Caelestis Ignis. Donde todo comenzó

CAPÍTULO 31

—¿Qué haremos ahora?— inquirió Alexa. 

—¿Qué quieres hacer?

—¡DIOS, EVAN! QUIERO MORIR.— vociferó; su respiración agitada comenzaba a dar la idea de que nada bueno vendría. 

—¿Qué?

—Lo que oíste. Eso es lo único que quiero. Así que es lo mismo; ve y quémalos. Que ardan en llamas. Que griten de dolor. Es lo mismo. Pero debes hacer algo de una vez por todas en tu maldita vida, y ¡DEJAR DE PONER RESPONSABILIDADES SOBRE LOS DEMÁS!¡MIERDA!— lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

—¿Qué sucede contigo?

  Alexa gruñó, secó sus lágrimas, y se metió dentro del calabozo nuevamente. Él la siguió. 

—Cambio de planes...— sugirió Alexa. 

—¿Qué quieres decir con eso?

—Elijan a alguien que se salvará, en los próximos treinta segundos, serán incinerados aquí adentro.— ésta vez. Evan fue el que pronunció esas palabras. 

—¡¿ALGUIEN ME PUEDE DECIR QUÉ RAYOS SUCEDE DENTRO DE SUS CABEZAS?!— vociferó Lea. Sus cadenas se revolvieron, y tintinearon cuando ella se quiso acercar. El collar de ahorque había dañado tanto su cuello que la sangre caía a chorros.— ¡POR DIOS! SON DOS MARIONETAS DE NATHANIEL ¿QUÉ ES LO QUE TIENE ESE TIPO?¿ES QUE ACASO ES UNA TOXINA QUE LOS DESQUICIÓ?¿CÓMO PUEDEN LLEGAR A DECIR ESO SIN QUE SUS VISERAS TITUBEEN? 

  El silenció reinó en la sala. Alexa, y Evan, no sabían que responder.

—¡ALEXA, MATASTE A LA MITAD DE MIS COMPAÑEROS, SOLA! ¡LE CORTASTE EL CUELLO A UN NIÑO DE QUINCE AÑOS!¡TU TIENES DIECISÉIS! 

—Debes callarte. 

—¿A QUÉ CLASE DE TORTURAS LOS SOMETIÓ NATHANIEL? ¡POR DIOS! DEBEN PARAR, ESE NO ES EL CAMINO. 

—¡QUÉ TE CALLES!

—¡NO LO HARÉ!¡NO ME CALLARÉ! ME MATARÁN, ES LO MISMO. 

—ESTABAS POR LLEVAR A ESE NIÑO A UNA GUERRA, ME ESTÁN POR LLEVAR A UNA GUERRA.— vociferó Alexa, mientras sus garras salían.— ¡ESTOY ENCERRADA EN ESTE MALDITO LUGAR DESDE HACE MESES! ME HAN TRATADO COMO SI NO FUERA NADIE, ME HAN PRIVADO DE MI LIBERTAD. ME HAN TORTURADO HASTA QUE SE VEÍAN MIS HUESOS, ME HAN ABANDONADO.— comenzaron a caer muchas lágrimas.— ¡LO HE PERDIDO TODO POR ALGO QUE NO DECIDÍ JAMÁS, Y ES PERTENECER AL MALDITO MUNDO OSCURO! 

  Lea retrocedió. No sabía si por miedo, o si por respeto. 

—ESTOY METIDA EN UNA GUERRA QUE NO ME INTERESA. NO ES DE MI INTERÉS. Y JAMÁS LO FUE.— rió, desesperada.— ¿PERO SABES QUÉ? NATHANIEL, ESE MALDITO PERRO ASQUEROSO, ME OBLIGA A QUEDARME. A GANAR. Y SÓLO ASÍ, SERÉ LIBRE. 

—Tú jamás serás libre...— susurró Lea.— No te liberarás de todos esos demonios tan fácilmente. 

—No eres una santa, Lea. No debes juzgar.— se metió Evan. Los demás, estaban casi moribundos. La única que se encontraba casi en perfecto estado era Lea. Ya casi nadie prestaba atención. Era lo mismo, vivir o morir.

—No me interesa liberarme de estos demonios...— susurró Alexa. La otra joven rió.— Mientras más rápido esté muerta, la solución será más sencilla. 

—Y, para colmo, ni siquiera eres fuerte...— escupió. 

  Alexa ocultó sus garras, y decidió marcharse. Evan, ésta vez, no la siguió. 

 Los integrantes del pelotón tres, no daban a basto. Daban de comer a los humanos convertidos. Los atendían cuando presentaban convulsiones. Los ayudaban a limpiar las heridas. El trabajo nunca acababa. 

  Harvey se había quedado con la pequeña rubia, sentados contra una pared de aquel lúgubre pasillo, esperando que Katharina termine de comandar todo para poder ayudarla. últimamente, todo era más que lúgubre. 

  Alexa, pasó caminando furiosa. 

—¡Mira!— le señaló Harvey, a la niña.— Ella es una princesa...

—Parece más como una guerrera...— comentó; su dulce voz, mezclada con la confianza que puede llegar a tener una niña, resultaba ser cómica. 

—¡DÉJAME EN PAZ, SCOTT! O TE MATARÉ...— vociferó Alexa. 

—Bien. Tú ganas. Es una guerrera, pero también es princesa.

—Es más cool que sea guerrera...— sus pequeñas manitos jugaban.— Las princesas pasaron de moda. 

  Samantha, chocó contra Alexa. Estaba desesperada. 

—¿Dónde está Lea, Alexa?— inquirió.— ¿Qué le hiciste?

—Nada, Samantha. Ella sólo se fue.— le escupió, sin pensar en antes una excusa. 

—Ella no puede irse. ¿Por qué lo haría?— sus verdes ojos se cubrieron con una capa de agua. Parecían dos bellas selvas encerradas en una caja de cristal. Las lágrimas de un corazón roto. Ésa parecía ser la maldición de todos. Los amores no correspondidos. 

—¿Realmente quieres saber por qué?

—¿Qué le hiciste?

—Es una rebelde. Lea siempre lo fue. Se fue, se llevó nuestros soldados. Ella ayudará a los brujos combatientes. Ellos están casi la mayoría con la rebelión. 

—¿Qué rebelión?

  Alexa supo que había metido la pata. La rebelión aún no era un tema que circule mucho por los pasillos. Sobre todo porque todavía era considerado una idea tonta, y bastante radical. 

—Debo irme...— la joven simplemente continuó caminando. Entre cadáveres, moribundos, lobos sanos trabajando. 

—¡SI LE HICISTE ALGO JUNTO CON ÉL, LOS MATARÉ!— gritó Samantha. Por "Él" se refería a Nathaniel. Era de público conocimiento que, tras todas las atrocidades sucedidas, Alexa era la perra faldera de Nate. No era nada para ocultar. Sin embargo, si generaba controversias. Cuando aparecía en lugares más rebeldes. O junto a criaturas como Oliver. Que tenía opiniones más radicales. 

  Supongo que si no muero en la guerra, muero por ella. Por mí está bien. Pensó Alexa.

  Se pasó las horas recostada en su pequeña, e incómoda cama. Era más atractivo dormir en el suelo de un volcán en erupción, que encontrarse en esa hoja de papel llamada colchón. Ese pensamiento, la llevó a otro. Y se preguntó, qué le pasaría si entrara en un volcán lleno de lava. Seguro sobreviviría. Era inmune a todo tipo de sustancias calientes, por qué no a esa. 

  Tomó una libreta que ocultaba bajo su almohada, con un lápiz. Luego de que todos se mudaran había tenido que tirar todas sus pertenencias. Sus pinturas, sus cuadros, su ropa. Incluso su alma, su corazón, y su cordura. 




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