Estar al mando? ¡BIEN! Todo tuyo. Te lo regalo. Pero aléjate de Alexa. De una vez por todas.
-Ella no te pertenece, maldito.
-¡Ni a ti!
Sammie quiso luchar contra Evan, pero éste llamó a Harvey para que se la llevara. Gritando, y pataleando, Samantha lanzaba maldiciones sobre el príncipe endemoniado.
-Tú y tus malditas órdenes, Grey.- vociferó Harvey, y se llevó a rastras a la pequeña de rizos dorados, y ojos salvajes.
Evan tiró de sus cabellos. Intentando calmarse. Recordó la presencia de Kat en la sala, cuando la vio observando a la joven dormida.
-¿Sabes que mierda le pasa?- dijo frustrado.
Alexa se encontraba en un profundo sueño. Su estado empeoraba con las horas. Piel reseca, ojos hundidos, labios de un color casi blanco. Su cabello parecía marchito. Casi no respiraba. Su corazón iba muy lento. Sus huesos se notaban debajo de su ropa.
-Parece desnutrida...¿Alguna vez cazó su propia comida?
-Jamás cazó nada.
-¿Cómo es eso posible? Pensé que Alexa era una Nobile. Una loba de nacimiento.
-Estuvo alejada de su naturaleza todo este tiempo.
-¿Eso es posible?
-¿Posible?
-Si, Evan. Tanto los lobos como los vampiros necesitan sangre, y de carne fresca para vivir. Pueden sobrevivir si no ingieren ninguno de estos alimentos, pero no es recomendable que se transformen, o usen sus poderes en una manera excesiva. Son demonios, no son criaturas perfectas.
-Debemos buscarle sangre... o algo para comer.- Evan se sintió un estúpido al no reconocer eso. Al no pensar en eso antes. Él sufría siempre de mala alimentación.
-Lo más rápido posible.
Alexa tardó casi un día entero en despertarse. Evan no se despegó ni un momento de ella. No podía dejar de pensar en Samantha. Tal vez se estaba volviendo loca; como Nate.Podía ser que su cuerpo haya llegado a su máximo de capacidad. O tal vez ella siempre se había esforzado por complacer a Nate. Y él, sin saberlo, le había arrebatado algo por lo que ella siempre había luchado. Tampoco dejaba de pensar en Nate. En su rara enfermedad. Su perdida de razonamiento; sus ataques de violencia extrema. Se olvidaba de las cosas. A veces no los reconocía, y los agredía por las noches. Varias veces quiso asesinar a Evan mientras dormía. A veces no sentía, sus piernas, o diversas partes de su cuerpo. Simplemente se quedaba recostado, mirando el techo. Sin tomar una gota de agua. Nada indicaba que su cuerpo no soportara la sangre de demonio. Sino que la maldad lo consumía. La oscuridad de un secreto explotaba en su interior y dejaba retazos de perversidad en su cuerpo. Y para la maldad no existe cura, como para un resfriado.
El aspecto de la joven había mejorado notablemente, luego de que Evan le diera de beber sangre. Tenía el color, y la suavidad de siempre. Su masa corporal, la había recuperado. Su cabello sano. Largó un grito ahogado, y se despertó. Sus oscuros ojos volvieron a la vida. Junto con sus rosadas mejillas.
-Evan...- suspiró. No podía calmarse. El la miraba atento, preocupado.- Necesito...- inspiró.- comida...- rugió desesperada. Le acercó en un bowl el último pedazo de carne que había. Su boca, sus manos, chorreaban la sangre de un animalejo. Sació su hambre su hambre, luego de ingerir lo que había sido una vaca entera.
-¿Estás mejor?- preguntó Evan.
-Si...- suspiró.- Deberías irte a dormir. Pronto será de madrugada, y mañana es luna llena.
-¿Segura?- él, la miraba desde parado como ella se relamía la boca. Largó un largo eructo.
-Segura.
Ella, se fue hacia su baño para asearse. Por su mente pasaron un montón de cosas, mientras el agua corría por su nuca, y hacia más oscuro su pelo. Por la cañería se iba un agua teñida de rosáceo. Suspiró.
Samantha se le apareció por su mente, con sus habituales sueters rosas pálido, chicle, pastel... Si analizaba su situación, realmente disfrutaba su compañía. Pero no creía estar enamorada o algo así. Tal vez era el tiempo. No se conocían de nada, ninguna sabía nada de la otra. Sentía haberse obsesionado, se podría decir enamorado de una fantasía. Pero no de Sammie. Ni siquiera sabía quien era la verdadera. Samantha Ramos. A veces se veían, y no se saludaban. ¿Qué clase de relación era esa?
Al salir de ducharse, la noche ya se había adentrado. En su oscura habitación, iluminada a partes por la luna, se hallaba Tori. Ella, ya cambiada con una calza, y un enorme buzo negro, corrió a abrazarlo. Amaba su olor floral, que llevaba en su sobretodo negro.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a ver cómo estabas, y te traje...- alzó una mano, con un sobre de manila.- resultados. Evan me comentó que te desmayaste, pero que ya lo mantienen controlado.- se rió.- Se tomó muy en serio eso de comentar todo.
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Editado: 06.06.2020