Café Amargo

Epílogo

Sábado, 1 de Agosto de 2015.

Tarde.

 

Anna.

 

   El viaje al aeropuerto es silencioso. Ni Víctor, ni Daniel ni yo decimos palabra en todo el trayecto. El conductor del taxi parece percibir nuestro estado de ánimo, porque luego de un breve intento por sacar plática cuando ingresamos al auto no volvió a abrir la boca. Creo que es mejor así.

   El clima de Buenos Aires parece acompañar nuestro estado de ánimo, los nubarrones grises se arremolina en el cielo y una muy suave llovizna golpea contra los vidrios con suavidad. El brazo de Daniel rodea mis hombros con calidez mientras acaricia mi brazo. Me recosté contra su cuerpo en el asiento trasero del auto y tomé su brazo libre para poder entrelazar mi mano con la suya. Me dejó hacer sin más. Víctor, desde el asiento de adelante, nos observó sin mucha discreción y nos sonrió.

   Amara no quiso acompañarnos al aeropuerto, se rehúsa a hablar con Víctor sin importar los esfuerzos de ambos por hacer que cambie de parecer, incluso Daniel interfirió e intentó hablar con ella en cierto punto luego de haberlo conocido por sí mismo. Como era de esperar, él y Víctor se llevaron bien de inmediato a pesar de la barrera del idioma, pero Daniel está decidido a aprender alemán.

   Víctor volvió a Suecia luego de tres días en Argentina, volvió con su familia por una semana para poder arreglar las cosas allá y hablar con su esposa e hijos, y luego volvió para quedarse un mes acá. Yo nunca le pregunté que lo hiciera, pero él mismo ni bien comenzamos a conocernos me dijo de sus intenciones de pasar tiempo conmigo y conocerme para recobrar todo el tiempo perdido. Pasamos todo ese mes paseando por Buenos Aires, le mostré muchos lugares, y pronto también le presenté a Daniel y ambos se llevaron bien de inmediato y él se nos unió alguna vez en nuestras salidas recreativas padre-hija. Jamás pensé que llegaría un día en el cual pasaría la tarde entera con mi padre y disfrutaría de ello, pero es difícil no pasarlo bien en compañía de Víctor. Pude notar enseguida sus esfuerzos porque llegáramos a conocernos, pero sobre todo él nunca dejó de indagar sobre mí. Escuchó cada cosa que le he contado con atención, y no puedo negar que realmente me he encariñado con él.

   Me contó que él comenzó a buscarme al mismo tiempo que Amara, más o menos cuando tenía cinco años. Para ese entonces ya había conocido a quien sería su esposa. Durante muchos años buscó incansablemente a Amara en Alemania, ya que recordaba que ella tenía intenciones de radicarse en Frankfurt una vez terminara sus estudios, pero por más que buscara por años y años alguna dirección o forma de contactarla, nunca pudo dar con ninguna. Fue entonces que llegó a la conclusión de que ella probablemente había vuelto a su país, Argentina, pero no tenía forma de buscarla aquí. Amara no tiene redes sociales, pero de alguna forma consiguió recuperar el número de teléfono que ella usaba cuando iba a la universidad; y la línea estaba cortada. Si no se hubiera cruzado con un ex compañero de clases, me dijo, nunca me habría encontrado, ya que a pesar de que ese compañero no sabía nada de Amara, fue él el que le dio la idea de buscar a otros compañeros con la esperanza de que alguno supiera algo, y él mismo lo puso en contacto con varios, uno de los cuales sí se mantenía en contacto regular con Amara. Fue entonces cuando la llamó, y fue entonces también cuando Amara le dijo que yo no existía.

   Se disculpó conmigo por haber estado ausente en mi vida millones de veces, y millones de veces más le he dicho que lo he perdonado, pero él continúa disculpándose siempre. Supongo que es cuestión de tiempo.

   Luego de pasado el mes que él había planeado quedarse aquí, decidió extender su estadía una semana más, y así lo hizo. Me dio todo ese tiempo para que pensara en su propuesta de que fuera a Suecia con él, me ofreció ir con él a visitar a mi madrastra y a mis medio hermanos primero, me prometió mostrarme la ciudad. Fue bastante evidente que él realmente quería que yo fuera a vivir con él una temporada, cada vez que salimos a alguna parte no puedo evitar notar lo culpable que se siente por no haber estado ahí para mí mientras crecía, y es evidente que quiere estar presente ahora más que nunca, sobre todo luego de que le haya contado sobre mi infancia y sobre mi relación con Amara estos últimos meses.

   Pero rechacé su invitación de irme a vivir a Suecia un tiempo. Ya he dejado muchas cosas atrás cuando dejé Alemania, tuve que empezar casi desde cero aquí, porque aunque he visitado Argentina casi toda mi vida, una cosa es visitar y otra diferente es vivir aquí de forma permanente. Si ya fue difícil adaptarme a mi vida aquí, aunque ya conocía de sobra el país y ya tenía a al menos un amigo esperándome, no quiero pensar en lo que sería para mi ir a Suecia con Víctor y vivir en su casa, con personas que ahora son mi familia pero que apenas y conozco de nombre. No, no quiero hacerlo, al menos no ahora. Todavía no estoy completamente habituada a Argentina y, además, no quiero irme. No quiero dejar a Amara, no quiero dejar a Lea ni a Daniel. Me gusta vivir aquí.

   Cuando llegamos al aeropuerto las nubes grises continuaban en el cielo, pero había parado de llover. Daniel y Víctor sacaron las maletas del maletero mientras yo les esperaba a un lado. No creí que volvería a entrar a un aeropuerto tan pronto, pero la familiaridad del lugar en cuanto traspasé las puertas fue evidente. Es como si hubiera llegado ayer, siento que podría levantar la mirada y encontrarme a mí misma, arrastrando mis maletas detrás de Amara mientras ella habla sin parar intentando animarme, contándome sobre la nueva escuela a la que atenderé y asegurándome que Lea y su madre se reunirán con nosotras en el apartamento para verme. El recuerdo no me provoca una sonrisa, pero sí nostalgia. Las cosas cambiaron bastante desde entonces.



#37433 en Novela romántica

En el texto hay: romance, cafe, amor y conflictos

Editado: 06.01.2021

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