Café Amargo

Capítulo 10.

Viernes, 17 de Abril de 2015.


Mañana.

 

 

   Daniel continuó su rutina con normalidad al día siguiente, aunque un poco más emocionado, feliz.

   Anna se levantó con más tiempo esa mañana, se deshizo del pijama con tranquilidad y pronto ya estaba cambiada, sin pantuflas esta vez. Caminó a la cocina, puso la cafetera a andar y, cuando estaba por agarrar una taza, recordó a Daniel, y sin saber por qué, se decantó por su fiel vaso térmico.
   Cuando volvía de su cuarto con la mochila al hombro, vaso en mano, y dispuesta a salir, vislumbró la ventana del comedor levemente abierta, se asomó a ella, la cerró y retomó su camino a la puerta en silencio, mientras su madre dormía.

   Daniel la vio a través de su ventana y casi se cae en su propia carrera a la puerta. Estaba extasiado, se acercaría a ella, le hablaría, estaba decidido por fin. Corrió por las escaleras, el único medio que tenía para bajar los cuatro pisos que le separaban del suelo, y salió a la calle de un portazo apurado mientras que ella salía, a su vez, distraídamente y cerrando suavemente la puerta del edificio. Escuchó, sin embargo, el escándalo que hizo Daniel y al verlo mirándola también, no hizo más que levantar su mano para saludarle, extrañada, y continuar caminando como si nada.

   Sin embargo, Daniel se sentía avergonzado, en exceso, tanto que esa repentina valentía que lo había impulsado en primer lugar se había derretido como hielo al sol de verano, y de repente se sentía ridículo, desganado y queriendo esconderse en lo más hondo del centro de la tierra. Pero ya había salido, ella ya lo había visto, y no quería sentirse peor con una retirada, así que comenzó a caminar como siempre, en la calle contraria a la de Anna, un poco más atrás de ella.
   Anna ni siquiera notó su cercana presencia.

   Pero Daniel se seguía debatiendo internamente, su cabeza iba a mil por minuto, pensando en lo tonto que fue, en su vergüenza y en lo estúpido que se sentía por haber pensado que por fin podría hablarle a Anna con seguridad. Levantó la mirada y la vio, caminando tranquilamente, con todo el tiempo del mundo, tomando su café de forma ocasional. Bajó la vista al pavimento sin atreverse a continuar mirándola, la vergüenza lo consumía y enfrentarse devuelta a su mirada era lo que menos quería... No comprendía estos nuevos sentimientos. Se sentía tonto, ridículo al analizar su nerviosismo ante su cercanía. Era una chica como cualquier otra, no comprendía qué tenía ella de especial para él, ni por qué buscaba con tantas ansias acercarse a ella, pero no podía evitarlo; sus ojos se desviaban solos hacia su lugar, sin saber por qué.

   El resto del camino transcurrió igual, aunque solitario. Estaban yendo a horario, pero no cruzaron a ningún otro alumno. Ninguno de los dos se inmutó. Él por seguir embobado en su cabeza, y ella porque sencillamente nunca prestaba atención a nada más allá de revisar la calle antes de cruzarla.

 

 



#33756 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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