Hermosa y letal, como un ángel de la muerte
Cai Becher
—Soy toda oídos— la suave voz de Alice me tranquiliza un poco y rápidamente me siento más despejado.
Suspiro.
—Creo que una de las casas en las que tengo hospedados a chicos estudiando está en guerra— me mira y pestañea unas cuantas veces.
—Primero que todo necesito que me expliques eso de que tienes casas con chicos estudiando.
Le explico que cuando chicos de otras bandas se arrepienten de haber entrado en este mundo, me los llevo a casas para que estudien y les falsifico documentos para que puedan tener una vida normal.
—¿Y una de ellas está en guerra?
—Sí, creo que el último chico al que traté de ayudar es un infiltrado que planeaba matarlos a todos por desertar.
—¿Y qué hacemos aquí? ¡Debemos ayudarlos!— sonrío triste ante su preocupación.
—El problema es que el infiltrado los tiene a todos de rehenes menos al cocinero, que es el que me acaba de avisar, él está escondido en un armario de la cocina. Dice que cree que todos están en el salón. Debemos trazar un plan para entrar sin que se dé cuenta, además creo que no es él solo...
—De acuerdo, traza un plan. Yo voy a reunir a tus hombres en el campo de tiro y los pondré al día— dice segura poniéndose en pie.
Se ve como un ángel dispuesta a todo por ayudar.
Sale de la habitación rápidamente y yo camino hasta el baño y me detengo frente al lavabo para abrir el grifo y meter la cabeza debajo antes de mirarme al espejo con severidad.
—No puedes dejar que algo así vuelva a pasar, Cai. Esos chicos confían en ti— me digo mirándome a los ojos.
Cojo aire y me incorporo para salir del baño y de la habitación. Mi cabeza está maquinando como suele hacer en asuntos de importancia. Con mente fría todo puede lograrse.
Llego al patio y camino hacia el campo de tiro. Escucho su firme voz, firme, alta y clara, desde la esquina.
—¡Es una misión de suma importancia y si no te sabes callar tus comentarios de mierda no podrás participar!— cuando los veo me sorprendo al ver a ganchita agarrando a uno de mis hombres por el cuello de su camisa mientras lo reprende como una líder respetable. Ella es dos cabezas más pequeña que él pero eso no parece notarse en este momento.
—¡Atentos!— Dominic los advierte al verme. Todos, incluida ella se centran en mí. La observo colocarse en las filas de soldados que, si no fueran narcotraficantes, encajarían perfectamente en el ejército.
Me coloco ante ellos.
—La casa 3-B está en peligro. El sujeto 534-B es un traidor y se ha colado en la casa para vengarse de los desertores. Los tiene como rehenes y no sabemos qué está esperando para atacar. Dominic— lo miro—, trae los planos de la casa— asiente y se va—. Los demás, prepárense para salir.
Todos comienzan a colocarse la parte de arriba de su ropa y cogen los chalecos antibalas que hay en un contenedor como los del puerto que usamos de trastero de armas y demás.
Veo como unos de los hombres, al que antes ganchita tenía agarrado del cuello de su camiseta, se está dando un chaleco antibalas más pequeño y la ayuda a ponérselo.
No pensará...
—Ganchita— la llamo acercándome a ella.
—Gracias, M— le dice al que la ha ayudado antes de girarse para enfrentarme—. Antes de que digas nada, iré.
—No, no vas a hacerlo— niego con la cabeza.
—Escúchame, Cai— está seria, más vale que la escuche—. He entrenado muy duro y aunque han sido pocos días, creo que los he aprovechado al máximo. Tú me has visto, puedo hacerlo. Además, si esos chicos realmente están siendo rehenes, créeme cuando te digo que después van a necesitar, aunque sea, un abrazo ¿Lo harás tú? ¿Alguno de tus hombres?
Sostengo su mirada. Es inútil quejarme, veo la determinación en sus ojos. Me inclino sobre ella y la beso despacio, ella me corresponde al momento.
Nuestros labios no son agresivos, como suelen ser. Esta vez son... distintos, es como si le dijese «te quiero» con este beso. Siento algo distinto a las otras veces y no sé interpretarlo.
Con ella nunca sé interpretarlo porque todo lo que estoy sintiendo no lo he sentido antes. Son nuevas emociones.
Me asusta.
Me llena.
La quiero.
Paro el beso y me centro en sus ojos durante unos segundos. Dominic llega y le presto atención a duras penas.
—Los planos de la casa 3-B y los papeles de 534-B.
Los cojo y les echo un vistazo.
Francisco Vega, encontrado colocando una bomba bajo el coche de uno de mis guardias. Llevado a la casa 3-B al disculparse para que pudiese tener una vida mejor...
Hijo de puta.
Los planos no muestran ningún lugar por el que entrar que no sean ventanas o puertas que están a la vista. Esa casa consta de quince chicos que sí querían una vida mejor y esa obra de putas.
Cojo aire y miro a mis hombres.
—Entraremos por la fuerza, debemos ser rápido y aplacarlo si no queremos que ninguno de esos chicos salgan heridos— ordeno.
Mis hombres saben lo que deben hacer y cogen sus armas rápidamente para salir de la mansión.
Nadie toca a mis chicos.
El recorrido es silencioso. Es una norma no escrita que todos guarden silencio mientras nos acercamos a un mar de sangre. Unos rezan a su Dios dependiendo de la religión en la que crean, otros repasan el plan y otros simplemente aguardan hasta que llegamos.
No sé qué es lo que hace Alice a mi lado pero parece muy tranquila, quizá solo finge. Tomo su mano que está en su muslo y ella me da un apretón antes de suspirar y recostarse sobre mi hombro. Aprieto su mano con cariño. Me inclino sin moverla hasta que quedo cerca de su oreja.
—Puedes quedarte fuera, si quieres. Puedes echarte atrás y no formar parte de esto o puedes entrenarte más antes de comenzar, aún no te enseñé...— le digo, pero ella me corta con tres simples palabras.