“Como las estaciones que danzan en la naturaleza, nuestra vida se compone de flores que nacen, mueren y renacen, recordándonos que en cada cambio hay belleza y en cada pérdida, la promesa de un nuevo comienzo.”
Después del duro invierno y la muerte, renace la primavera como un fénix sembrando con su llama la vida sobre la tierra.
En las margaritas y girasoles amarillos veo todo ese fuego atrapado del sol, abrazándose fuerte entre raíces y hojas, mostrando la belleza de los colores sobre los pétalos de las rosas.
El equinoccio llega tan vívido con sus rayos solares, quienes caen perpendicularmente sobre el ecuador. Abriendo paso a la vida y al amor.
Cuando pienso en la estación más colorida del año, me viene a la mente las semillas marrones sobre tu piel de nieve. Tan hermosas y etéreas como un deseo sin cumplir, una vida repleta de llantos y penas por un minuto de felicidad, una estación corta que muere y no volverá.
Porque aún siendo las mismas flores, el cambio climático las ha hecho diferentes con cada estación del año.
Somos distintos con cada experiencia, cada retoño que nace desde el fondo de nuestras venas.
Nuestro amor se ha vuelto una primavera, un otoño, un verano, invierno desolado, pero al fin y al cabo una nueva flor que muere para volver a nacer.