Sus intenciones
Alice Wood
—No.
—Que te desnudes.
—No.
—Dije que te desnudaras— gruñe.
—Y yo dije que no— gruño como él.
Chirría los dientes y se acerca a mí con dos zancadas para agarrar mi falda y arrancarla de un tirón.
«Menos mal que llevo shorts vaqueros debajo»
Agarra el bajo de mi jersey y trata de subirlo pero yo lo detengo.
—Espere. Espere, por favor— la maestra de lengua llega hasta nosotros y le sostiene las manos—. No puedo permitir que haga eso.
Cai Becher sonríe y me suelta por lo que la maestra también lo suelta.
—Desnúdese usted en su lugar.
Veo el dilema de la maestra en sus ojos antes de llevar sus manos a los botones de su camisa. La detengo.
—No. Ella tampoco.
—¿Me estás retando, niña?— Cai Becher sonríe y me sostiene de las mejillas para acercar su rostro al mío hasta que nuestras frentes chocan— Nadie me ha retado antes ¿Cómo te llamas? Vamos a ser amigos.
—Yo no quiero ser tu amiga.
Agradezco enormemente el estar sosteniendo el pañuelo sobre mi nariz y mi boca porque está muy cerca. Demasiado.
—Tu nombre— ordena saber y yo no tengo impedimento en decírselo.
—Alice Wood— respondo.
—Alice Wood…— saborea mi nombre— me gusta… Alice… Becher… sí, me gusta.
—Espera ¿Qué?— pregunto aterrada.
—¿Qué edad tienes? Eres de último curso ¿No?
Claro que soy del último curso, solo estamos los de los dos últimos cursos porque, a excepción del chico de primero que estaba de con el director, los demás están de excursión. Solo los más mayores quedamos aquí.
«¿Por qué tuve que repetir un curso?»
—Dieciocho— susurro temiendo lo que está por venir.
—Entonces no tendremos que esperar. Será en un mes— dice justo antes de girarse y abrazarme de lado.
Tengo tal miedo que me impide moverme. Prefiero el desnudo.
—El motivo de mi visita era encontrar a una bella joven que pudiese soportar mi mundo para convertirla en mi esposa. Por suerte ya la encontré. Ha sido un placer veros hoy aquí, la boda será en un mes y, aunque no estáis invitados por seguridad, espero que nos deis la enhorabuena.
Se hace el silencio.
—Dije, que nos deis la enhorabuena— repite amenazante.
—Enhorabuena— se escucha en coro.
Mi amiga se pone en pie y yo tiemblo.
—¡Alice! Es un puto narco ¡Reacciona!
Su grito me hace actuar y me separo de Cai Becher antes de separarme el pañuelo de la nariz y comprobar que ya no sangro para lanzárselo y saltar fuera del escenario. Una vez toco el pasillo, ruedo y me pongo en pie para echar a correr tomando la mano de Helena, mi amiga, para salir por patas.
Noto cómo una mano me jala del cabello y pongo en práctica la teoría de todos los vídeos de defensa personal que he visto y practicado con Helena por lo que agarro su mano, me giro y doy un codazo en su brazo mientras giro más para tirarlo al suelo, entonces continúo corriendo llena de adrenalina. Llegamos al pasillo y agradezco internamente haber hecho novillos porque sé muchos escondites.
Llegamos a las taquillas y corremos hasta la mía pero al buscar la llave me doy cuenta de que la olvidé en el aula.
Corremos hasta la misma, cogemos mi llave ya que Helena no tiene su teléfono aquí y corremos nuevamente a mi taquilla pero vemos a Becher al otro lado del pasillo.
Sonríe.
—Helena, corre y escóndete en nuestra guarida— le susurro y ella asiente antes de salir corriendo.
Yo no me muevo. Becher tampoco.
Mi taquilla debería estar a unos diez metros de distancia de mí y quince de él. Dependiendo de nuestra rapidez, podría conseguir llegar, abrir la taquilla, coger mi teléfono que es lo primero que se ve al abrir y salir por patas sin cerrarla.
Dependiendo de su velocidad.
Entonces lo hago: echo a correr hacia mi taquilla y él reacciona cuando llevo por lo menos tres metros por lo que me da ventaja. Llego a mi taquilla y meto la llave en la cerradura para girarla sin cuidado. La abro, cojo el teléfono y salgo por patas.
«No pares, vas bien»
Estoy por llegar a la puerta del patio cuando unos brazos se enrollan en mi cintura y tiran hasta que mi espalda se choca con un duro abdomen.
Grito y me retuerzo en los brazos de mi opresor.
—Relájate ¿Quieres?— es la voz de Becher.
Trato de llamar a la policía pero él me quita el teléfono y lo estrella contra el suelo.
No.