Aurora

Ella es el atardecer, colores cálidos detrás de una pronunciable cumbre de sentimientos esbozados con suaves pinceladas que me encanta pintar, pero si se hace tarde para terminar, me llevo sus colores impregnados en el alma y ella comienza sola a bailar. No veo el agua, ya las montañas comienzan a sonrojar esas nubes en soledad. El sol no quema más, su tenue mirada ya se apoderó de éste frio lugar. Vamos, que tengo el tiempo suficiente para amar la temperatura de su cuerpo al descender y embriagarme con el frío que estoy por tomar cada crepúsculo, donde sólo me queda verla, alejarse una vez más. Soy la noche fría con un manto extenso de luceros que esperan deslumbrados, a su amada regresar. Ahora sin colores, solo puedo trazar el mapa de su cuerpo con las estrellas en mis manos, aquellos lunares que culminan por su cuerpo y tengo mucho tiempo para volver a enamorarla ya sea un segundo, cuando la vuelva a mirar. Me cuelgo del menguante oculto de la luna, mientras recuerdo su risa y la brisa terminó por hacerme despertar. Queda la música y su tierno mirar, entonces he aquí mi necedad, que hace volverla a pintar, ahora con la aurora en esta oscuridad, para que me acommpañe al despertar.