Cai Becher

Capítulo 7

A salvo en sus brazos

Alice Wood

No me gusta cómo suena ese «nuestra» ¿Por qué tiene que haber un «nuestra» en algo relacionado con este imbécil y yo?

—Sé que debes estar confusa, cabreada y triste, incluso. Pero eres mi prometida y no puedes tontear con otros hombres...

—¡Solo hablábamos!

—¡No me grites!

—¡No me grites tú a mí!— sus labios se convierten en una línea antes de separarlos para decir algo pero yo lo interrumpo— Además, se te olvidó algo importante ¿No crees?

—¿El qué se me olvidó?

—¡Pedirme matrimonio!— rujo antes de darme la vuelta hacia la puerta.

—¡Alice!— me giro para volver a gritarle pero lo encuentro postrado de rodillas con un anillo precioso entre sus dedos— ¿Te casarías conmigo?

—¡No!

Me vuelvo a girar para salir por la puerta pero antes de alcanzar el pomo, su mano me agarra y me gira para, seguido de eso, sentir unos labios estamparse contra los míos de forma violenta.

Una guerra estalla cuando se olvida la última y yo no lo olvidé esas dos batallas. No aún.

Lo separo diciéndome a mí misma que esto está mal. Que no puedo seguir así. Ese beso ha sido agresivo y a mí eso... me gusta.

Estuve haciendo terapia con mi psicólogo para cambiar eso.

Un candado cerrándome las piernas, la llave en el olvido. Un candado cerrándome las piernas, la llave en el olvido... y yo no olvidé, aún lo recuerdo todo demasiado bien.

Yo entrando por primera vez en ese polideportivo para hacer natación. Sus ojos sobre mí. Mis curvas traicioneras con ese bañador. Las tardes que salimos juntos de nadar. Los helados que disfrutamos y esa vez en su coche cuando dio el paso. Mi vuelta a casa con la cabeza gacha y más maquillaje por semanas.

No puedo, simplemente no puedo.

—Alice... ¡Alice!— Becher me llama pero está lejos... ¿Por qué la habitación da vueltas? ¿Dónde está... la luz?

Me duele la cabeza.

Escucho voces a mi lado pero no entiendo nada, parecen cotorras de pueblo.

Qué molesto.

Abro los ojos pero la luz me ciega y me da más dolor de cabeza.

Levanto un brazo para colocarlo frente a mis ojos pero me pesan y no puedo hacerlo.

¿Qué está pasando?

Emito un ruido con la garganta y las voces se callan.

—Señorita Alice ¿Cómo se encuentra? ¿Sabe dónde está?

El beso de Becher se me viene a la cabeza y asiento mientras abro los ojos y me incorporo poco a poco.

—¿Dónde está Becher?— pregunto con voz ronca.

—...Y de pronto la vi ida y si no llego a atraparla se hubiese golpeado la cabeza— la puerta se abre y entra Becher con un hombre de más o menos su misma edad. Al verme se acerca con rapidez—. Ganchita, me has asustado ¿Cómo te encuentras?

—No me llames así— respondo antes de destaparme y tratar de levantarme pero Becher me para empujándome por el hombro y trata de que me tumbe. Me resisto.

—Túmbate— se queja tratando de hacer fuerza pero yo no desisto.

—Suéltame— le replico.

Aparto su mano de un manotazo y me centro en el otro hombre: alto, pelo moreno, ojos azules, piel morena... está bueno.

—Buenas tardes, Alice. Cai me ha dicho que te has desmayado ¿Podrías decirme cómo te sientes?

Médico...

—Bien— contesto secamente.

—Quiero saber qué te ocurre...

—Me he desmayado porque me sentía abrumada, estoy bien, gracias pero no necesito tu ayuda.

Se me queda mirando fijamente por unos segundos hasta que me sonríe y extiende la mano.

—Si lo tienes tan claro tendrás razón. Soy Melvin, un buen amigo de Cai. Es un placer— dudo mirando su mano pero acabo aceptándola y asiento en forma de saludo—. Ya que estás bien, supongo que me marcharé— mira a Becher—. Y tú, no la agobies, se supone que sabes de psicología. Bueno... hasta otro día.

—Hasta luego, Melvin, gracias por venir tan rápido.

—Cuídense.

Sale por la puerta y las chicas que había aquí, lo siguen. Quedamos Becher y yo solos. Me acaricia la mejilla y yo cierro los ojos por el contacto.

—Lo siento, no pensé en lo que debes estar pasando— lo noto sentarse a mi lado y me pasa un brazo por los hombros para que me apoye en su pecho, seguido comienza a acariciarme la cabeza— ¿Estás así solo por esto o hay más?— su voz me calma y no puedo evitar sincerarme.

—Los dos anteriores... me lastimaron.

Sus brazos se tensan pero sigue tocándome el cabello con cortesía.

—No quieres hablar de ello ¿No?— niego ante su pregunta— Es bueno que lo hables, aunque no sea ahora ni conmigo. Cuando te sientas lista debes hablarlo con alguien y sacarlo de dentro.

—Vale— susurro sintiendo mis ojos aguados. Mi voz sale temblorosa— ¿Tú también me lastimarás?— me siento frágil, como si fuese una cria de seis años.

—Jamás pasará eso, ganchita. Te cuidaré bien, lo prometo— y, sin yo planearlo, me sentí a salvo en los brazos de mi captor.

No puedo dejar de pensar que los dos anteriores también me prometieron que jamás me dañarían... pero ambos rompieron su promesa. Ahora que todo se parecía a las veces anteriores me comienzo a asustar pero hay algo en la voz de Becher que me hace, no apreciarlo, simplemente creerlo y sentirme segura. Con los otros no sentía este calor en el pecho que solo siento cuando estoy a salvo.

—La cena ya debería estar hecha ¿Tienes hambre?

Asiento y sorbo mi nariz antes de incorporarme.

—Ven conmigo— extiende su mano hacia mí y dudo un momento antes de tomarla porque su petición parece tener otra finalidad.



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En el texto hay: secuestro, sufrimiento, mafia

Editado: 14.11.2022

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