- Salmos 27
1
Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizar me?
El corazón del hombre estaba latiendo rápidamente y sus manos estaban sudas, tenía más de media hora estacionado frente a la casa de la chica con los nervios a flor de piel.
Había salido una hora antes de su casa, la ansiedad y los nervios, lo estaban carcomiendo y no sabía que hacer, cualquiera pensaría que era un loco el que estaba parado frente al departamento de la chica, porque ya llevaba más de media hora mirando hacia su departamento.
Cuando miro su reloj, vio que ya era hora de ir a buscar a la chica, su corazón latía muy rápidamente y su respiración estaba entre cortada como si tuviera un ataque de pánico.
Se para a medio camino, justo dos puertas del departamento de la chica, decidió calmar su respiración y sus nervios, cuando ya estuvo calmado volvió a caminar al departamento de la chica.
Justamente en la puerta 215, el chico paro y antes de tocar dijo:
- Que sea lo que Dios quiera- y tocó el departamento de la chica.
En su vida nunca había estado tan nervioso como lo estaba ahora. Y más cuando la chica abrió la puerta estaba muy hermosa, era la primera desde que la conocía que su pelo lo tenía recogido, no le gustaba que las personas se recogieran el pelo— pero es su decisión— a demás que daba a la vista sus tres angulares que tenía en el rostro uno en su mejilla, el otro en su frente y el otro al lado de su nariz, no tan fina, tenía una pequeña espinilla pero eso no le quitaba lo hermosa que se veía.
Las mejillas de la chica se veían rojas, como si le hubieran echado algo caliente en el rostro, pero eso solo hacía resaltar su belleza.
- Hola- saludo la chica con una sonrisa.
- Hola- saludo.
En eso momento no supo que decir, era la primera vez en mucho tiempo que no tenía nada que decir delante de una chica y eso le molesto.
La chica pareció haber leído sus pensamientos, y decido hablar ella.
- Voy apagar las luces, para irnos- dijo la chica.
Dejó la puerta de su departamento abierta y apago todas las luces de su departamento.
El vio un gato blanco, muy lindo— no le gustaban ni los gatos, ni ningún tipo de animal— pensó. La chica cogió sus llaves después de terminar de apagar todo en su departamento y cerro la puerta.
- Ahora si nos podemos ir- dijo.
La chica estaba tan feliz y a la vez tan nerviosa, que no sabía que hacer, cuando salieron de su departamento, el chico la guio hasta su auto, antes de arrancar la chica dijo que había que hacer algo importante.
El ceño de él chico se frunció, la expresión de su rostro era de una incógnita.
- Tenemos que orar antes de partir- dijo la chica.
- Eres un tanto especial.
La chica se sonrojo por su cumplido y cogió las manos del hombre, y las entrelazo con las de ella, y le pidió a Dios que los cuidara en esa noche y que los protegiera.
- Pará la próxima lo tendré más pendiente- dijo antes de arrancar.
La chica no entendió lo que quiso dejar dicho en ese momento, pero lo único que se dijo fue; disfruta, sin culpas y sin perderte.
Llegaron a un restaurante Italiano, le gustaba la comida italiano, el acertó justamente como si le hubiera leído la mente, de cual era su restaurante favorito.
El se bajó primero del auto, para abrirle la puerta, y hizo un ademán para que ella pudiera salir, cuando el abrió la puerta.
La chica le regalo una sonrisa, al salir del auto, el Cogió la mano de la chica para entrar al restaurante, entrelazaron sus dedos, como una pareja.
- Una recepción, al nombre de él señor Wilson y la señora Wilson- dijo sonriendo.
El señor busco en la lista y los llevo a una mesa que estaba apartada de las otras mesas.
Vino un camarero y le dio el menú para que pudieran elegir, se fue con una leve reverencia.
Los dos estaban viendo lo que había en el menú, luego de unos minutos volvió y se volvió a ir para traer sus órdenes.
- No puedo creer que te guste la pasta- dijo la chica.
El abrió grandemente los ojos, de la impresión.
- No te gusta, la pasta- afirmó, asombrado.
- No, es muy mala- dijo asiendo una cara de asco.
El camarero trajo su orden, y la chica le sonrió ya sabia que tenían que hacer, el puso sus manos arriba de la mesa y Cogió las de ella y las entrelaza.
El decidió orar este vez y darle gracias a Dios por los alimentos del día de hoy, y pidió que le diera esa cena a las personas que la necesitaba.
- Lasaña, si es de verdad que tienes mal gusto- dijo comiendo de su pasta.
- Me voy a quedar callada, tu mal gusto no me deja hablar.
El soltó una carcajada por la ocurrencia que la chica, y siguió comiendo de su pasta, que estaba deliciosa, por otro lado la chica estaba disfrutando de su lasaña.
- Vamos dale un bocado a mi lasaña te va a encantar- dijo la chica partiendo un pedazo.
- No francesa, mi boca no piensa probar eso- dijo decidido.
- Vamos, y si quieres yo como un bocado de la tuya.
El acepto no muy convencido, pero acepto, los dos intercambiaron de platos y los dos le dieron un bocado a sus cenas.
Los dos hicieron cara de asco, y era verdad cuando decían que a ninguno les gustaba la comida del otro m, eran por así decirlo polos opuestos.
- No volvemos a probar la comida de ninguno de los dos- dijo la chica pasándole su plato.
El soltó una carcajada por la cara de la chica, y ambos terminaron de cenar entre una que otra frase u oración.
Salieron del restaurante y la brisa de Seattle, los golpeó a ambos, la piel de la chica se puso de gallina por el frío, el vio que la chica tenía mucho frío, se quito su chaqueta y se la puso y luego se la abotono, le quedaba muy grande pero cómoda.