La consecuencia de mis malas experiencias anteriores
Alice Wood
Mis ojos se cierran cuando da leves caricias al dorso de mi mano con su pulgar.
Soy consciente de que este contacto va a dificultar, debido a mi baja autoestima, el que yo me indigne con mi situación. Me siento querida ante un desconocido que se ha apropiado de mí y que planea casarnos en un mes.
En mi vida he recibido tal cariño de un chico, o un hombre. ¿Qué edad tendrá Becher? Aparenta veintipocos pero si ya había empezado la universidad antes de tener que comenzar con esto debe tener unos... veintiocho, una casa tan grande con tanta gente trabajando en ella ha debido costarle años ganando una cantidad considerable de dinero.
Mis ojos se cierran mientras mis labios esbozan una sonrisa cálida y sincera hasta que me quedo dormida.
Despierto por la claridad de la mañana y abro los ojos para ver a Becher abrazar mi brazo, apretándolo contra su pecho.
Se ve dolido, maltratado ¿Qué habrá tenido que vivir desde que comenzó con esto? ¿Qué cosas abominables habrá tenido que hacer obligado porque le apuntaban con un arma a la sien? Parece un niño asustado por el monstruo que habita bajo su cama.
Con mi mano libre le aparto los mechones que tiene pegados a la frente por el sudor ¿Habrá tenido una pesadilla y por eso me agarra así? Delineo su pómulo con la yema de mi dedo antes de apartar la mano.
Decido que debe seguir durmiendo un rato más porque parece haber tenido pesadillas y ahora se ve durmiendo en paz así que me libero de sus brazos delicadamente para no despertarlo. Me levanto despacio para ir al baño y cerrar la puerta con cuidado.
Hago mis necesidades matutinas antes de coger mi cepillo de dientes del neceser.
Estoy reproduciendo una canción en mi cabeza mientras me cepillo los dientes cuando llaman a la puerta.
—Puedes pasar— digo con la boca llena de pasta.
Un Becher con rostro cansado aparece por la puerta y me sonríe.
—Buenos días, ganchita.
—Buenos días— saludo evitando sonreír por su cara de sueño. Pero recuerdo su sudor mañanero y me pongo seria— ¿Has tenido pesadillas?
Su mirada se centra en mí instintivamente. Serio.
—¿Hablé?— me encojo de hombros.
—Si lo hiciste no me enteré, pero esta mañana estabas sudando mucho— suspira.
—Sí, bueno, no es nada— se limita a decir antes de ponerse de espaldas a mí ante el váter para hacer pis.
Me sonrojo sin poder evitarlo y desvío la mirada cuando se acerca a mí para lavarse los dientes.
—¿Eres de esos que no se lavan las manos después de tocarse el pene para hacer pis?— mi pregunta hace que suelte una risa mientras coge la pasta de dientes.
—Supongo que sí— se mete el cepillo en la boca y comienza a cepillarse mientras yo escupo la espuma y me enjuago la boca.
Me mojo las manos y trato de definir mis rizos antes de coger un botecito que tengo en mi neceser y echarme en las manos para seguir con la tarea de definición matutina de rizos aplastados por la almohada.
Al acabar, Becher ya había acabado y salimos del baño. Nada más salir, alguien llama a la puerta y Becher da permiso para que pase.
—Buenos días, Alice y señor Becher— Clara entra con una caja de un envío a domicilio aún cerrada en las manos. Ignora que Becher está en boxers y le tiende la caja.
—¿Está todo?
—No señor, el resto aún no llegó pero creo que es suficiente hasta que llegue en un día o dos.
—De acuerdo. Gracias, Clara.
—De nada ¿Quieren que les traiga el desayuno o bajan al comedor?
—Bajamos en quince minutos— responde él.
Clara se despide antes de irse y Becher se gira para dejar la caja en la cama y coger una navaja que tiene en un cajón de mi mesilla de noche. La abre y me hace una señal para que me acerque, lo hago y veo que hay un montón de ropa de chica.
—Ayer Clara vio tu taya de ropa y compró en varias tiendas, esta es la que ha llegado pero en pocos días llegarán las demás. Dime si no te gusta o si no te queda bien y la cambiamos.
—Vale, gracias— Becher me pellizca la nariz antes de irse al vestidor.
Yo me pongo a mirar la ropa y agradezco interiormente que sea ropa cómoda y que haya ropa interior. Cojo una muda y me encierro en el baño para cambiarme antes de salir. Me pongo mis deportivas negras que tengo en la mochila y ya estoy lista para pasar el día. Algo que no se me pasa por alto es el hecho de que, aunque la ropa es básica, es de marca.
Salgo del baño y me encuentro a Becher con ropa deportiva escribiendo algo en su celular. Me mira.
—¿Cuál es tu color favorito?— pregunta.
—Sinceramente, el negro— vuelve a escribir y me vuelve a mirar.
—¿Y el segundo?
—El lila— y vuelve a escribir algo antes de guardarse su celular en el bolsillo y extender una mano hacia mí.
—¿Vamos a desayunar?
Miro su mano con una ceja alzada pero me digo a mí misma "¿Qué importa si me dejo mimar?". Así que tomo su mano y lo dejo guiarme ignorando la voz de mi cabeza que me dice lo obvio: si me dejo mimar, no me iré jamás.
Bajamos hasta el comedor y el desayuno ya está en la mesa. Al haberme criado únicamente mi madre, he aprendido a ser independiente porque ella siempre ha pasado mucho tiempo fuera trabajando muy duro para que a mí no me faltara nada, por ello desde muy pequeñita he aprendido a cocinar, a limpiar y a moverme sola por el mundo. El hecho de que ahora me lo pongan todo por dejante se me hace raro, mas aprovecharé mi situación en todos los ámbitos posibles, eso lo tengo claro, podría acostumbrarme a comportarme como una reina y no me supondría demasiado esfuerzo.
Desayunamos en silencio. Uno frente al otro. Me mira sonriente y yo me sonrojo porque siempre me dio vergüenza que me vean comer pero a él no parece importarle que lo mire.