La rutina de no extrañarte
“Arte abstracto, ansia de mis sueños, eres
bonhomía, sabiduría hecha beso”.
Para no extrañarte tomé las 8:00 A.M de alarma, veo el sol colarse
por mi ventana y burlarse de mis ganas de seguir durmiendo.
Te aviso que para no extrañarte empecé a hacer ejercicios, hoy me duele el abdomen muchísimo, pero no he parado de hacerlos.
Aprendí a hacer dulces nuevos, una receta que me enseñó mi papá.
Para no extrañarte me dediqué a la tierra, te digo orgullosamente que ya coseché mis primeros tomates, incluso me hice una torta de huevo con ellos.
Para no extrañarte me aprendí el tiempo, las horas, los minutos y segundos. Hasta hice un horario diario.
Para no extrañarte me dediqué a pintar pequeños cuadros. A respirar el aire que me dan los árboles y hundirme en el agua por horas. Tomé las riendas para que cada día al despertar no vaya al baño sin antes tender mi cama.
Leí un par de libros y estudié una enciclopedia sobre astronomía.
Para no extrañarte me centré en la estrellas, en sus constelaciones y las figuras raras que crean las nubes en los crepúsculos.
Para no extrañarte te escribo esta carta, porque por más que lo intente, te sigo
viendo. Pensé en ti cuando sentí que ya no podía más con los abdominales, no me rendí al recordar tu sonrisa extraña e incómoda. Y cuando entendí qué tan puro podría ser el aire, viniste a mí como el más
profundo aliento. Para ser franca, pensé tanto en ti que creí que 60 segundos eran lo más cercano a una hora completa. Medí los días escuchando la misma canción que parecía llevar en cada coro tu
nombre.
Te extraño tanto que solo me levanto temprano con la idea de que es un día menos y más cercano a nuestro próximo encuentro.
Te extraño al punto de que explotaré por retener tanto.
Y por más que intente, el extrañarte se ha vuelto parte de mi rutina.
Para usted.