Café Amargo

Capítulo 32: Segunta Parte.

Miércoles, 03 de Junio de 2015.

Tarde.

Anna.

   — ¿Se conocen? — Pregunta la mujer que hace un instante hablaba con Amara, mirando específicamente a Daniel.

   Amara también le mira, sin decir nada.

   Demasiado sorprendida como para decir algo, guardo silencio mientras observo la escena.

   — Yo… Bueno… ¿Sí? — Termina por decir él dudoso luego de un momento, mirándome.

   — Somos amigos. — Digo sin pensar rápidamente, intentando ayudarle. — De la escuela.

   — Espera… — Dice Amara. — Daniel, ¿Vos sos el que todos los días la acompaña al colegio ida y vuelta?

   Confundido, él asiente con la cabeza lentamente. Amara comienza a reírse, mientras la mujer a su lado la mira extrañada.

   — Bueno, a ver, ellos son amigos de la escuela, eso ya quedó claro, pero, ¿Quién es ella y qué hace en tu casa Amara?

   Amara le sonríe, y entonces suelta la bomba; — Es mi hija, Anna.

   Tanto la mujer como Daniel se quedan pasmados.

 

•--·--•

 

   Nos sentamos a la mesa no mucho tiempo después de esa escena, ya que Amara les prometió explicarlo todo con detalle mientras cenábamos. Al observarlos a todos, noto un aire de familiaridad entre los tres que me desconcierta un poco. Daniel se ofrece a ayudarla a servir la comida mientras Amara y la otra mujer, cuyo nombre resulta ser Anubis, charlan un poco, aunque en su mayoría es Anubis intentando conseguir respuestas que Amara aún no quiere soltar.

   Me siento a la mesa mientras Daniel y Amara sirven la comida, ya que ambos se negaron a dejarme ayudar y me mandaron a sentar sin más. La mujer, Anubis, la madre de Daniel, se sienta frente a mí en silencio, mirándome. Le devuelvo la mirada con curiosidad, y es entonces que me sonríe y habla.

   — Tenés sus ojos, los de tu madre. — Me dice, ante lo cual me relajo y le devuelvo la sonrisa.

   Pronto Amara vuelve a la habitación y coloca un plato de comida caliente frente a mí mientras Daniel hace lo mismo con su madre. Ella se sienta a mi lado, y él frente a ella.

   Antes de que nadie pueda tocar los cubiertos, Daniel es el primero en hablar, ansioso.

   — Y bien, ¿Cómo que ella es tu hija? — Suelta sin más, Amara ríe.

   — Siempre tan directo vos…

   — No siempre. — Susurro nerviosa y sin pensar, lo suficientemente alto como para que todos lo oigan. Daniel me dedica una no muy amorosa mirada antes de volver a mirar a Amara.

   — Es tan simple como eso, ella es mi hija, Anna. Su apellido es Süskind. Vive conmigo desde Enero de este año. — Concluye con simpleza, ignorando mi previo comentario y dedicándose a su plato de comida.

   — ¿Viviste con Amara todo este tiempo? — Me pregunta ahora a mí Daniel, lo miro extrañada.

   — Sí, obviamente. ¿Por qué? ¿Qué pasa con eso?

   — ¡Con razón dejaste de invitarme tan de la nada! — Le suelta ahora a mi madre, mirándola y señalándola con reproche. — ¿Y cómo es que nunca dijiste nada? Nos hemos conocido durante más de un año y jamás dijiste que tenías hijos.

   — Hija. — Corrige secamente ella.

   — Lo que quiere decir Daniel es… — Dice Anubis, poniendo una mano en el brazo de Daniel para callarlo. Puedo notar cómo se lo aprieta un poco para lograrlo, y funciona. — Que esto es un poco repentino, algo que no esperábamos y que no comprendemos, así que naturalmente tenemos muchas preguntas… Y creo, intuyo, que tu hija también, ¿No es cierto Anna? — Se dirige a mí. Asiento rápidamente con la cabeza como un reflejo.

   Amara suspira, se relaja en la silla y asiente también. — Lo comprendo, de verdad lo hago. Esto es un poco difícil también para mí, a esta situación me refiero. No sé por dónde empezar, no es una situación que se dé todos los días.

   — Lo sé. ¿Qué tal si nosotros te preguntamos y vos sencillamente nos respondes? — Ofrece Anubis dulcemente, con un movimiento de cabeza Amara le indica que continúe. — ¿Por qué nunca nos dijiste nada, Amara?

   — No lo sé. — Se limita a responder, me concentro más en mi plato. Y yo que creí que tendría un par de respuestas también de paso. — Nunca se me ocurrió ni lo creí necesario.

   — ¿No te pareció necesario mencionar que tenías una hija de mi edad? — Le suelta Daniel de repente, con ironía. Es la primera vez que le escucho de esta manera, y me sorprendo.

   Amara simplemente negó con la cabeza, sin mirarlo. — Anna nunca vivió conmigo hasta ahora, nunca tuve que presentarlos, nunca salió el tema, así que simplemente no lo hice. Sé que no estuvo bien.

   Ante ello, Daniel parecía a punto de replicar, de agregar algo más, pero su madre una vez más llevo su mano hacia su brazo y habló en su lugar.

   — ¿Vivía con su padre? — Tanto Amara como yo dejamos salir una seca risa sarcástica ante la pregunta de Anubis.

   — No, vivía con su tía. — Se limitó a decir. — Falleció a principios de este año, por eso ella ahora vive conmigo.

   Mejor sacar el vendaje rápido, dicen. Levanté la mirada del plato solo para ver a Daniel mirándome a mí, comprensión y ternura reflejados en sus ojos. Le sonreí.

   — Antes de que eso sucediera, Anna solía visitarme una o dos veces al año por más o menos un mes, esto desde que ella era pequeña. — Continuó. —  Vivía en Alemania. No iré en detalles sobre por qué ella vivía con su tía en otro país y no con su madre. Ahora vive conmigo, permanentemente, y era justo que se las presentara apropiadamente, ya que los considero a ambos mis amigos. — Hace una pequeña pausa. — Pero por sobre todo, porque no me avergüenzo de ella, y sé que ella a veces lo piensa.

   El silencio nos envuelve a los cuatro luego de sus últimas palabras, ninguno de nosotros dispuesto a agregar nada más. Fijo mi mirada en Daniel, pero él solo mira fijamente la pared por encima de la cabeza de Amara. Observo mi plato y espero, pero nadie dice nada sino hasta que Anubis decide hacerlo.



#33788 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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