¿Perdí mi humanidad?
Alice Wood
Acabamos en el hall de una casa bien amueblada y de colores acogedores. La puerta de la entrada está bloqueada para que nadie entre ni salga. No hacemos ruidos mientras damos cada paso por el pasillo portando nuestras pistolas cargadas.
Llegamos al salón y veo una fila de chicos sentados en el suelo, maniatados y amordazados con otro chico ante ellos, armado con una pistola y de espaldas a mí.
Le apunto directo a la cabeza, lista para disparar pero los chicos tratando de gritar mientras miran tras de mí me hacen parar para girarme pero no llego a hacerlo porque siento una pistola en mi nuca.
Mierda.
Me quedo muy quieta, no bajo el arma con el que apunto al que está frente a mí, no hago nada. Boomer, por el contrario, está apuntando al que podría matarme.
—Baja el arma, muñeca— me dice y yo cierro los ojos un segundo, soltando una maldición en mi mente. El que está ante mí se gira y pega un salto porque no nos había visto.
—¿Quiénes sois vosotros?— habla y me doy cuenta de que no puede tener más de dieciséis años.
No le contestamos.
—Baja el arma— ordena Boomer al que me está apuntando.
—No, mejor hacedlo vosotros dos— ordena el otro—. Y tú— da un golpecito en mi cabeza con el arma—, quítate ese chaleco, no te favorece.
Miro a Boomer y él asiente agachándose despacio para dejar el arma en el suelo y darle una patada para alejarla. Yo se la doy al que me apunta sin girarme y me quita los velcros del chaleco para sacármelo por la cabeza. No ofrezco resistencia y mis ojos no se apartan de Boomer, sé que en algún momento me dará una señal para comenzar a luchar.
Me mira sin pestañear durante tres segundos antes de mirar al chico frente a mí. Lo miro con determinación, tratando de trasmitirle mi afirmativa. Él parece entender porque sonríe levemente y cierra los puños junto a sus caderas.
—Qué silencio más incómodo ¿No creéis?— la voz a mi espalda es lo único que necesitamos para que Boomer y yo comencemos a actuar a la vez.
Doblo la espalda hacia delante para apartar el arma de mi cabeza y escucho un tiro que da justo donde planeé: el chico traidor se agarra el hombro con miedo y dolor.
Ya escucho los intentos de los demás por entrar por la puerta.
La sangre se cuela por entre los dedos del chico y yo no pierdo tiempo en ir hasta él para pegarle en el estómago. Noto que me agarra del cogote y tira de mi cabello pero no me dejo llevar por el dolor y le propino un puñetazo en sus partes. Automáticamente me suelta y se inclina hacia delante con dolor, no quiero ni imaginar el dolor que debe sentir con el disparo y ese puñetazo, me dolió hasta el puño.
Junto mis manos y le hinco con potencia los codos en la espalda. Suelta un grito más fuerte de los que ya estaba soltando y cae al suelo bocabajo. Entonces me giro, cojo el arma del suelo de Boomer y apunto a su cabeza, cojo aire por la nariz y la suelto por la boca antes de apretar el gatillo.
Se hace el silencio por unos segundos antes de escuchar golpes más fuertes en la puerta y un golpe seco que suena a hueso roto. Me giro para ver a Boomer caer al suelo inconsciente y el otro, el que me apuntaba con el arma, me mira. Tiene una cicatriz en el ojo izquierdo que le llega desde el inicio del pelo hasta la mitad de la mejilla y hace que su ojo sea rojo, el otro le brilla azul. Me sonríe y se acerca.
Ha tumbado a Boomer.
El mejor entre todos.
Mejor que yo.
Voy a morir...
—Princesa...— su voz suena demente. Alarga una mano y me acaricia la mejilla, yo estoy demasiado asustada como para moverme— Vas a ser mía...
Su voz promete muchas cosas malas y el ruido de la puerta al abrirse con un golpe seco me permite volver a respirar. El demente con un solo ojo sano me sonríe antes de correr a la ventana y abrirla con rapidez para saltar fuera. Estamos en la primera planta pero esa ventana está al menos dos metros elevada desde el suelo.
Cai llega hasta mí y me acuna las mejillas con sus manos. Mi mirada debe expresar el más profundo terror y mis manos tiemblan aguantando el arma con necesidad.
—¿Estás bien?— su voz suena lejos pero puedo oírlo en lo más profundo de mi mente. Asiento levemente— ¿Sabes dónde estás?
—En la casa 3-B— respondo automáticamente.
—¿Por qué estamos aquí?
—Porque el chico 534-B era un infiltrado que planeaba matar a los chicos que buscan un futuro mejor.
—¿Recuerdas qué ha pasado desde que entraste por esa rendija?— no contesto pero lo recuerdo todo, desde la pelea donde he matado a alguien como la voz demente diciéndome que yo iba a ser suya.
—Lo he matado— respondo al fin en un susurro inaudible. Se me quiebra la voz y Cai me envuelve en sus brazos.
Lo he matado.
He matado a alguien.
Y no he dudado en ningún momento.
Dejo caer el arma al suelo y me abrazo a Cai agarrando sus hombros con mis aún manos temblorosas. Mi cabeza enterrada en su pecho, mi respiración agitada.
No. Alice, debes levantar la cabeza y enfrentar al mundo ¿Así planeas meterte en este mundo destructivo?
Cojo aire una última vez en sus brazos y me aparto. Lo miro durante cinco segundos directo a sus ojos y asiento para hacerle saber que estoy bien antes de dar un paso atrás y estudiar la situación: uno de los hombres de Cai está soltando los amarres de los chicos; el muerto ya no está en la habitación, otro de los hombres de Cai está limpiando la sangre con productos de limpieza llenos de químicos; y Boomer está consciente sentado con la espalda contra la pared con expresión perdida y la nariz rota.
Veo de reojo que un chico más pequeño que yo se me acerca y me giro. Es horrible el hecho de que no tenga más de catorce años.
—Gracias por salvarnos, peleas súper bien— me dice y sonríe.