Café Amargo

Capítulo 28.

Viernes, 15 de Agosto de 2014.

Tarde.

   Cargo las bolsas de papel mientras ella abre la puerta y me deja pasar al departamento. No es la primera vez que vengo, mas sin embargo lo noto extraño, diferente, como si en realidad fuera la primera vez que pongo un pie en el lugar. La señora Nahles lo nota.
   — Está algo cambiado, ¿No? — Asiento con la cabeza sin voltearme a mirarla, todos los muebles de la sala/comedor ahora están en lugares diferentes.  — Una amiga y su hija vinieron de visita del extranjero y se quedaron conmigo, a la pequeña le gusta redecorar. 

   — ¿Cuántos años tiene? — Pregunto con curiosidad. — Le quedó precioso.
   — Tiene tu edad. — Me río

   — Entonces no es una niña pequeña. — La escucho murmurar algo entre risas mientras me alejo rumbo a la cocina para dejar las bolsas. 

   Saco las cosas y las acomodo en su alacena, estoy a punto de terminar cuando la escucho detrás de mí.

   — No, no, no, ¿Qué te dije la última vez? Lo hago yo, suficiente que me traes las bolsas. — Me saca una lata de puré de tomate de las manos, lo pone en la alacena y me empuja para terminar ella.

   Me alejo riéndome y me apoyo contra la pared a un lado de la puerta.  — No creí que tuvieras amigos en el extranjero. — Pregunto sin saber por qué.

   — Tengo varios, estudié en el extranjero, en Alemania, y aún hablo con muchos de mis viejos amigos de allá.

   — ¿Y nunca pensaste en ir vos a visitarlos a ellos? — La observo cerrar las alacenas y dejar las bolsas de papel dobladas a un lado.

   — Por mi trabajo es un poco difícil tener el tiempo para viajar y, además, cuando tengo vacaciones lo que menos pienso es en viajar, solo pienso en quedarme en casa y descansar. — Asiento en silencio, y cuando pienso en cambiar de tema, ella habla nuevamente. — Además, ellas son siempre las que quieren visitarme a mí, vienen al menos una vez por año. 

   — Deberías visitarlos alguna vez vos.

   — Sí, debería. — Responde distraída. — Bueno, ¿Cómo está tu mamá? Hace mucho no la llamo.

   Su pregunta me toma por sorpresa. — Bien, estas últimas semanas está un poco más apretada con el trabajo, creo que dentro de poco va a tener que viajar con papá para cerrar un contrato en no sé dónde.

   — La verdad no sé cómo hace tu madre para aguantar ese trabajo, yo no podría. 

   — Bueno, ella piensa lo mismo de vos. — La escucho reírse de espaldas a mí mientras pone a hervir agua para hacer té. 

   El silencio se hace presente luego de que finalizara el tema de conversación, la observo mientras ella se mueve por la cocina buscando tazas, sacos de té, y todo lo necesario para preparar los brebajes. Miro a mi alrededor hacia las paredes vacías de fotografías familiares, solo encontrándome con un reloj negro colgado y moviendo sus agujas con el pasar de los segundos.

   — Sigue pareciéndome raro que no haya fotos ni absolutamente nada en las paredes, eso sí que no cambió. 

   No tarda en contestarme. — Nunca fui fanática de las fotografías ni sentí la necesidad, nunca quise tener hijos, nunca fui apegada a mis familiares, nunca me enamoré... Simplemente me acostumbré, solo tengo a mis amigos y con eso estoy bien. No tengo con qué adornar las paredes y es lo que menos me importa.

  — ¿Nunca te enamoraste? ¿De verdad? — Decido preguntar, evadiendo los demás temas al percibir que no me dirá nada más.

   — No, nunca... — La miré incrédulo. — Bueno, una vez me gustó un hombre, pero no me "enamoré" así que no cuenta.

   — Bueno, al menos sé que tenés sentimientos.

   — ¿Qué querés decir con eso? — Se apresura a contestar fríamente.

   — Naaada.

   — Es increíble que esté hablando de esto con un adolescente. — Dice dándose la vuelta al notar que el agua ya hirvió. 

   — Te caigo bien, admítelo. 

   — Si no fuera porque tu madre me pidió que te mantuviera vigilado mientras ella no está ya estarías de patitas en la calle. 

   — ¿Que mi madre qué? — Contesto sorprendido, y observo la expresión de su rostro denotar preocupación por haber dicho algo que no debía. — Bueno, en realidad ya sabía. 

   Me río mientras esquivo el repasador que vuela en mi dirección ni bien termino de hablar. La ayudo a preparar los tés entre bromas y pronto nos dirigimos hacia la mesa de la sala de estar. Me muevo por el lugar con comodidad, ya que he venido muchísimas veces con anterioridad. 

   El solitario apartamento de la señora Nahles, no, Amara, tiene algo de reconfortante en los solitarios días en que mis padres se ausentan por algún asunto laboral y sé que yo resulto una compañía agradable para ella también. Es extraño como siempre evadí el hacer amistad con chicos de mi edad, siempre preferí estar solo, y sin embargo terminé mudándome y haciendo una amiga con el doble de edad que la mía, pero es demasiado fácil hablar con Amara, sobretodo porque parece ser como yo; prefiere la soledad. Nos llevamos bien de una manera algo extraña, aunque confío en ella. 

   — Estás muy callado. — La escucho decir, levanto la mirada de mi taza vacía.

   — Es una tontería, pero sólo pensaba en lo bien que me llevo con vos y en lo extraño que es al mismo tiempo.

   — No es tan extraño, si fuéramos madre e hijo seríamos un muy buen equipo. — Ante aquello decido reírme. 

   — Estoy seguro de que si tuvieras hijos tendrías una relación muy buena con ellos. — Le suelto sin pensar. 

   Ante aquello, Amara acerca la taza de té entre sus manos hacia su rostro y mira hacia la ventana en silencio, seria. No tardo en darme cuenta de que quizás dije algo que no debía, pero cuando comienzo a buscar las palabras para enmendar mi error ella apura lo que quedaba en su taza y se levanta. 



#37433 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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