Café Amargo

Capítulo 23.

Sábado, 9 de Mayo de 2015.
Tarde.

Anna.

   — ¿Me haces un café?

   — No. — Me contestó Lea mientras desaparecía en la cocina de su casa.

   Lo seguí instintivamente y lo observé buscar tazas en la alacena desde la puerta. — ¿Por qué no?

   — Porque tomas café todo el tiempo y no es sano, así que no, no voy a prepararte un café.

   — Pero ya sabes por qué lo hago en realidad. — Le dije sin pensar.

   Puso a hervir agua al fuego y se dio la vuelta lentamente hacia mí.

   — Sí, Anna, lo sé, pero eso no saca el hecho de que enserio no es bueno que abuses tanto de él. Lo tomas casi a todas horas, todos los días, me preocupas ¿Sabías? Sos mi mejor amiga.  — Desvié la mirada hacia los cuadros colgados de la pared, sin saber qué contestar.

   Él se limitó a continuar con su tarea, buscó el azucarero y lo dejó cerca de las tazas de té, colocó un saquito de té en su taza y uno de manzanilla en el mío, tal como siempre le pedía cuando venía a su casa antes. El hecho me hizo sonreír. Había estado siguiendo sus movimientos de forma distraída e inconsciente, pero cuando se dio la vuelta y lo notó no le sorprendió, en cambio su rostro se suavizó al ver el mío y abrió sus brazos.

   — Ya, ven acá, enana. — Fue lo único que dijo, me acerqué a él y lo abracé, y al instante comenzó a acariciar mi pelo. — Sé que estás pasando por un dolor que no puedo ni siquiera imaginar, pero siempre podes contar conmigo, ¿Si?

   — Sí, sí, ya sé, basta antes de que me ponga a llorar, ya sabes que soy una maricona. — Mi voz sonó ahogada y extraña, pero aun así se rió.

   Me soltó luego de un buen rato y me alejé de él rumbo al comedor otra vez cuando me calmé y sentí que el momento había pasado, él me siguió. Allí divisé a su mamá colgándose un abrigo y dirigiéndose a la puerta. — Chicos, voy a hacer las compras, ¿Necesitan que les traiga algo?

   — No, estamos bien. — Contestó Lea por mí, al instante ella me miró buscando mí aprobación, así que le sonreí y asentí.

   Se despidió y se fue sin más. Al instante, la tetera anunció que el agua había hervido así que él se dirigió a la cocina para preparar los brebajes. Me quedé sola en el comedor y me dirigí hacia la mesa, tomé asiento y comencé a mordisquear una de las galletas que había comprado en mi camino a su casa. Hacía mucho que no pasaba una tarde así, tranquila, en casa de mi mejor amigo, y desde que conocí a Daniel había olvidado por completo este viejo hábito ocasional. Lea ha sido mi mejor amigo desde que tengo memoria, ni siquiera el océano Atlántico de por medio nos impidió continuar nuestra amistad cuando yo estaba en Alemania.
   Salí de mis divagaciones cuando le vi dirigirse a mí con dos humeantes tazas en las manos, depositó la mía frente a mí y se sentó a mi lado.

   Alargó el brazo para agarrar una galleta. — Entonces, ¿Qué te pasó como para que de la nada recuerdes que tenés un mejor amigo?

   — ¿Qué insinúas? Quería verte, bobo. — Le reproché.

   — Ya sé, no captaste la indirecta.

   — Si la capté, que decida ignorarla es otra cosa. — Insinué tomando un sorbo de manzanilla, al instante me arrepentí al haberme quemado la lengua.

   — Lo que quise dar a entender es que desde que apareció ese chico, Daniel, olvidaste que existo. Ignora eso ahora, fea. — Lo golpee suavemente en la nuca y procedí a servirme otra galleta sin decirle nada. — Y no me ignores.

   No pude evitar reírme con la boca llena. Terminé de masticar antes de hablar; — No ignoro que existas, sólo hice un nuevo amigo y estuve estas últimas semanas pasando tiempo con él también, conociéndolo, lo que pasa es que sos un bebé llorón.

   — ¿Bebé llorón? Lo dice la misma que a los diez años lloró porque pisó un caracol.

   — ¡Era chiquita! No cuenta, vos estás haciendo un caprichito y ya tenés dieciocho, viejo. — Me miró con los ojos entornados por encima de su taza de té.

   — No es caprichito, sólo quiero saber qué ha estado pasando en la vida de mi mejor amiga como para que de la nada deje de venir a visitarme tan seguido, aunque si soy sincero ya me huelo lo que está pasando hace rato. — Insinuó antes de morder una galleta.

   — ¿Ah sí? ¿Y cuál es tu ridícula hipótesis?

   — No te hagas la desentendida, te gusta ese chico. — Sabía que lo diría, pero me permití tomar un muy largo sorbo de manzanilla antes de contestar.

   — Intentaría negarlo, pero sabrías que miento y prefiero ahorrarme el circo.

   — Lo sabía, yo siempre tengo razón. — Presumió.

   — Cállate.

   — Te gusta mucho, ¿No es cierto?

   — ¡Ya! — Mis mejillas se encendieron y me apresuré a intentar ocultarlo.

   Él comenzó a mirarme fijamente mientras sorbía lentamente de su té, sonriendo. Le sostuve la mirada haciendo lo mismo.
   Duramos así por lo menos un minuto antes de que él volviera a hablar.

   — Cuéntame todo.

   — ¿Qué es "todo"? — Contesté haciéndome la distraída.

   — Dale boba, lo único que sé es que un día empezaste a hablar de este chico que conociste por casualidad y que te irritaba, después de la nada te caía bien, y ahora en las últimas semanas hablas de él como si lo adoraras. Ya en ese momento me intuí que te gustaba, pero cuando me lo hiciste conocer, con cómo actuaste y cómo actuó él ya me confirmó todo.

   — ¿A qué te referís con eso de "como actuó él"? — Pregunté rápidamente.

   — ¿Enserio me estás diciendo que no notaste que le gustas? Anna, ¿En qué mundo vivís?

   — No me di cuenta porque no es así, es mi amigo y me trata justo así, bromeamos y jodemos como lo hago con vos, nada más.

   — A vos te gusta él y eso se te nota a kilómetros, si él no se dio cuenta es porque es tonto, y lo mismo pasa con él. Se le nota, niégalo todo lo que quieras, al final vas a ver que tengo razón. — Puse los ojos en blanco mientras daba un último sorbo a mi manzanilla.



#33772 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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