Viernes 24 de Abril de 2015.
Mañana.
La mañana estaba nublada y fría, Anna pensó en sacar su camperón del armario, pero simplemente se puso una campera ligera y grande, se dijo que se apresuraría en llegar al colegio.
Su madre estaba ante el televisor desayunando cuando abandonó su cuarto, tostadas acompañadas de una taza de té.
— Que tengas un buen día. — le deseó Amara con sencillez, Anna le sonrió y se fue.
El edificio estaba en silencio, interrumpido únicamente por el sonido de sus pasos contra el suelo. Al alcanzar la calle, presenció a Daniel salir a su vez también. Sus miradas se encontraron y levantaron la mano hacia el otro en un saludo al mismo tiempo, la bajaron rápidamente al notarlo. Anna se sonrojó, pero comenzó a caminar, apurando el paso y sosteniendo su vaso térmico casi vacío con ambas manos. Saludarse se había vuelto una costumbre.
Daniel caminaba de forma pausada, dejando que ella tomara la delantera, sumido en su propia timidez. No habían hablado desde el Domingo, que para ambos había supuesto un cambio bastante notable. Anna se fijaba en la presencia de Daniel tanto o más de lo que lo hacía el propio Daniel con ella, y él simplemente estaba decidido a hablarle de forma irrevocable, sólo que aún no sabía cómo ni de qué...
Ambos caminaban enfurruñados en su propio mundo, la semana había transcurrido así, sin cambios. Daniel levantó la mirada de sus pies y la buscó por inercia, al no verla, se distrajo más de la cuenta buscándola a su alrededor, sin éxito. Siguió caminando distraído, hasta que se sobresaltó gracias a su voz;
— ¡Daniel, cuidado! — Daniel miró atrás y la vio cruzando la calle, un poco detrás de él.
Pero entendió sus palabras un poco tarde, ya que en cuanto le sonrió su pie no encontró tierra firme y le hizo caer hacia delante. En cámara lenta, volvió la vista al frente sólo para ver el piso acercándose a su cara. Alcanzó a poner sus manos para amortiguar la caída y no aterrizar con el rostro, pero no evitó que su rodilla se estrellara contra el piso. Escuchó pasos detrás de él que corrían en su dirección.
— ¿Estás bien? — La escuchó preguntar a Anna mientras reía.
Bueno, problema resuelto, ya sé cómo hacer para hablarle. Sólo le contesto, pensó.
— Sí, estoy bien. — Le contestó poniéndose de pie y revisando su rodilla, se había raspado. Al observarla nuevamente, Anna intentaba contener la risa. — ¿Qué es tan divertido?
— ¿Enserio me estás preguntando? — Y se permitió reír otra vez.
Daniel comenzó a caminar, Anna lo siguió.
— Lo dice la chica que me chocó el Domingo y que también casi termina en el suelo por una mochila. — Le contestó él, contento de poder hablarle.
— ¡Hey! Tengo derecho a caminar donde quiera, vos te atravesaste — A pesar del reproche, se veía divertida.
— Entonces yo tengo derecho a caerme en donde quiera y aún tener dignidad — Anna volvió a reírse.
Ambos estaban felices de tener una excusa para hablar con el otro, aunque intentaban parecer casuales y desinteresados.
— Voy a acompañarte al colegio en las mañanas sólo para evitar que te caigas y te rompas una uña — Daniel habría aceptado de buena gana.
— Vos sos más torpe que yo, yo soy el que debería acompañarte, ¿Y si te chocas a otro desconocido? Se te podría despeinar el pelo. — Bromeó… O lo intentó, al menos.
— Bien jugado, pero vos no sos un desconocido.
— ¿No lo soy? Apenas sabes mi nombre. — Rebatió
— Bueno, ¿Y cuál es tu apellido?
— Alvarado.
— Daniel Alvarado... Me gusta. — Le sonrió.
— Eso no contesta a mi pregunta... — Le recordó.
— Cierto, cierto. No sos un desconocido para mí, no vas a dirección con cualquiera, además me llevaste en bicicleta al colegio una vez. No lo sé, no creo que seas un desconocido... — Y volteándose a mirarlo, añadió; — Daniel.
— Sorprendentemente, yo tampoco creo que seas una desconocida... Anna.
Continuaron caminando juntos hacia el colegio, llegando justo a tiempo antes de que cerraran las enormes puertas dobles. Siguieron hablando mientras formaban antes de que les permitieran ir a los cursos, y Daniel acompañó a Anna hasta su salón, procurando caminar detrás de ella, como siguiéndola, queriendo evitar dejar ver que ya sabía dónde quedaba. Anna se despidió con un 'Nos vemos, Daniel' y una sonrisa, y Daniel caminó igual de sonriente hacia su curso. Llegó tarde, pero no le importó.