Café Amargo

Capítulo 32: Primera Parte.

Miércoles, 03 de Junio de 2015. 
Tarde.
 

Daniel.


  Salgo de la cocina rumbo a la sala en silencio. 
  — Lavé los platos. — Le anuncio a mi madre, está sentada en uno de los sofás y levanta la mirada de su computadora por algunos segundos ante el sonido de mi voz, me sonríe y vuelve a mirar la pantalla.  
  Sin decir más, decido dirigirme directamente hacia mi habitación, pero a mitad de camino su voz me detiene.  
  — Esta noche vamos a ir a cenar a casa de Amara. — Tardo un poco en asimilar lo que dice, cuando lo hago me giro en su dirección. 
  — ¿De verdad? — No puedo evitar preguntar. — ¿Cuándo hablaron? 
  — Esta mañana. — Contesta aún sin mirarme, sin embargo solo asiento ante sus palabras. — Tu padre vuelve mañana. 
  Espero a que diga algo más, pero al escuchar el sonido del teclado decido retomar mi camino.  
  Cierro la puerta detrás de mí y me limito a tirarme sobre la cama. 



•--·--• 

Anna.



  Cierro las cortinas de la ventana de un tirón y me vuelvo hacia la puerta. El cielo anuncia que el sol se ocultará en poco tiempo, pienso en la idea de salir a caminar un rato pero enseguida lo descarto y voy directamente a encender la luz de la habitación, decido dedicarme simplemente a acomodar el desastre de hojas y libros que dejé sobre la cama mientras hacía deberes. Comienzo a acomodar las tareas ya hechas en las carpetas cuando, instintivamente, no puedo evitar prestarle atención a los pasos de Amara en la cocina.  
  Luego de un rato termino de guardar las cosas en mi mochila, y es entonces cuando siento los pasos de ella dirigirse a mi puerta.  
  — ¿Anna? — Le escucho decir a la vez que golpea suavemente la puerta. Instantes después, la abre y se asoma.  
  — ¿Sí? ¿Qué pasa? —  Le digo, ella se limita a mirarme de arriba abajo, frunzo el ceño ante su escrutinio y me cruzo de brazos. — Estás analizando demasiado mi pijama.  
  Se ríe. — Te aconsejo que te cambies de ropa.  
  — ¿Y eso por qué? 
  — Porque vamos a tener visitas para cenar. — Sin decir más, cierra mi puerta y la escucho alejarse apresuradamente. 
  No tardo en correr tras la puerta y salir de la habitación rumbo a la pequeña cocina, donde sé que se encuentra ahora. Pongo un pie en la habitación y enseguida veo el panorama completo; la mesada repleta de ingredientes, bolsas y utensilios de cocina. En el fuego, una olla con lo que parece ser agua calentándose y Amara en medio de todo esto moviéndose con agilidad y buscando lo que sea que necesita ahora.  
  — ¿Qué haces? — Le pregunto siguiéndola con la mirada.  
  — Preparo la cena, claramente.  
  — No, ¿De verdad? — Le digo con sarcasmo. — Me refiero a qué estás cocinando.  
  — Oh, algo sencillo. Pasta italiana. — Asiento lentamente.  
  — ¿Necesitas ayuda con algo?  
  — De hecho sí, ¿Podrías poner a cocinar la pasta? Creo que el agua ya está lista. — Asiento y me dirijo a su lado, tomo el paquete del mesón y me propongo medir las cantidades.  
  — ¿Cuántas personas van a venir? ¿Quiénes son? — Pregunto, por fin, lo que había venido a preguntar en primer lugar, sólo que con una excusa.  
  — Son dos personas. — Me dice mientras ella pica una cebolla. — Una amiga mía y su hijo. 
  — ¿Su hijo? — No puedo evitar preguntar. 
  — Sí, tiene tu edad, seguro se llevarán bien. — La miro con una ceja alzada, pasta en mano. — No me mires así, conozco al chico y sé que seguro se llevarán bien; es muy simpático, además que yo sepa acá tu único amigo es Lea, no te va a hacer mal conocer nuevos posibles amigos.  
  Niego con la cabeza y pongo la pasta en la olla. — No quiero conocer “nuevos posibles amigos” y, además, sí que hice un amigo en la escuela en este último tiempo, y con eso me basta.  
  — El chico que te acompaña ida y vuelta del colegio todos los días. — asiente lentamente. — ¿Cuándo lo voy a conocer?  
  — Algún día… — Susurro simplemente mirando la pasta en la olla. — Hey, Amara. — La llamo luego de un instante. — ¿Estas personas saben que, bueno… Que yo existo, básicamente?  — Termino por decirle con una risa nerviosa.
  — La verdad es que no, pero por eso los invité a cenar, para presentarte a ellos y porque hace mucho no lo hacía. — Deja la cebolla a un lado, refriega su rostro con su brazo y procede a picar un diente de ajo. — Deberías ir a cambiarte y prepararte ahora, yo puedo manejar las cosas acá.  
  — ¿Segura?  
  — Sí, segura, andá. — Decido hacerle caso y me retiro de la cocina. 
  Camino de vuelta a mi habitación y cierro la puerta una vez dentro. Me dirijo hacia la ventana, abro la cortina y descubro que el sol ya se ocultó, así que decido cambiarme sin más.  
  Me miro al espejo y me río de mi pijama holgado a rayas, sin realmente querer deshacerme de él. No me entusiasma la idea de esta cena sorpresa de la cual fui notificada a último momento, pero tampoco puedo hacer demasiado al respecto, no voy a ponerme a discutir con Amara por algo así… Pero, sí, la verdad no me entusiasma la idea.  
  Con resignación me dirijo al armario. La sensación y el sonido de sus puertas corredizas se siente extraño, ya que comencé a usarlo más bien hace poco luego de haberme limitado a sacar mi ropa de la valija cada que la necesitaba por meses. Sin prestar demasiada atención, tomo un par de jeans holgados, un buzo de lana suelto y vuelvo a cerrar las puertas. Dirijo la mirada hacia mis pies en pantuflas, ¿Debería ponerme zapatos? Estoy en mi propia casa, y la verdad es que no quiero.  
  — Maldita sea. — Maldigo entre dientes decidiendo ponerme lo zapatos también.  
  Cada minuto que pasa, la idea de esta cena me agrada menos.  
  Cambiar mi ropa y peinarme no me lleva más de diez minutos, pero aún así decido perder el tiempo un poco más y termino por sentarme en la cama a leer un libro. Me acerco a la pequeña pila al lado de mi cama y tomo el último, el cual es mi lectura actual. Lo abro y comienzo a leer. 



#33772 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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