Café Amargo

Capítulo 29.

Martes, 26 de Mayo de 2015.
Tarde.


   El frío ya casi invernal los envolvió al salir de la cafetería. Anna envolvió sus manos alrededor de su humeante café caliente mientras Daniel cerraba la puerta de la cafetería a sus espaldas. Intercambiaron una rápida mirada antes de comenzar a caminar a la par por las calles llenas de gente. Ninguno pronunciaba palabra, pero no lo necesitan en ese momento; ya sabían a dónde se dirigían.

   En medio de la caminata, Anna enganchó su brazo al de él con firmeza, y él la dejó hacer sin decir nada. Recorrieron las últimas calles que los separaban de su destino y, aún sin decir nada, entraron al edificio de Daniel y se dirigieron a su puerta.

   Anna fue directamente hacia la habitación de él. Ya eran incontables las veces en las que habían pasado sus tardes juntos allí, Daniel solo sonrió mientras colgaba sus abrigos en un perchero cercano a la entrada antes de seguirla, encontrándola sentada cómodamente en el pequeño sofá bordo para uno que tenía en un rincón tomando un sorbo de café. Se sentó en la cama, se acomodó con los codos sobre sus rodillas, inclinado hacia ella, y la miró a los ojos. Anna, por supuesto, enfocó su mirada en el suelo, temerosa de decir palabra y aferrándose a su vaso plástico.

   Finalmente, Daniel suspiró y habló;

   — Anna, ¿De qué querías hablar? — La repentina interrupción del silencio que los rodeaba la sorprendió.

   Le devolvió la mirada y, armándose de valor, bajó el vaso de sus labios. — Yo... — Se interrumpió, enderezándose bien en el pequeño sofá. — Bueno... Quería contarte... Algo.

   Él asintió. — Está bien... ¿Qué querías contarme? — Le preguntó dulcemente, presintiendo qué era lo que ella quería decirle, pero sin querer presionarla.

   Con un tembloroso suspiro, Anna le respondió; — En realidad creo que, más que nada, necesito hablar con alguien sobre esto y, quiero hacerlo con vos. — Se interrumpió para tomar un sorbo de café. Cerró sus ojos y, sin abrirlos, habló. — Sé que últimamente no he estado del todo bien y vos lo notaste. Sabés que algo... Algo está pasándome y que me está afectando, y creo que llego el momento de contarte...

   Sin escuchar más, habló antes de que ella pudiera continuar. — No, Anna, no tenes que decirme nada si no lo querés así, no tenés por qué hacer algo que no querés hacer, y yo...

   Ella le interrumpió rápidamente. — Pero quiero hacerlo, Daniel, quiero contarte. — Ante sus palabras, él cerró la boca y la miró, sus ojos cargados de preocupación al verla tan nerviosa. Sin embargo, sus palabras ayudaron a Anna a calmarse. — He estado peleándome con mí... Madre, desde hace algunas semanas ya. Y la razón de nuestras peleas... Es una historia larga, en realidad.

   »Creo que recordarás cuando te dije que me mudé a Argentina por problemas familiares, ¿No? — Él asintió sin decir palabra y sin dejar de mirarla. — Bueno... La razón de esto, y el problema familiar que tuve, se originó porque... Yo vivía en Alemania con mi tía, hermana de mi padre. Viví toda mi vida con ella, ella me crió, me cuidó, me amó... Hizo todo lo que mi madre debería de haber hecho por mí y más, pero nunca hizo. Creo que, de hecho, el acto de amor más grande de mi madre fue el hecho de dejarme vivir con mi tía, porque sabía que ella me cuidaría y porque ella en realidad nunca quiso tenerme. — Se detuvo abruptamente para limpiar algunas lágrimas que se acumularon en el borde de sus ojos, y continuó. — El caso es que... Mi tía falleció en Enero de este año. — Ante dichas palabras, guardó silencio y se llevó el café a los labios, tomó un largo sorbo y cerró sus ojos por un instante, soltando un pesado suspiro. — Y... Me vi obligada a vivir con mí... Madre. Yo... Siempre tuve una buena relación con ella, quiero decir, durante los primeros cinco años de mi vida no supe nada de ella más allá del hecho de que existía, pero a partir de entonces ella se contactó y quiso tener relación conmigo... Y así fue. Cada año desde entonces, mi tía y yo la visitábamos cuando yo tenía vacaciones escolares y pasábamos hasta un mes acá, con ella. Cuando mi tía falleció, yo... No tenía más familia más allá de ella y una abuela senil que, evidentemente, no podía hacerse cargo de mí.

   En silencio, y luego de algunos segundos, Anna se levantó del pequeño sofá y se sentó a un lado de Daniel, en la cama. Se recostó cómodamente sobre su lado derecho, él le rodeó los hombros con su brazo y ella le dió un último sorbo a su vaso de café. Lo dejó en el suelo.

   Daniel podía percibir que ella estaba aguantando sus lágrimas, pero también percibía que lo que ella menos necesitaba era que él intentase quitárselas o decirle que llore libremente. En su lugar, buscó una de sus manos con su mano libre, entrelazó sus dedos con los suyos con calidez y le dió un pequeño apretón para consolarla y animarla a continuar. Anna respiró profundo lentamente, buscando ahuyentar las lágrimas a toda costa, y continuó;

   — Mi madre termino viajando a Alemania para conseguir mi custodia y solucionarlo todo. Para febrero, yo ya estaba en Argentina. Todos estos meses hemos estado luchando por acostumbrarnos a la presencia permanente la una de la otra. Ella es una persona increíblemente solitaria, ni siquiera sé por qué quiso tener contacto todos estos años conmigo y mi tía, pero el caso es que cada una busco su... Forma, su manera de sobrellevar todo esto y, bueno, la mía fue el café. — Señalo levemente el vaso en el suelo con su mano libre antes de continuar. — Durante todo este tiempo nunca me dijo nada al respecto pero, con el paso del tiempo comencé a consumir más y más café y, hace algunas semanas comenzó a dejarme muy en claro lo que piensa sobre ello y hemos estado discutiendo bastante. Casi todos los días, de hecho... Por eso es que he estado no muy bien últimamente. Lo siento.

   — ¿Qué es lo que sientes? — No pudo evitar preguntarle con rapidez.



#33768 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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