EPÍLOGO

Narra Alexa.

  ...La guerra ha acabado. Al menos, para Hermandad. Por suerte, no hay humanos heridos. Sinceramente, era lo último que faltaba. Pero eso tú ya lo sabes. 

  Luego de ese día, no pude más conciliar el sueño. Esa misma noche, la noche en que la guerra se había disipado de manera extraña, Nathaniel me llevó a rastras hacia un lago en el medio del bosque. Lo recuerdo porque siempre pasaba por allí cuando corría por las tardes. Él lo llamo lago El Sagrado. Katharina también estaba allí. 

  La noche era oscura, muy oscura. O tal vez, mi visión estaba muy turbada por la cantidad de drogas que me habían puesto. Él, Nathaniel, Nate, mi hermano... aseguraba que los ángeles tomarían mi poder. Me lo arrebatarían, como yo se lo arrebaté a él. Intenté suplicarle que no me lastimara. Pero me hizo una gran cicatriz en mi cara, que interviene mi ojo izquierdo, enteramente con sus garras. Por suerte, mi vista sigue intacta. Pero ésta herida, por alguna razón no se cura. Debí haberte tratado mejor en el almuerzo cuándo me preguntaste qué había sucedido... Dónde estaban todos... lo siento. Sobre todo, siendo los únicos dos que quedaban en la mansión. En realidad, debí haberte contado todo ésto. 

  Recuerdo ver a Katharina llorar. Al llegar ese día, habíamos perdido a Sammie, y a Max. Harvey estaba desaparecido, y Jules que se suicidó esa misma noche. La encontramos colgada de un árbol. No sé si te enteraste, no estabas cerca. No te vi. Supongo que estabas con Sarah. Kat suplicaba a Nate que se fueran. Que la oscuridad no tenía por qué ganar. Podrían solucionar las cosas de otra forma... No lograba entender a qué se refería, hasta que me di cuenta. Nathaniel iba a asesinarme. Y realmente, no me resistí. Mi idea era morir. Sigue siendo morir. No me interesa seguir viviendo. Ni siquiera con la verdad de quién soy. Eso sólo empeoró las cosas. Y sé que aún, tú tienes cosas por las que luchar. Por eso, te escribo ésto. 

  Nathaniel, intentó ahogarme tomando mi cabeza entre sus manos, y sumergiéndola en el lago. Si él devolvía el fuego celestial, le darían una buena salud, y muy fuerte. Le prometieron curarle su cuerpo defectuoso. Pero por alguna razón, una fuerza mayor a lo que yo podía controlar, me hizo explotar. Él, de pronto, se volvió polvo y cenizas. Nada quedaba. Yo era una maldita llama, y además había hecho evaporar el maldito agua del lago. El humo nuevamente invadía mis pulmones, las drogas hacían que me arrastre por el piso. No sentía ninguna parte de mi cuerpo. Lo último que vi, antes de dormirme, fue que mi mano rozó un árbol. Mi temperatura corporal era de cientos de grados. El pobre árbol tuvo el mismo desenlace que mi hermano. 

  Todas las muertes que tendré que llorar... todas las pérdidas de las cuáles tendré que arrepentirme. Por eso, es más fácil morir. Antes que aceptar que me convertí en un monstruo, al igual que él. 

  Katharina corrió hacia mí ¿sabes? Acabo de recordarlo. Se ve que ella había pecado bastante a los ojos de los ángeles... Volaron sus cenizas sobre mí. Eso me hizo vomitar un largo rato, luego de recuperarme. 

  Los ángeles aún me buscan. Por eso te escribo ésto. No me interesa tener éste poder, no más. Soy un monstruo incontrolable. Una tormenta que destruye todo a su paso. He aceptado un trato que me dio tu novia... Sarah. ¿Sigue siéndolo? No lo sé. Espero que sí, sino será muy incómodo leer eso, lo siento. 

  Sarah me prometió que me quitarán ésta basura, y hay riesgos de morir. Así que por mí esta bien. Me llevará a un lugar remoto en el mundo. No necesito que me busques, no necesito que me salves. Sólo, quiero que lo sepas. Al menos de mi parte, si no te has enterado ya por ella. 

  Sé feliz, Evan Grey. Deséame suerte para sólo caer en el infierno cuando muera. Espero no tener que pisar las Cárceles de Urso. Te saluda, A.D.