Lunes, 4 de Mayo de 2015.
Mañana.
Daniel.
El timbre sonó y todos aguardamos a que la profesora de Matemáticas se fuera para poder salir detrás de ella... Es curioso cómo nos adaptamos a todos los profesores de forma distinta. Hice mi camino detrás de mis compañeros medio a empujones, y una vez fuera caminé directo hasta las escaleras, bajé al primer piso e hice mí camino a la biblioteca.
— Buen día. — Saludé a la bibliotecaria ni bien entré.
Como de costumbre, el lugar estaba vacío salvo por dos chicos, probablemente de primero, jugando ajedrez en su mesa habitual al fondo. Cuando mi saludo fue devuelto, desvié mi mirada hacia la bibliotecaria sólo para ver una pila de libros en su escritorio.
— ¿Están para reacomodar? — Asintió, le sonreí y los tomé. Ya era habitual que le ayudara, ya que llevo haciéndolo por años, era casi como una rutina pasar tiempo acá.
Leyendo el título del primer libro me dirigí a la sección donde se guardaban las novelas de toda clase, mezcladas, ya que no había mucho espacio, y apoyé los libros en un hueco de la estantería. Comencé a guardar todas las novelas donde cupieran, y estaba guardando la última, a punto de dirigirme a la sección de enciclopedias, cuando escuché la puerta abrirse. Miré por sobre mi hombro y no me sorprendí de ver a Anna entrando y saludando tímidamente a la biblioteca.
— No sé por qué, pero presentía que hoy te aparecerías por acá. — Le dije cuando se paró a mi lado.
Me alcanzó dos enciclopedias de la pila antes de contestar. — No tenía nada mejor que hacer, así que vine a molestarte.
— Entonces estarás decepcionada de saber que no me molestas en absoluto. — La miré sonriente al decirlo, a lo cual ella me dio vuelta la cara y caminó a mis espaldas, fuera de mi vista por unos minutos.
Guardé un par de diccionarios en su lugar correspondiente y, habiendo terminado mi tarea, comencé a buscarla con la mirada. La encontré unos instantes después, estaba ojeando un libro grueso y amarillento sentada en uno de los pequeños sofás de la biblioteca, me acerqué.
— ¿Qué libro es? — Pregunté sentándome en el apoyabrazos del sofá, ella suspiró antes de contestar.
— ¿Nadie nunca te dijo que no hay que interrumpir a la gente cuando está leyendo? — Bajó el libro, lo cerró e, inclinándome un poco más cerca de ella, pude ver la portada. — Es el libro en el cual se basa la película Jurassic Park.
— No sabía ni que se basaba en un libro.
— Por qué será que no estoy sorprendida. — No pude evitar reírme mientras me alejaba de ella. — Cállate, nos van a echar. — Dijo aguantando su risa.
— Mientras no haya nadie leyendo no pasa nada, tengo trato especial. — Le dije mientras ella se levantaba del sofá y volvía a colocar el libro en la estantería. — Jurassic Park siempre fue de mis películas favoritas.
— Bueno, no es de mis favoritas, pero siempre la veía cuando la daban en televisión. — Se dejó caer nuevamente en el mini sofá. — Quizás después busque el libro para poder comprarlo y leerlo.
— ¿Por qué no lo pedís prestado a la biblioteca y ya? — Sugerí.
— ¿Se puede hacer eso?
— Claro, si sos socia sí, tenés que pagar por año y te podes llevar libros prestados.
— Pero ahora no puedo pagar la cuota porque no traje plata, capaz mañana. — Puse los ojos en blanco y me levanté del apoyabrazos.
Fui hasta la estantería, tomé el libro que ella había ojeado y fui con la bibliotecaria. Antes de que ella notara lo que iba a hacer, yo ya estaba firmando en mi ficha que había retirado el libro. Lo tomé justo cuando ella se acercaba a mí. Se lo tendí. — Devuélvelo cuando lo termines, no hay prisa; tengo privilegios.
— ¡Daniel! — Me reprochó, pero yo ya caminaba a la salida de la biblioteca, consciente de que el timbre estaba a punto de sonar.
Estaba a un lado de las escaleras cuando ella salió, libro en mano. Me lanzó una mirada de reproche mientras se acercaba. — ¿No te enseñaron a decir gracias? — Su semblante se aflojó y murmuró un agradecimiento casi inentendible mientras llegaba a mi lado. — De nada, vamos; te acompaño a tu curso.
A mitad de las escaleras, nuestro silencio fue interrumpido por su tímida voz. — ¿Por qué sos socio de la biblioteca si no te gusta leer?
— Porque con lo que recaudan con eso, el colegio compra más libros.
— En el fondo sos tierno, ¿Sabías? — No pude evitar reírme y negar con la cabeza.
Subimos las escaleras tan lento como pudimos, cuando alcanzamos el primer piso este ya estaba inundado de chicos por los pasillos. Llegamos a la puerta de su curso. — Nos vemos a la salida. — Fue lo único que me dijo mientras corría dentro del salón.
Me dirigí al mío sin pensar mucho en ello. Faltan dos horas para salir del colegio, y debía enfrentarme a Química aún.
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Cuando el timbre sonó yo ya estaba sentado encima de mi mesa en espera de que los demás se fueran. Ya que afuera estaba comenzando una llovizna no tardó demasiado, así que salí del aula distraído, caminaba por el pasillo y estaba por llegar a la escalera cuando sucedió.
— ¿Te vas sin mí? — Escuché a mis espaldas, me giré sólo para encontrarme a Anna a un lado de la puerta de mi curso, esperándome.
No pude ocultar la sonrisa cuando me acercaba a ella. — No te vi, es que sos demasiado enana. — Contesté mientras caminábamos a la par, rodó sus ojos.
Bajamos las escaleras a trote y para cuando alcanzamos la puerta de salida del colegio la lluvia era un poco más fuerte, pero no demasiado. Nos paramos justo antes de poner un pie en la calle y por instinto me puse mi capucha. Al mirar alrededor pude notar que gracias al tiempo todos habían huido y no quedaba casi nadie más en la vereda.
Al final, yo di el primer paso hacia la arboleda antes de que lloviera más fuerte y Anna me siguió, dudosa. Era una llovizna liguera, que te permitía caminar tranquilamente.