A veces, gato
“Mis atardeceres favoritos son los que dibujan
tus mejillas, mi clima favorito es el que traza tu
boca”.
A veces cuando lo miro a los ojos me pregunto si el universo está por fuera de la tierra realmente. Porque al verlo, las galaxias infinitas deslumbran en sus pupilas. Incluso la media luna que me dio en el labio, la siento como miles de asteroides cayendo sobre este vibrante
planeta, y que me queman como el sol que nos ilumina.
Le creo a ese gato, le creo porque siento el suave ronroneo de felicidad que le escapa del pecho. Por eso el cinturón de orión me pareció tan cercano en cuanto sus brazos se aferraron a mi cintura. A veces le siento latente por mí y en otras, apagado como un río sin corriente.
Le quiero, le quiero porque sin palabras me hace sentir como estrella fugaz, de esas que cumplen los deseos de un simple niño en busca de un sueño.
Tal vez el gato tenga razón, porque termina ocasionando
en mí fuego interno, que las placas tectónicas se muevan,
desbalanceen y corten los continentes.
«¿Por qué?», eso me pregunto cada noche al dormir y cada mañana al despertar. Me encuentro en el dilema del amor y el aferro, en un agujero negro de silencioso misterio.
A veces el temblor de mis manos se hace evidente cuando mis acciones se quedan a medio decir.
Ni las constelaciones pueden