“Aunque parezca que nadie te oye, sigue cantando, porque tu espíritu siempre está ahí, escuchando.”
Cántame en la corriente sanguínea, cántame en las células y los virus.
Cántame allí donde las neuronas dan forma a las ideas y donde el corazón late.
Cántame la melodía de los sábados y domingos, canta a la sonata del invierno y a los espacios llenos de extraños.
Cántame en la ansiedad, en el nudo que se forma entre mis tobillos y mi garganta.
Cántame como una madre a su bebé, canta la nota más alta de un pájaro y el rugido más grave de un león. Canta en los lugares donde la extinción arrebata los páramos y el ecosistema.
Cántame ronco, ya sea en enfermedad o salud.
Cántame como el agua guía a los peces, canta como un grito de auxilio y como una bruja llorando por sus hijos.
Cántame incluso en los rincones donde el canto y el baile se ven restringidos, donde el gozo se desvanece.
Cántame por el derecho de las mujeres tras el velo negro, canta en un grito de independencia o en un tratado de paz.
Cántame en los lugares donde la paloma busca la vida y donde el diablo encuentra la muerte. Cántame como el nacimiento del universo y la posterior destrucción del mismo.
Canta con tanta fuerza que incluso el sordo pueda percibirte a través de las vibraciones y los demás sentidos.
Cántame con determinación y valentía, pero jamás, en ninguna circunstancia, dejes de cantarme.